Después de participar durante el fin de semana en la reunión de ministros de finanzas y presidentes de Bancos Centrales del G20 que tuvo lugar en Riad, Arabia Saudita, el ministro de Economía, Martín Guzmán, arribará este lunes a Washington, donde tendrá como actividad central reuniones con directivos y funcionarios del Fondo Monetario Internacional.
Al día siguiente, se trasladará a Nueva York, principal sede de los acreedores privados de los que el gobierno y el Fondo pretenden una “contribución apreciable” para aliviar el peso de la deuda.
Allí, Guzmán mantendrá lo que fuentes de Economía llaman reuniones “estratégicas”. En Nueva York reside el grueso de los administradores de fondos que detentan gran parte de la deuda en divisas y sometida a legislación neoyorquina que el gobierno pretende restructurar para volverla “sostenible”.
Si bien Economía está atrasada con el calendario que se había auto-impuesto para el proceso de restructuración (por caso, aún no se sabe cuál será el “agente de información”) en los últimos días dio pasos significativos en pos de ese objetivo.
En primer lugar, la misión del FMI que visitó la Argentina entre el 12 y el 19 de febrero emitió una declaración en la que el organismo afirmó que la deuda del país “no es sostenible”, que el esfuerzo para reducirla a niveles consistentes con un financiamiento “manejable” y un “satisfactorio” nivel de crecimiento “no es económicamente ni políticamente factible” y por lo tanto “se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados”.
De esa fraseología, el gobierno destacó que el principal organismo del sistema financiero global suscribiera que la deuda “no es sostenible” y que para volviera a serlo los bonistas privados deben poner las barbas en remojo, que no otra cosa significa “una contribución apreciable”.
<mark class="hl_orange"><b>Arabescos</b></mark>
El fin de semana, en Arabia Saudita, Guzmán avanzó unos pasos más por el sendero de la restructuración. El sábado, en una reunión bilateral, acordó con la directora del Fondo, Kristalina Georgieva, la vuelta a la Argentina de las misiones “artículo 4” (de “revisión”) del Fondo, y por primera vez tanto Economía como el organismo hablaron de “programa”.
Justo el día antes Alberto Fernández había dicho que en su gobierno no eran “caprichosos”, adjetivo que debe leerse a la luz de la historia reciente: fueron justamente caprichos de Néstor y Cristina Kirchner los que, entre 2007 y 2015, impidieron las visitas de “revisión” de FMI a la Argentina. Misiones que entonces hubieran sido más bien burocráticas –el gobierno no tenia ningún programa con el Fondo ni “condicionalidad” alguna que cumplir- pero suponían el riesgo de que un organismo con un megáfono tan potente denunciara la escasísima fiabilidad de las estadísticas que proporcionaba el Indec.
Ayer, Guzmán tuvo una reunión “productiva” con el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Steven Mnuchin, esto es, el funcionario norteamericano que administra en el FMI la porción de poder del gobierno de Donald Trump.
La visita de mañana a Washington es otro paso del minué resctructurador: de un lado, definir tiempos y características de una “revisión” que precise el punto de partida para empezar a discutir pasos y metas concretas, esto es, un nuevo “programa” con el FMI.
El paso previo por Washington es, hasta desde lo gestual, útil para las reuniones que Guzmán tendrá el martes (y probablemente también el miércoles) en Nueva York con algunos bancos y fondos privados. Más allá del tironeo por la cifra de la “contribución apreciable” que el gobierno y el Fondo pedirán a los acreedores privados para aliviar la deuda argentina, lo que estos bonistas le estaban pidiendo al gobierno era, precisamente, que presentara un “programa” auditado por el organismo.
A fines de enero, el ministro pasó por la Gran Manzana e hizo una exposición ante el “Consejo de las Américas” que a los asistentes los dejó con gusto a poco.
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