Ante la consulta de Infobae de si en el actual contexto al gobierno argentino le conviene avanzar en su restructuración de deuda, Jerome Roos, académico del London School of Economics, respondió que todos los gobiernos necesitarán “todo el espacio fiscal del que puedan disponer” para responder a la emergencia sanitaria pública. “Si Guzmán puede reestructurar la deuda ordenadamente antes de que el shock sanitario y económico impacten con todo, ciertamente beneficiará la capacidad del gobierno de concentrar su energía y sus recursos en limitar el daño social y económico de la pandemia”, señaló.
Según el autor de “¿Why not default?”, obra que el presidente Alberto Fernández conoció a través del ministro Guzmán, “cuanto más se arrastre la cuestión de la deuda, menos capacidad tendrá el gobierno de estar a la altura del desafío principal que tiene por delante”. Por eso, concluyó, “me da la impresión de que sería bueno que vaya adelante”.
La pregunta de este medio surgió luego de una publicación de Ross en Tribune Magazine publicada originalmente bajo el título “El diluvio de deuda que viene”, que se traduce completa a continuación.
“El diluvio de deuda que viene”
"Mientras la pandemia del coronavirus se expande violentamente por el globo amenazando dejar a su paso una catástrofe humanitaria, el mundo se halla de pronto ante un experimento sin precedentes: ¿qué pasa cuando se fuerza un cierre de actividades productivas y comerciales en una economía ya afligida por años de crecimiento anémico y niveles récord de endeudamiento?
Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda mundial llegó a 253 billones (millones de millones) de dólares en 2019, ó 322% del PIB global, lo más alto que ha estado jamás. Ahora que grandes partes de Europa siguen el ejemplo de China e imponen aislamientos de vasto alcance aumenta la preocupación sobre la viabilidad de esa enorme pila de deuda. En la aguda contracción económica de los próximos meses, que se espera será la peor de la historia en tiempos de paz, los deudores tendrán serios problemas para pagar. Esto podría desatar una gran crisis internacional de deuda que hará parecer el crash y la recesión global de 2008/2009 un juego de niños.
En la aguda contracción económica de los próximos meses, que se espera será la peor de la historia en tiempos de paz, los deudores tendrán serios problemas para pagar. Esto podría desatar una crisis internacional que hará parecer el crash y la recesión global de 2008/2009 un juego de niños
Riesgo de Depresión
La vulnerabilidad sistémica es anterior a la pandemia y se fue armando durante más de un decenio. Durante años, los expertos reiteraron alertas sobre el aumento de los niveles de deuda global. Varios notaron que incluso un shock relativamente leve, como un aumento de las tasas de interés, podía sumir al mundo en una nueva crisis financiera. En enero pasado, Kristalina Georgieva, la directora del FMI, expresó su preocupación de que una ola de inestabilidad global bien pudiera volver la economía mundial susceptible a repetir ‘la gran depresión’.
Entonces, poca gente podía prever el alcance e intensidad de la emergencia de salud pública que aún tenemos por delante. Pero a diferencia de la nueva variedad de coronavirus que gatilló esta crisis, las montañas de deuda que amenazan hundir la economía mundial no son una fuerza de la naturaleza; son algo hecho por el hombre y en buena medida consecuencia del modo particular en el que los hacedores de política económica lidiaron con la última crisis financiera.
Los gobiernos respondieron al crash de 2008 rescatando a las instituciones financieras y con un rápido aumento de los niveles de deuda pública, en especial en Europa, donde la resultante pérdida de confianza de los inversores llevó a crisis de deudas soberanas europeas, nunca realmente resueltas. Esta segunda etapa de la crisis financiera global marcó el inicio de una década de austeridad, con varios gobiernos cortando el gasto social –incluyendo al sector salud– y haciendo todo lo que pudieran para la recuperación del sistema financiero global.
Los bancos centrales líderes se sumaron al esfuerzo para preservar una economía mundial financierizada, cortando las tasas de interés a pisos históricos y poniendo el equivalente a 11 billones de dólares en circulación a través de programas de ‘aflojamiento cuantitativo’. Estas dramáticas intervenciones monetarias ayudaron a evitar un colapso del sistema financiero global, pero al costo de una nueva ola de inversión especulativa y un rápido aumento de los niveles de deuda global, que dejaron a la economía mundial muy vulnerable a un shock externo imprevisto.
¡Y vaya que tuvimos un shock! Cierre casi completo de las actividades productivas y comerciales en algunas de la economías mundiales líderes, combinado con un colapso del precio del petróleo, seguido por un sincronizado y casi instantáneo crash de los mercados de dinero y de capital, que amenaza con congelar el sistema de crédito y pagos internacional, entre temores de un colapso de las cadenas de abastecimiento global y una disparada de los niveles de desempleo. Si alguna vez hubo una tormenta perfecta, debe ser ésta.
Cierre completo de actividades productivas y comerciales en algunas economías mundiales líderes, combinado con colapso del precio del petróleo, seguido por un casi instantáneo crash de los mercados de capital, que amenaza congelar el sistema de créditos y pagos, entre temores por el colapso de las cadenas de abastecimiento global y una disparada del desempleo. Si alguna vez hubo una tormenta perfecta, debe ser ésta
Con los mercados financieros derritiéndose en las últimas dos semanas, los principales bancos centrales volvieron a intervenir agresivamente, bajando otra vez las tasas de interés a sus mínimos históricos y extendiendo líneas de canje, pantagruélicos programas de ‘aflojamiento cuantitativo’ y de recompra de bonos. Pero incluso en combinación con las bazookas fiscales desplegadas por algunos gobiernos occidentales, tal vez no sea suficiente para detener la ola de quiebras y defaults de deuda que emergerán del abrupto freno de la economía real.
Italia y el ‘riesgo existencial’ a la eurozona
Hay tres áreas de preocupación en particular. Primero, la cruel ironía de que el país más afectado por la pandemia –Italia– sea también el de mayor carga de deuda en Europa (y el cuarto del mundo). El sector bancario italiano, todavía sobrecargado por los préstamos morosos y muy expuesto a la deuda de su propio gobierno, es uno de los más frágiles del continente. Según Financial Times, el colapso económico italiano es una “amenaza existencial” a la eurozona y al sistema financiero europeo.
Una segunda área de preocupación son los rápidamente crecientes niveles de deuda de los mercados emergentes y países en desarrollo. En diciembre pasado, antes de que el brote de la epidemia de coronavirus fuera oficialmente reconocido, el Banco Mundial ya alertó sobre una gran crisis de deuda global, debido a la “más grande, rápida y amplia” ola de acumulación de deuda en el Sur Global de los últimos 50 años.
Según el FMI, casi la mitad de los deudores del Africa sub-sahariana están en riesgo en riesgo de (o ya bajo) estrés de deuda. En América latina, Venezuela está en default, Ecuador abandonó un programa del FMI por protestas masivas en 2019 y Argentina está involucrada en una compleja renegociación de su deuda con el Fondo, apenas un año y medio después de recibir el mayor rescate histórico del FMI. El Líbano suspendió el pago de un Eurobono de 1.200 millones de dólares hace pocas semanas. Y más países les seguirán, inevitablemente.
Hasta ahora, los mercados emergentes han sido particularmente golpeados por el pánico de los inversores en respuesta a la emergencia de salud, experimentando una dramática salida de fondos desde principios de año. Como ha notado Adam Tooze, la fuga de capitales de los mercados emergentes alcanzó los 55.000 millones de dólares en las ocho últimas semanas, a un ritmo que duplicó el de la crisis de 2008. Otra ola de defaults asoma si estas salidas no se detienen pronto.
Finalmente, la tercer área de preocupación tiene que ver con el rápido aumento del endeudamiento de firmas no bancarias. En octubre pasado, el FMI alertó sobre la bomba de tiempo de 19 billones de dólares de deuda debajo de la superficie de la economía mundial. El Fondo halló que más del 40% de la deuda en 8 economías líderes no podría ser servida en caso de una recesión que fuera la mitad de severa que la de 2008. Por cómo lucen las cosas ahora, estamos al borde de algo mucho peor que eso.
Sólo este año, 2 billones de deuda corporativa debe renovarse. Pero con los mercados congelados y los prestamistas reacios a conceder nuevos créditos corporativos, muchas firmas no podrán cumplir sus pagos en los próximos meses. Aunque los bancos norteamericanos son más sólidos de lo que eran en 2008 y es improbable que tengan problemas pronto, la ola de quiebras corporativas tendrá efectos de nocaut sobre el sector bancario no regulado (shadow banking), que deglutió billones de dólares en bonos corporativos de riesgo durante el boom especulativo motorizado por los bancos centrales durante la última década.
Un giro adicional es que algunos de los sectores más endeudados, con los más grandes vencimientos de bonos este año, son también los más expuestos a la crisis por la pandemia: las aerolíneas internacionales, las automotrices europeas y las petroleras americanas del sector ‘no convencional’ (éstas últimas doblemente afectadas por la caída de la demanda de petróleo y la guerra de precios lanzada por Arabia Saudita).
La burbuja de deuda corporativa explotará con fuerza. Según un reciente estudio de la OCDE, más de la mitad del crédito pendiente en bonos corporativos con ‘grado de inversión’ tienen una calificación de riesgo BBB, apenas un escalón del status de deuda basura. Además, una porción significativa de las compañías con cotización pública (16% en los EEUU y 10% en Europa) ya eran consideradas ‘firmas zombie’ antes de la pandemia. Muchas de ellas caerán en el diluvio de deuda que viene.
La pandemia del coronavirus puede así terminar poniendo en riesgo existencial no solo a millones de humanos, sino también a la economía mundial financierizada y basada en el endeudamiento, cuyas recurrentes crisis definieron nuestra era.
¿Será este status quo capaz de sobrevivir el experimento económico sin precedentes de cuarentenas colectivas y cierres nacionales en todo el globo? Es muy pronto para decirlo. Pero algo es claro: el capitalismo global se encuentra en un punto crítico. El modo en que esta crisis se resuelva moldeará la historia mundial en las décadas por venir".
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