Martín Guzmán y Kristalina Georgieva protagonizarán en Ryad (Arabia Saudita) un encuentro bilateral que aparece protocolar entre un ministro de Economía de un país en crisis perpetua y la directora gerente de un organismo bilateral que en los últimos sesenta años recomendó planes de ajuste que sólo causaron miserias e inestabilidad democrática.
Sin embargo, la reunión de este sábado entre Guzmán y Georgieva para analizar la relación entre Argentina y el Fondo Monetario Internacional (FMI), puede significar un punto de inflexión respecto a las recetas ortodoxas que siempre privilegiaron a los fondos de inversión y a los acreedores privados que operan en New York.
No fue un hecho azaroso que Alberto Fernández fuera recibido por Francisco, Pedro Sánchez, Giuseppe Conte, Emmanuel Macron y Ángela Merkel para tratar la situación de la deuda externa de la Argentina. Y tampoco fue casualidad que el comunicado oficial del FMI argumentará que en el siglo XXI los ajustes serán pagados -en su volumen más trascendente- por los fondos de inversión y los bonistas bajo legislación internacional.
“En consecuencia, se requiere de una operación de deuda definitiva, que genere una contribución apreciable de los acreedores privados, para ayudar a restaurar la sostenibilidad de la deuda con una alta probabilidad”, dispuso el Fondo en su comunicado del miércoles pasado.
A diferencia de la zaga en el siglo XX, que tuvo su máximo esplendor durante la administración de Mauricio Macri, los millones de dólares que se giraban desde de Washington sólo se utilizaban para pagar la deuda externa. Y en este contexto, los fondos de inversión y los bonistas (“acreedores privados”, en la jerga FMI), se llevaban la parte más sustanciosa.
No es que Guzmán y Georgieva ejecutarán el inicio de una Revolución Financiera en las cercanías del reino más conservador y retrogrado de Medio Oriente, simplemente confirmarán en el G-20 de Arabia Saudita que el poder global está esbozando un cambio de reglas para afrontar las crisis económicas de los países emergentes. Esta es la importancia de la reunión entre el ministro de Economía argentino y la directora gerente del FMI.
Europa Occidental -España, Italia, Portugal, Francia y Alemania, por citar países con cercanía al Presidente-, y Estados Unidos con su aval silencioso, empuja una lógica institucional diferente que reparte las cargas del ajuste en términos distintos. Hasta la gestión de Christine Lagarde, las sociedades civiles pagaban la fiesta y los bonistas privados cobraban sus cupones.
Ahora, con Georgieva sucediendo a Lagarde, el concepto de responsabilidad social adquiere otro formato y otra magnitud. Las sociedades civiles ajustan su parte -Alberto Fernández modificó los índices de actualización jubilatoria- y los fondos de inversión deberán cargar con el mayor peso de la crisis.
“El personal del FMI hizo hincapié en la importancia de continuar un proceso colaborativo con los acreedores privados para maximizar su participación en la eventual operación de deuda”, dice el comunicado del FMI que autorizó Georgieva.
La sintaxis diplomática del Fondo estableció dos reglas de juego: “contribución apreciable” y “proceso colaborativo”. Es decir: el FMI le está diciendo a los acreedores privados que acepten una quita del capital, su roll over cuasi infinito y convaliden una poda importante en los cupones, a través de un “proceso” que no pierda tiempo, que no incluya chicanas y que, por sobre todo, sea “colaborativo” y los más ordenado posible.
Esa es la intención de Europa, la Casa Blanca, el FMI y, obviamente, la Argentina, que no quiere caer en default con los bonistas internacionales. Pero se trata de una versión multilateral de whisful thinking. Los Top 5 -BlackRock, Templeton, Ashmore, Fidelity y Pimco- no aceptan esta perspectiva geopolítica y van a defender sus acreencias.
En Nueva York y Londres asumen que una quita, un canje ordenado y el respaldo de Trump puede empujar un up side de los bonos soberanos traccionados por la baja del Riesgo País. Sin embargo, los fondos de inversión que operan en esos mercados financieros consideran que Guzmán -apoyado por Georgieva- “está en modelo Terminator” y que debería bajar sus expectativas cuando inicie su road show a principios de marzo en Manhattan.
Guzmán embarcó ayer rumbo a Ryad. Hace escala en Frankfurt y aterrizará a la noche en la capital de Arabia Saudita. Georgieva vuela a la cumbre del G-20 Finanzas desde Marruecos, adonde estaba cumpliendo una gira institucional. La reunión del ministro y la directora ejecutiva será mañana en horario a confirmar.
Además de ratificar la posición común sobre los bonistas bajo legislación internacional, Guzmán agradecerá a Georgieva el apoyo del FMI a la Argentina, y juntos afinarán los términos del acuerdo formal que tiene que aprobar el Board en Washington. No hay fecha prevista, pero se cree que en DC ya sería primavera.
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