No hay un peso en la calle. La cadena de pagos ya no resiste. Y quien tiene algo de liquidez, prefiere conservarla a toda costa antes que desprenderse de efectivo. Esa es la realidad de la economía argentina en plena cuarentena, una plaza tan seca como desiertas las calles de la Ciudad. Esa foto, sin embargo, podría empezar a modificarse a partir de hoy cuando se inicie, apertura de bancos mediante, no sólo el pago de jubilaciones sino también el refuerzo de $3.000 a los 4 millones de beneficiarios de AUH. A ese pago extraordinario se le sumará la acreditación del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de $ 10.000, que tendrá una segunda instancia de pago el 15 de abril. El paquete total, que no tiene otro mecanismo de financiamiento que la emisión monetaria, ascendería a una cifra superior a los $ 100.000 millones, de acuerdo al filtro que se aplique a los suscriptos en la ANSES para cobrar el IFE.
Se concretará así la primera inyección de liquidez correspondiente al paquete de medidas lanzadas en las últimas dos semanas para amortiguar el impacto económico de la cuarentena por la expansión del coronavirus. La cifra, si bien elevada, implica apenas una mínima parte de lo que el Banco Central está dispuesto a volcar al mercado. De hecho, entre el 16 y 26 de marzo, apenas 7 días hábiles, la entidad monetaria expandió 25% su base monetaria con una emisión de $ 457.000 millones. Sin embargo, ese dinero aún no llegó a la economía.
Ocurre que, de ese monto total, más de $ 390.000 millones se encontraba aún en la cuenta corriente del propio Banco Central, mientras que unos $ 56.000 millones en manos de los bancos y apenas $ 9.0000 en poder del público, de acuerdo a las cifras del director de la consultora económica EcoGo, Federico Furiase, en base a los últimos datos oficiales disponibles. Con el correr de los días, sin embargo, y en la medida que se concrete el pago de las prestaciones de ayuda social y se avance en la implementación de los decretos y resoluciones dispuestos por el equipo económico para asistir a empresas, esa cantidad de dinero comenzará a surtir efecto en la economía. Qué tipo de efecto y, sobre todo, qué impacto tendrá sobre los precios y también sobre el valor del dólar libre, es una incógnita por el momento difícil de despejar.
Lo concreto es que la masa de emisión monetaria podría crecer aún mucho más, en función del derrumbe esperable de los ingresos fiscales. La cifra de recaudación difundida ayer, que refleja un avance 15 puntos por debajo de la inflación y una notoria contracción real en los ingresos por IVA impositivo (30 puntos por debajo de la inflación) son sólo una pequeña muestra de lo que ocurrirá con los recursos de abril. En ese contexto, los gastos del Estado nacional, provincial y también municipal no tendrán otra manera de cubrirse que con más emisión.
En lo inmediato, además de la contención a los sectores más vulnerables para evitar un escenario social tenso y complejo, la prioridad es aceitar la cadena pagos, seriamente afectada. Por eso, tras una primera batería claramente orientada a estimular la demanda, en los últimos días se anunciaron mecanismos de asistencia a la producción, como el decreto que exime de cargas patronales y promete ayuda para pagar sueldos a las Pymes hasta 100 empleados y las líneas de crédito blando con el mismo fin impulsadas por el BCRA para todo el sistema financiero. Será el equilibro entre ambas medidas, aquellas destinadas a apuntalar la demanda final y aquellas a favorecer la oferta, el que determine finalmente lo que por ahora es un impacto incierto sobre la inflación.
“Emitir o no es un falso dilema. Si hay algo que va a pasar es que va a haber que emitir, y mucho. El punto es para qué”, puntualizó Gabriel Gómez Caamaño, socio de la consultora Ledesma, quien se explayó: “No es lo mismo si se hace para cerrar el agujero fiscal porque se desplomó la actividad, empujando la demanda con una oferta en caída o si se anticipan y se emite para sostener la oferta y cadena de pagos, intentando amortiguar la caída de la actividad”. Para el economista, la segunda opción es la más recomendable. “Al final, se terminaría emitiendo menos con un impacto inflacionario menor. Pero, hasta el decreto de ayuda a empresas, el desbalanceo era fuerte”, agregó.
En ese sentido, mientras se define la reglamentación de asistencia a las Pymes, los bancos debutaron ayer con las líneas de crédito para el pago de salarios a un año de plazo con 24% anual de interés. El sistema acaba de arrancar y las entidades prometen celeridad en el otorgamiento de estos préstamos, pero lo cierto es que en muchas entidades extranjeras dudan de la cobertura que podrán hacer de sus propios clientes dado “las normas internacionales” que las rigen.
En cualquier caso, no sólo sobre la inflación es esperable un efecto a partir de mediados de mes sino también en el dólar. Mejor dicho, en el nivel de brecha cambiaria entre la cotización oficial y el dólar financiero libre.
“La inyección monetaria del Central no es directa hacia las empresas y los bancos están tanteando la regularidad de su cartera, por la situación recesiva y el contexto difícil que atraviesan. Por eso no vimos aún un impacto fuerte en la brecha cambiaria, porque la liquidez sigue ahí, no salió a la calle todavía”, afirmó Furiase.
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