El sacudón financiero global que genera el temor por el impacto que tendrá la epidemia de coronavirus en la economía global promete darle una mano en el cortísimo plazo a uno de los frentes más calientes que enfrenta el gobierno: la inflación. A pesar de que el dólar oficial volvió a la vida tras casi un semestre de estabilidad y que la inercia inflacionaria no se detiene, las devaluaciones de monedas emergentes atrasan al peso argentino y permiten prever un dato de inflación de febrero tan bajo como el que en enero sorprendió a los analistas, o aún menor. Claro que el beneficio no llega sin costos, ya que viene de la mano de menores valores de los productos que el país exporta y el riesgo de forzar en el mediano plazo una corrección cambiaria más abrupta.
Los datos de alta frecuencia de consultoras privadas, que miden períodos más pequeños que un mes, ya venían mostrando un mes de febrero con avances de precios por debajo de lo esperado. La canasta de alimentos y bebidas, la más sensible a nivel social, todavía se mueve en un escalón más alto que el nivel general de precios. Pero como eso se promedia con precios regulados que están pisados hasta junio, el índice de precios marcó un 2,3% en el primer mes del año.
Esa sorpresa por el bajo registro de inflación podría repetirse cuando se conozca el dato de febrero. “Es imaginable una inflación mensual cercana al 2%”, dijo Gabriel Zelpo de Seido, una consultora que hace mediciones semanales de inflación.
Aunque el dólar sube casi 3% en lo que va de febrero, al subir menos en la Argentina que en los países vecinos el peso se apreció y ayuda a una desaceleración de los precios, al menos en el corto plazo
Aún cuando el dólar mayorista camina a subir casi 3% este mes, el ritmo no es suficiente para compensar lo que se devalúan las monedas de los socios comerciales de la Argentina y, al mismo tiempo, es acompañada por caídas en los precios internacionales de las materias primas que también pueden ayudar a reducir el ritmo de avance de los precios, al menos en el corto plazo.
El presidente del Banco Central, Miguel Pesce, trata de conducir un delicado equilibrio al mover al dólar al alza en medio de los controles de cambio. Ni demasiado rápido como para que acelere a los precios, ni demasiado lento como para que se atrase frente a las monedas de los socios comerciales. Sin embargo, ante esos dos riesgos parece haber optado por correr desde atrás al resto de las monedas.
“Pequeños cambios diarios en el precio del dólar impactan mucho menos que saltos abruptos, porque se activan muchos canales de transmisión a precios como la expectativa que es el principal efecto sobre precios. Ni siquiera le pone un piso a las mediciones de precios de febrero, no va a cambiar significativamente el resultado mensual”, dijo Zelpo.
De hecho, la suba del dólar oficial en febrero se transforma en una caída en términos relativos, porque el dólar sube mucho más rápido en otras partes. Por ejemplo, en el mes Argentina se encarece 3,6% respecto de Brasil, 2% respecto de México y 2,2% en comparación con Latinoamérica, según el índice de tipo de cambio real del BCRA que mide la competitividad del peso. Las monedas vecinas le sacaron ventaja al cepo.
Detrás de ese efecto sobre el dólar y los precios está empezando a pesar el contexto internacional, complicado desde esta semana por la llegada de la epidemia del coronavirus COVID-19 al continente europeo. La caída en los precios de las materia primas, por ejemplo el petróleo y su baja del 13% en sólo una semana, van a ahorrar a nivel local aumentos de naftas en los surtidores argentinos y, de manera menos directa, incluso la baja de los commoditties alimenticios ayudan -en este nivel- al menos a no fogonear subas de precios aún más veloces.
“Para la inflación, el shock global contribuye a la desaceleración, porque le sumás al congelamiento de tarifas y al impacto de precios cuidados, una apreciación real del peso, por eso cuando mirás los datos semanales de inflación ves que está 70 puntos básicos por debajo de enero”, dijo Juan Manuel Pazos de TPCG.
“Pero por el lado de la actividad económica es malísimo, por ejemplo te hace menos rentable por ejemplo a la soja aún sin sumarle aumento de retenciones. El shock externo lo está obligando al Banco Central a aceptar un atraso cambiario mayor al que quería, por lo que yo creo que la inflación va desacelerar de forma no sustentable, porque el problema es que si entrás en un atraso cambiario o de tarifas eso es acumulativo y se corrige todo de una sola vez”, agregó Pazos.
Ecolatina calcula que aunque los números de inflación nivel general sean más bajos, los avances de alimentos y bebidas todavía son veloces. Estima que acumularon un alza del 8% en dos meses, frente al 4,5% acumulado de inflación
Sin embargo, la desaceleración de la inflación da poco para festejar. No sólo porque, como temen analistas, los precios se contengan a fuerza de acumular atraso en tarifas o tipo de cambio. También porque si bien la ausencia de esas anclas permitiría una avance más veloz del precio de la canasta básica, de todas formas el ritmo de aumento de alimentos y bebidas sigue siendo muy veloz. Para Ecolatina, pese a la estabilidad en la cotización de la divisa durante los primeros dos meses del año, el aumento de los alimentos duplicaría el del nivel general: 8% versus 4,5% en ese período.
“Yo creo que la inflación va desacelerar de forma no sustentable. Van a pisar todo lo que puedan tarifas y dólar y con eso buscar bajar expectativas de cara a las paritarias. Quieren algo bien debajo de 40%, para mostrar una desaceleración significativa. El tema es cuanto nos sale eso en materia de subsidios y desinversión, cosas que vamos a pagar después”, dijo Gabriel Caamaño de Consultora Ledesma.
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