Los bonos argentinos no escaparon al pésimo clima que se vivió en los mercados globales, pero que se profundizó luego de que la Organización Mundial de la Salud declarara al coronavirus como una “pandemia”. El riesgo país quedó al borde de los 3.000 puntos básicos y varios títulos llegaron a perforar los USD 35, reflejando el temor de los inversores sobre el resultado de la reestructuración que se avecina. Las caídas llegaron en algunos casos a superar el 5%.
La baja de los bonos argentinos no fue aislada ni mucho menos. Sufrió la deuda corporativa considerada de alto riesgo en Estados Unidos y también los bonos emergentes. El temor de los inversores es que la posible recesión global venga de la mano de una gran retracción del crédito, lo que perjudicaría notablemente a empresas y también a países percibidos como más riesgosos. Obviamente la Argentina se encuentra en una situación de extrema fragilidad y se ve más afectado que el resto por estos golpes.
No es un dato menor que algunos títulos hayan cerrado en niveles de USD 33 y USD 34, sobre todo aquellos de plazos más largos. Hubo caídas muy significativas que afectaron especialmente a los títulos de más corto plazo en dólares. En cuestión de un par de semanas, el riesgo país pasó de poco más de 2.000 hacia los 3.000 puntos. Si bien ninguno de estos valores le permite al Gobierno acceder a financiamiento, en cambio sí marca un deterioro en relación a lo que podría ocurrir con el futuro canje de deuda.
La caída de los últimos días provocaron que los bonos caigan hasta niveles cercanos a USD 35. El peligro de semejante derrumbe es que a estos valores aparezcan fondos “buitre” que busquen trabar la oferta
Claramente la crisis desatada por el coronavirus y el derrumbe del petróleo generaron un deterioro en las expectativas vinculadas con la reestructuración que se avecina. En un contexto de fuerte aversión al riesgo, parece todavía más difícil que se pueda llegar a un acuerdo rápido con los acreedores. Es un hecho que las negociaciones se extenderán mucho más allá del 31 de marzo propuesto inicialmente por el ministerio de Economía, a cargo de Martín Guzmán.
Pero además todo indica que los inversores estarán cada vez más reacios a aceptar una propuesta agresiva por parte del Gobierno. El tema no pasa sólo por las quitas o período de gracia que se pueda proponer, sino también con la tasa de descuento a la que cotizarían los nuevos títulos. En un clima muy malo, esa tasa sería mucho mayor que en un escenario favorable, lo que representa una pérdida adicional para los acreedores.
Otro aspecto que los fondos de inversión observan con recelo es que será más difícil para el gobierno retomar el crecimiento económico, que es la condición que expresó el presidente Alberto Fernández para volver a pagar. De hecho, para este año se están revisando a la baja los pronósticos, que marcan una caída todavía mayor de la actividad económica para este año.
El calendario que se había propuesto Guzmán para la renegociación de la deuda se viene cumpliendo prácticamente al pie de la letra. Pero ahora se aproxima la etapa más difícil, que es la negociación con los acreedores. Ahora se espera un proceso mucho más duro y al mismo tiempo prolongado, por lo que el actual escenario de “virtual default” podría prolongarse en el tiempo.
Seguí leyendo: