Juan José Llach: “La situación es muy delicada, no hay que descartar que tras la pandemia empiece una fase menos abierta de la globalización"

El economista y sociólogo alertó en una entrevista con Infobae sobre el alto endeudamiento público y privado en un mundo que venía desacelerando su crecimiento. Resaltó la necesidad en la Argentina de un Plan Estratégico que se aleje de la tentación de volcarse al mercado interno

"La economía mundial ya venía frágil, con desaceleración del crecimiento –muy fuerte en América Latina; gran endeudamiento público y privado por USD 250 billones -casi tres veces el PBI global"

La entrevista con Juan José Llach estaba acordada previamente y era presencial. La crisis por el coronavirus, sin embargo, lo impidió. He aquí las preguntas enviadas por email y las respuestas a Infobae del economista y sociólogo, ex viceministro de Economía y ministro de Educación, miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales y profesor emérito del IAE Business School y Facultad de Ciencias Empresariales de la Universidad Austral, tomando como eje la pandemia mundial.

- El coronavirus tiene al mundo en vilo: además de la cuestión sanitaria, la economía mundial parece en riesgo ¿Es una exageración, por influencia de los medios y los mercados, una sobrerreacción que eventualmente pasará o algo de veras capaz de revertir el proceso de globalización de las últimas décadas?

- La economía mundial ya venía frágil, con desaceleración del crecimiento –muy fuerte en América Latina; gran endeudamiento público y privado por USD 250 billones -casi tres veces el PBI global- y valuaciones bursátiles excesivas. Un combo peligroso, como escribimos hace más de un año con Ricardo Rozemberg, en un trabajo realizado para la Cámara de Exportadores. A esto se agregaron la trifulca petrolera entre Arabia Saudita y Rusia y, mucho más seria, la pandemia de coronavirus. La situación es muy delicada, quizás más que en 2008. No hay que descartar que, a la salida de la pandemia, comience una nueva fase de la globalización, menos abierta al comercio, las migraciones y las inversiones que la iniciada hacia 1990.

- Las primeras medidas de los países desarrollados no parecen surtir efecto. De hecho, son acciones de expansión fiscal y crediticia en una economía mundial ya híperapalancada (USD 253 billones de deuda global a septiembre de s019, según el IIF) a lo que es un shock real: fábricas y puertos que se cierran, circulación que colapsa, comercio que se desploma, etc. ¿Pueden hacer algo distinto?

- Por primera vez desde 1929 la política económica no tiene recetas de manual para tomar. Las aplicadas en la Gran Recesión iniciada en 2008, no parecen suficientes, a saber, políticas monetarias con baja drástica de tasas de interés y emisión para comprar bonos y otros activos y política fiscal expansiva. Hoy se está haciendo algo parecido, pero quizás no tengan la misma eficacia porque las tasas ya estaban muy bajas y porque la deuda pública es más alta que entonces.

Se agrega una preocupante tendencia de fondo de gran propensión a ahorrar (saving glut) no acompañada por la propensión a invertir. Aun así, cuando ceda el coronavirus el rebote de bonos y acciones puede ser importante, sobre todo en los países desarrollados; también en Latam, pero menos. Los precios de las materias primas también rebotarán, quizás bastante.

Los gobiernos centrales dispusieron en la crisis de 2008 políticas monetarias con baja drástica de tasas de interés y emisión para comprar bonos y otros activos y política fiscal expansiva. Hoy se está haciendo algo parecido, pero quizás no tengan la misma eficacia porque las tasas ya estaban muy bajas y porque la deuda pública es más alta

- Si efectivamente el proceso de globalización se detiene -al menos temporalmente- o revierte, ¿qué podría ocurrir con cuestiones como la pobreza y la desigualdad, dos de los temas por los que la globalización ha sido -justa o injustamente- puesta en el “banquillo de los acusados”?

- La globalización posibilitó que más de mil millones de personas salieran de la pobreza extrema en los países emergentes o pobres, y hoy son menos del 10% en el mundo. La distribución global del ingreso también mejoró, por el progreso de los emergentes, pero la desigualdad aumentó en casi todos los países. Más que la globalización yo miraría a la tecnología como posible causa de esta mayor desigualdad. Los optimistas dicen que si y cuando la tecnología llegue a todos, el aumento de la desigualdad terminará siendo transitorio. Piketty piensa distinto. Final abierto. Falta mucho para reducir la desigualdad y hay que mejorar las políticas impositivas y la productividad del gasto público, en particular el social.

-Usted escribió que la gran recesión mundial 2008/2009 se debió a excesos financieros, desnudó deficiencias de coordinación y dejó serios problemas irresueltos (deterioro ambiental, comercio de armas, narcotráfico, lavado de dinero). A su vez, la crisis dio lugar a reacciones nacional-populistas y que gobiernos así, lejos de resolver los problemas, los agravarían y aumentarían la pobreza. ¿Advierte nuevamente ese riesgo potencial?

-Sí. Los llamé “excesos financieros depredadores”. Se corrigieron algunas cosas, pero no todas. Pese a las bajísimas tasas de interés, hay un exceso de ahorros con relación creciente entre activos financieros -cada vez más sofisticados- y activos reales. Urgen medidas coordinadas a nivel global, como las tomadas en 2009 culminando en abril en la reunión de Londres del G20. No puede haber una globalización beneficiosa sin un mínimo de coordinación entre todas las partes.

"No puede haber una globalización beneficiosa sin un mínimo de coordinación entre las partes"

-¿Qué opinión le merecen las primeras medidas del gobierno argentino?

-Están en la dirección correcta, pero adhiero a quienes proponen mayor énfasis y más pesos en la ayuda oficial para pagar salarios y mantener el empleo. También creo que ayudaría, al menos empezar a diseñar un plan estratégico que se aleje de la tentación de volcarse al mercado interno impulsada por esta nueva crisis global. Para superar la decadencia relativa de la Argentina, iniciada hace más de ochenta años, la estanflación de la última década y el destructivo y creciente bimonetarismo, debe darse mayor prioridad que hoy a la inversión, al espíritu empresarial y a las exportaciones. Esto es esencial, también, para recrear un mercado interno fuerte y sostenible en el tiempo.

Para superar la decadencia relativa de la Argentina, iniciada hace más de 80 años, la estanflación de la última década y el destructivo y creciente bimonetarismo debe darse mayor prioridad que hoy a la inversión, el espíritu empresarial y las exportaciones.

El Presidente y su ministro de Economía

-El presidente Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán se habían impuesto como prioridad la restructuración de la deuda, ¿cómo deberían proceder ahora? ¿Acelerar el proceso y hacer una oferta agresiva, o postergar la cuestión, sea entrando en default en un mundo confundido, que mira otra película o, por el contrario, acordando con el FMI y recurriendo a los USD 13.000 millones pendientes del acuerdo de 2018 para evitar el default mientras dure la emergencia?

- Hay que persistir en el intento de evitar el default y sin perjuicio de la atención a la delicada coyuntura,. El informe del FMI del 20 de marzo dice que los acreedores privados de la Argentina no deberían esperar pagos en el período 2020-2024 y que para tener una deuda sostenible la Argentina debería lograr, en promedio, un alivio de sus pagos de deuda de entre 70 y 75.000 MUS$ entre 2020 y 2030. Tal cantidad parece menor que la aspirada por el gobierno argentino y, probablemente, esté cerca del máximo que podrían ceder los acreedores. La negociación será dura, pero creo que a la Argentina le conviene llevarla buen puerto. Aunque no lo parezca, ayudaría a tal fin el presentar el plan estratégico mencionado, tal como lo hacen todos los deudores que piden reprogramar sus deudas.

- Además del Covid-19, desacuerdos políticos hicieron caer fuertemente el precio del petróleo, empeorando las perspectivas de un proyecto ya en problemas, como Vaca Muerta ¿Qué puede hacer el gobierno al respecto? ¿La caída de las cotizaciones internacionales de las materias primas no habilitaría, por caso, que también aproveche para bajar el nivel de retenciones y descomprimir la relación con el campo?

- Respecto del petróleo, hay que aprovechar este “tiempo muerto”, de duración incierta, para preparar acuerdos con los inversores, de tal modo que se pongan en marcha para cuando el petróleo vuelva a poder ponerse en marcha. Respecto del agro, sí, sería necesario replantear la relación no sólo con el campo sino con la agroindustria en su conjunto, tanto mejor si se hace en el marco de un plan estratégico.

- Tal vez es demasiado pronto, pero ¿no podría darse un retorno a las propuestas económicas y políticas de autarquía de la década del cuarenta?

- Sí, podría darse y sería un grave error. El camino es la integración gradual al mundo. Si se mantiene en pie, un buen modo de hacerlo sería el acuerdo Mercosur-Unión Europea.

El camino es la integración gradual al mundo. Si se mantiene en pie, un buen modo de hacerlo sería el acuerdo Mercosur-Unión Europea

- ¿Cómo encuentra este shock a la Argentina en materia de productividad y qué políticas públicas habría que pensar al respecto?

- Nos encuentra bastante mal. El camino es la productividad inclusiva (nombre del estudio que estamos haciendo en el IAE y en Ciencias Empresariales de la Universidad Austral. Hoy son muchas las herramientas para aumentar la productividad en armonía con la inclusión. Las nuevas tecnologías, con el apoyo del capital humano y la calidad del management, son cruciales (esto último está muy claro en los trabajos de Nicholas Bloom).

- ¿Hasta qué punto un shock como el actual es una oportunidad para replantear cuestiones como la estructura y el gasto públicos u otras cuestiones como el sistema educativo, la legislación laboral, los regímenes promocionales, la política y el comercio exterior, etc?.

- Hay dos claves, una es la altísima presión tributaria -que para los cumplidores se acerca al 60%- y la pésima estructura impositiva. Entre el impuesto inflacionario, ingresos brutos, créditos y débitos, retenciones a las exportaciones e impuestos municipales, las empresas argentinas pagan unos USD 40.000 millones anuales o 10% del PBI (sic), vía menores precios o mayores costos. Esto no existe, ni de lejos, en ningún país del mundo, y es causa principal del retraso de la inversión y las exportaciones.

Por otro lado, la productividad del Estado es muy baja. Con herramientas como las mencionadas antes, podría mejorarse sustancialmente la productividad del gasto público. Si ambas cuestiones se realizan en conjunto el impacto positivo sobre el crecimiento sostenible de la Argentina sería muy grande. En cuanto a los otros temas asociados a la pregunta, no me parece bueno mezclarlos en este momento.

Fotos: Agustina Klix

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