El presidente Alberto Fernández acaba de afirmar, refiriéndose al control cambiario, que “el problema que nos dejó Macri es que no hay dólares en Argentina, y como no hay divisas, y las que hay las necesitamos usar muchas veces para pagar insumos y producir, preferimos preservar esos dólares”.
Si bien desde esta misma columna he manifestado en reiteradas oportunidades mis diferencias con la política de endeudamiento del anterior gobierno, así como el endeudamiento del BCRA y la política cambiaria, me parece oportuno aclarar que actualmente, en realidad, no hay dólares suficientes al precio que el gobierno quiere que haya dólares, es decir al tipo de cambio oficial de 63 pesos. No es que falten dólares, faltan dólares a un precio artificialmente bajo.
Por otro lado, los dólares que ingresan por exportaciones tampoco son de la Argentina, ni del BCRA, ni del Gobierno. Pertenecen a quienes produjeron y exportaron. Imaginemos que no existe la intermediación del exportador, cuando el productor de soja, maíz o lo que sea que se exporta vende sus productos está entregando algo que es de su propiedad y recibe dólares que también son de su propiedad. De manera que esos dólares que ingresan por exportación son de legítima propiedad de quienes produjeron un bien para ser exportado. Que el Estado se los quede por la fuerza y a un precio artificialmente bajo, no significa que sean dólares del Estado, son dólares que el Estado le quitó al exportador por la fuerza y a cambio le entregó unos pesos que nadie quiere porque se deprecian continuamente. Encima que el Estado le quita al exportador sus dólares, se los quita entregándoles menos pesos que los que el mercado está pagando. Es decir, le quita los dólares y además le entrega menos pesos por dólar de los que debería entregarle.
Pero, por otro lado, hay una inconsistencia en la política cambiaria oficial. El Presidente dijo que faltan dólares. Una de las maneras que se genera ingreso de dólares es con exportaciones. Sin embargo, el exportador es castigado con un dólar artificialmente barato y, además, con un impuesto a las exportaciones que desestimula las exportaciones. Por ejemplo, el productor de soja no recibe el artificial tipo de cambio de $63 por cada dólar exportado, sino que recibe $44 menos todos los impuestos, pero tiene que pagar los insumos a precio de tipo de cambio de 63 pesos. O sea, al sector que más exporta se los castiga con el tipo de cambio y con impuestos generando todos los desestímulos posibles para que ingresen dólares por el lado de las exportaciones.
Otra manera de generar ingreso de divisas es mediante inversiones. Teniendo en cuenta la política impositiva que decidió aplicar el gobierno frenando el ajuste por inflación de los balances y aumentando la carga tributaria, tampoco se estimula el ingreso de dólares por inversiones que, en última instancia, es la única manera de crecer: aumentando la inversión para crear más puestos de trabajo, bajar la desocupación y en el mediano plazo mejorar los ingresos reales de la población para que pueda mejorar el consumo.
En definitiva, a los dos factores fundamentales que podrían generar el ingreso de dólares que hoy tanto preocupa al gobierno, se les aplicó los desincentivos necesarios para que no vengan, así que la escasez de dólares va a seguir existiendo. Esto lleva a adoptar una política como la del “cepo” para que la gente no pueda comprarlo que es un ingrediente más que frena el ingreso de dólares para invertir, porque nadie va a ingresar divisas a un país para luego no poder sacarlas si así lo desea. Nadie se mete solo en una jaula, cierra con llave y tira la llave lejos para quedar atrapado al lado del feroz fisco argentino.
A los dos factores fundamentales que podrían generar el ingreso de los dólares que hoy tanto preocupan al gobierno se les aplicó los desincentivos necesarios para que no vengan, así que la escasez de dólares va a seguir existiendo
Acá el problema de fondo es que el gobierno no quiere que el dólar suba, por lo tanto mantiene un precio artificialmente bajo y lo raciona vía el cepo cambiario. El problema es que al mantener artificialmente bajo el tipo de cambio, se afecta el tipo de cambio real.
Si comparamos el tipo de cambio promedio de octubre 2019 contra el tipo de cambio enero 2020, se observa un aumento del 3,6%, en tanto la inflación en el mismo período fue del 12% asumiendo una inflación del 3,2% en enero. Es decir, Argentina tiende a ser cara en dólares y esto lleva a que se compliquen las exportaciones y se estimulen las importaciones.
Lo que aparentemente está intentando hacer el gobierno es utilizar la vieja receta de pisar el tipo de cambio y los precios de ciertos productos (precios cuidados y tarifas de los servicios públicos) para frenar la inflación. Sin embargo, con tarifas congeladas, precios cuidados y tipo de cambio pisado que subió solo 3,2% en los últimos 3 meses, la base monetaria tuvo un aumento, considerando los promedios mensuales, del 22% comparando enero 2020 versus octubre 2019.
En definitiva, el Gobierno se está metiendo en un problema del cual le será cada vez más complicado salir. Pisa los precios claves de la economía pero sigue emitiendo moneda que la gente no quiere. Eso no termina bien. Es imperativo que revea su estrategia.
Finalmente, todo parece indicar que el presidente Alberto Fernández está intentando reeditar el gobierno de Néstor Kirchner en la parte económica. En ese punto tiene que tener presente que las condiciones son totalmente diferentes. En primer lugar no hay un stock de capital heredado en infraestructura como el que dejó Menem como para consumírselo sin afectar los servicios públicos. Me refiero al sistema energético, rutas, puertos, etc. Algo se recuperó en el gobierno de Macri pero no todo y se hizo con deuda que ahora hay que pagar y no se va a pagar.
El problema de fondo es que el gobierno no quiere que el dólar suba, por lo tanto mantiene un precio artificialmente bajo y lo raciona vía el cepo cambiario
En segundo lugar, ya no hay viento de cola con precios de las commodities volando. En 2001 el precio de la soja, a precios actuales, cotizaba en el mercado de Chicago a USD 243 la tonelada; en 2002 a USD 268 y en 2003 cotizó a USD 323 la tonelada. O sea, a precios constantes, Néstor Kirchner se encontró con una soja que había aumentado el 33% respecto al 2001 y el 21% respecto al año anterior. Hoy esos aumentos de las commodities no existen ya que la soja está igual que en 2019 y 16% más baja a precios constantes que en 2016 que fue el pico de precio que le tocó a Macri.
Por otro lado, el gasto público consolidado que recibió Néstor Kirchner era de 29% del PBI y actualmente está en 46% del PBI. De manera que el margen para financiar más gasto público es nulo. Ni siquiera se puede financiar este nivel de gasto público consolidado. Las condiciones hoy son totalmente diferentes a las que había en 2003 y, por lo tanto, replicar el modelo de ese momento es inviable.
El presidente Fernández tiene que cambiar por completo lo que se hizo tanto en la era K como lo que se hizo con Cambiemos en materia económica. Claro que para eso tiene que cambiar su filosofía política y económica, porque seguir por este rumbo lo lleva a un callejón sin salida.