Febrero cerró como uno de los meses más difíciles para los mercados financieros globales, como resultado de las caídas generalizadas en las Bolsas de todo el mundo que generó el temor a una pandemia de coronavirus y su potencial efecto sobre la actividad económica. Ante el shock externo, las monedas de los países emergentes reaccionaron como indica el manual: se devaluaron rápidamente, con el real brasileño entre los más afectados, limitando así el efecto de la crisis en sus mercados internos. En ese contexto, el Banco Central de la Argentina (BCRA) se lleva la peor parte porque, en plena vigencia de controles de cambio, se ve obligado a manejar a pulso una suba del dólar con el riesgo de generar un problema inflacionario aún mayor si esa suba es demasiado rápida.
En el último mes los rojos fueron generalizados entre las monedas emergentes. En la región se destacó el real brasileño con una devaluación del 4,21% en el período. Pésima suerte para la Argentina, ya que Brasil es su principal socio comercial y, en el proceso, los bienes y servicios brasileños se abarataron respecto de los argentinos.
En la región se destacó el real brasileño con una devaluación del 4,21% en el período. Pésima suerte para la Argentina, ya que Brasil es su principal socio comercial y, en el proceso, los bienes y servicios brasileños se abarataron
Pero el real no fue el único. El peso mexicano perdió 4,1%, la moneda de Sudáfrica 3,75%, la lira turca 3,64% y el rublo ruso 3,17%. De una canasta conformada por 24 monedas emergentes que sigue Bloomberg, ninguna logró subir en el mes.
El proceso es conocido. Es el típico vuelo a la calidad de cada vez que los mercados internacionales sufren. Ante el riesgo de una recesión global, o al menos de una desaceleración, los capitales que están invertidos en activos de riesgo como acciones o bonos de países emergentes abandonan esas posiciones y se refugian en papeles más seguros, típicamente los bonos del Tesoro de los Estados Unidos que llegaron a precios récord a nivel histórico esta semana, entre otros.
Para los mercados cambiarios de esos países ello implica la salida de inversores que cambian la moneda local por dólares, es decir, una suba del dólar. El abaratamiento de las monedas locales protege la producción de ese país y encarece la de afuera, manteniendo el balance externo.
Ese mecanismo, sin embargo, no funciona en la Argentina hoy por hoy, forzada a sostener un control de capitales muy estricto. El problema, entonces, recae sobre Miguel Pesce, el presidente del BCRA.
En febrero, después de casi cuatro meses de estabilidad cambiaria, el banquero central y sus colaboradores debieron salir a mover al dólar al alza a pulso. Con ofertas de venta de reservas que cada día marcaban un techo a lo que podía subir el dólar oficial, le daba margen a la divisa para que suba. Pero no para que suba demasiado, de manera tal de no caer otra vez en un proceso de aceleración de la inflación.
“La incertidumbre por el coronavirus sumada al bajo nivel de liquidaciones de exportadores obligó al BCRA a intervenir en el mercado vendiendo algo mas de USD 50 millones en una de las peores semanas de los mercados mundiales en los últimos años”, dijo Mariano Marcó del Pont de Silvercloud Advisors.
El dólar mayorista subió así $1,86 a lo largo de febrero, para cerrar el mes en $62,21, un nuevo máximo nominal histórico. Se trató, con todo, de una suba pequeña en comparación con la que se vio en los mercados cambiarios de varios socios comerciales de la Argentina. Fue una baja del 2,99%, bastante menor a la del real brasileño. Y a la diferencia se suma la ventaja que ya le venía sacando la moneda de Brasil desde fin de año.
“La monedas de la región llevan caidas de hasta un 10% en lo que va del año , de continuar asi semana proxima es muy probable que veamos a los bancos centrales interviniendo con estímulos, lo que podría generar un freno en las mismas”, dijo Marcó del Pont.
A pesar del esfuerzo del BCRA, entonces, el peso argentino se apreció 1,12% en el mes frente a las monedas de sus socios comerciales. Esto es, en términos cambiarios, que la Argentina se encareció frente a sus vecinos.
El real brasileño fue una de las monedas que más cayó, con una baja del 4,2% en el mes
“Como Argentina tiene un problema de inflación está forzada a deslizar el tipo de cambio mucho más lento que sus vecinos o sus socios comerciales, porque ellos tienen un traslado a precios más acotado. Ese proceso termina generando un atraso del tipo de cambio real multilateral de Argentina, una señal muy complicada teniendo en cuenta la caída esperada de las materias primas y de la demanda china por el coronavirus”, dijo Federico Furiase de EcoGo.
A pesar de que el cepo cambiario limita el impacto de ese encarecimiento del peso en el corto plazo, de a poco los costos se van viendo. Y los riesgos, de mantenerse este proceso, son conocidos: menor capacidad exportadora, más demanda por bienes del exterior y, como es habitual, goteo en las reservas del BCRA.
“El BCRA lo desliza al tipo de cambio oficial pero hay una inconsistencia, porque lo mueve más rápido que la tasa de interés. Eso es complicado porque incentiva las importaciones y desincentiva las exportaciones, lo que puede comprometer a las reservas, justamente porque la expectativa de inflación viaja por arriba de la tasa de interés, más allá de que el cepo te de algo de tiempo”, concluyó Furiase.
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