Las Bolsas del mundo tuvieron su peor semana desde la crisis de 2008. No sólo por el tamaño de la caída, sino por la rapidez con que se produjo. En solo una semana tanto Wall Street como Europa tuvieron derrumbes del 10%, que se alarga al 12% desde los máximos del 19 de febrero. La caída en sí no es tan grave, pero sí su trasfondo: el temor a que las consecuencias del coronavirus lleven al mundo a una nueva recesión global. Según un estudio de la calificadora Moody´s, los inversores le asignan ya un 40% de chances a este escenario.
Esta súbita crisis coincide con la recta final para renegociar la deuda, en el calendario que originalmente había establecido el ministro de Economía, Martín Guzmán. A esta altura, no obstante, parece altamente improbable que se pueda llegar a un acuerdo con los bonistas antes del 31 de marzo. La complejidad de llevar adelante el proceso vuelve inviable este cronograma, pero ahora se agregó una nuevo obstáculo como es lidiar con mercados que atraviesan una fuerte turbulencia.
China, la locomotora mundial y una pieza clave para la cadena de producción global, está virtualmente paralizada hace varias semanas. Hubo caídas estrepitosas en la actividad industrial y las ventas de autos o productos electrónicos cayó a niveles mínimos. En Europa, Italia también paralizó sus actividades en el Norte del país y otros países europeos están alertas para evitar que se propague el coronavirus. Ahora también Estados Unidos declaró la emergencia. Millonarios congresos y ferias organizados fueron suspendidos y corre peligro la reunión de Primavera del FMI, previsto para fines de abril.
Las chances de una recesión global están latentes, partiendo de la paralización que sufrió China por el coronavirus. La Reserva Federal norteamericana bajaría agresivamente las tasas de interés para evitarlo. Pero habrá que ver si es suficiente
En medio de semejante cuadro surgen varios interrogantes: ¿puede Guzmán avanzar con la renegociación de la deuda tal como lo tenía previsto, en un mundo en donde creció súbitamente la aversión al riesgo?, ¿puede la Argentina darse el lujo de mantener el déficit fiscal hasta 2023, cuando se complica el financiamiento voluntario de los mercados?, y además...¿es el momento para aumentar las retenciones a la soja, cuando caen los precios internacionales y podrían caer las exportaciones?
Nadie sabe si el ministro de Economía tuvo en cuenta este nuevo contexto, tampoco hubo nadie del Gobierno que hiciera referencia a este súbito cambio del escenario internacional, más allá de las prevenciones para que el coronavirus no llegue al país. No sería extraño que Alberto Fernández -es más parece aconsejable- efectúe algún tipo de comentario hoy en su discurso ante la Asamblea Legislativa sobre los desafíos por el deterioro externo que se agregan a una ya muy complicada economía argentina. En la crisis global del 2008, Cristina Kirchner lo había definido así: “El mundo se nos vino encima”.
El peor clima internacional sin dudas complica la estrategia argentina para renegociar la deuda. Los bonos sufrieron nuevas caídas esta semana y el riesgo país ya roza los 2.300 puntos, récord del año. Aparece un nuevo peligro: si los títulos continúan muy deprimidos podrían aparecer fondos “buitre", que aprovechan para comprar muy barato para luego forzar un default y luego litigar.
Sería muy arriesgado para Martín Guzmán seguir con su plan original como si nada hubiera sucedido en el mundo. La oferta de canje de deuda, el lento camino al equilibrio fiscal y una posible suba de retenciones a la soja y otros productos debería ser reevaluados en este nuevo escenario.
Por otra parte, una oferta muy agresiva difícilmente devuelva a la Argentina la posibilidad de financiarse en los mercados voluntarios. Los inversores preferirán opciones más seguros y no correr riesgos. Es cierto que las tasas de interés seguirán bajando en el mundo, pero será para evitar una recesión. Es el caso de lo que ya sugirió la Reserva Federal norteamericana, que apuraría la disminución de tasas para liberar dinero.
En las próximas horas, Economía designará al banco que será el “asesor financiero” para llevar adelante la renegociación de la deuda. Entonces se acelerarán los tiempos para negociar con los bonistas y llegar a una propuesta final. Allí se sabrá si este temblor global finalmente obligará a Guzmán a recalcular todo lo que había planificado previamente.
Lo sucedido en estos días es similar a salir a la cancha a jugar un partido de fútbol y sufrir un gol a los dos minutos. Todo lo planificado en el vestuario habrá que dejarlo de lado para adaptarse a la nueva realidad, que es salir a remontar un resultado adverso. Guzmán, con todas las dificultades que ya enfrentaba en la previa, ahora tendrá que remontar un “gol tempranero”.