A casi tres meses del inicio de la gestión de Alberto Fernández, el Banco Central reconoció que por ahora la economía no despega. “Aún no hay evidencias firmes de la salida de la fase recesiva”, asegura en el comunicado en el que dispone una nueva baja de dos puntos de la tasa de referencia, hasta 38%. No obstante, para suavizar el mensaje también indica que “hay una mejora incipiente en varios indicadores de actividad”, aunque no lo detalla.
Tanto el ministro de Economía, Martín Guzmán, como el Presidente, Alberto Fernández, venían señalando que las medidas adoptadas “empiezan a mostrar resultados”, pero tampoco llegaron a profundizar. Claramente lo mejor que puede mostrar el Gobierno pasa por la baja de la inflación, que luego de la disminución a 2,3% en enero caería a menos de 2% en febrero. Pero esa reducción llegó con ayudas tales como el congelamiento tarifario y de la nafta, junto con una mayor estabilidad cambiaria.
Alberto Fernández reiteró el miércoles ante empresarios que no hay que esperar todo de la reestructuración de la deuda: “Una vez que terminemos esa tarea tenemos que concentrarnos en volver a crecer y eso ya es algo que depende exclusivamente de nuestras decisiones, no de lo que definan afuera". Así reconoció que evitar el default es una condición necesaria, pero no es suficiente por sí mismo para salir de la crisis económica.
Para el BCRA aún no hay señales claras de que la economía esté saliendo de su fase recesiva, aunque hay algunas señales positivas. Y el gobierno reconoce que la renegociación de la deuda no alcanza para que la economía empiece a crecer
La baja de la inflación permite tener algún margen para el optimismo, especialmente en relación a la evolución de los ingresos. En 2019, la caída del salario real llegó a 9,5% de acuerdo a un informe divulgado por Ecolatina, la mayor desde 2002. Pero con una desaceleración en la suba de precios, la expectativa es que este año al menos los ingresos dejen de caer. Con una economía que depende sobre todo del consumo, se trata de un dato clave para tocar un piso y desde ahí comenzar a recuperarse.
El otro dato que ilusiona al Gobierno es que la industria moderó notablemente su caída e incluso algunos rubros empiezan a mostrar cierta recuperación. El INDEC informó ayer que la actividad fabril en enero prácticamente estuvo al mismo nivel que el mismo del año anterior y se recuperó 1,5% respecto a diciembre. Y dentro de ese comportamiento, la producción de alimentos tuvo un salto de 3,7%. El sector textil, sin embargo, mantuvo un fuerte derrumbe del 8,5% interanual.
Otros datos de actividad son muy malos. La construcción, por ejemplo, cayó 13,5% interanual en enero, ante la escasa actividad privada pero sobre todo el parate de la obra pública. Las ventas de autos y de inmuebles continúan en caída libre. Se estima que a partir de la baja de tasa de interés podría mejorar la venta de electrodomésticos y muebles, aunque por ahora los reportes de consumo minorista no muestran señales claras. A estos indicadores negativos se suma la aparición en escena del coronavirus, cuyos efectos van desde la menor demanda de exportaciones argentinas por parte de los países más afectados hasta las retracción en el turismo. Ayer Aerolíneas anunció que anulará algunas de sus frecuencias a Italia por la gran cantidad de cancelaciones de reservas.
La rebaja de tasas que impulsa el Central procura que más gente pueda acceder a crédito y compensar así al menos parcialmente la caída de los ingresos. Pero por ahora esto sucede a cuentagotas. La reducción de tasas es todavía más fuerte para las líneas para pymes, pero los bancos reconocen que la demanda del sector es escasa ante un nivel de ventas que no repunta.
La victoria de Alberto Fernández no consiguió por el momento revertir la desconfianza de inversores y empresarios. Aparecen aún muchas dudas sobre lo que viene en materia económica. Primero aparece la necesidad de evitar el default. Pero luego aparecen importantes temas estructurales que habrá que atacar para salir del estancamiento: la elevada presión impositiva, el cepo cambiario y los escasos incentivos para invertir están entre los principales. Además, están los condimientos políticos, especialmente las dudas sobre cómo seguirá la convivencia entre el Presidente y el “kirchnerismo duro”, sobre todo si no hay una mejora sensible en la economía en los próximos meses.
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