La saga de la deuda bonaerense: una negociación que arrancó tarde, con la fecha límite que está cerca y un acuerdo que parece muy lejano

Kicillof extendió el plazo del ultimátum a los acreedores del bono BP 21, pero la reacción de los mercados y las dificultades para lograr el consenso de al menos los tenedores del 75% le ponen suspenso a este primer round de la negociación de la deuda nacional

El gobernador Kicillof con el presidente y la vicepresidenta. Según el ministro Guzmán, la estrategia de la Nación y la provincia para la deuda están "coordinadas"

La cuestión se hizo pública el 14 de enero. Mediante una solicitada, la provincia de Buenos Aires anunció que solicitaba "el consentimiento de los tenedores de sus Bonos 10,875% con vencimiento en 2021 para aprobar ciertas enmiendas a sus términos y condiciones”.

Específicamente, la provincia pidió postergar hasta el 1 de mayo la segunda de las tres cuotas de capital del bono conocido como BP 21, que el 26 de enero de 2011 el gobierno de Daniel Scioli había emitido por un total de USD 750 millones a una tasa de 10,875% y bajo ley de Nueva York. La primera de las tres cuotas había sido pagada, el 26 de enero de 2019, por el gobierno de María Eugenia Vidal y la segunda última están programadas para el mismo día de 2020 y 2021.

Aunque la provincia informó que sí pagaría los intereses (por unos 27 millones de dólares), la noticia cayó como una bomba en los mercados: ese día el BP 21 llegó a caer hasta 10%. Es que, además, el fin de semana previo el ministro de Economía de la Nación, Martín Guzmán, había dicho que el gobierno no contemplaba auxiliar a Buenos Aires y el propio presidente Alberto Fernández había respaldado esos dichos: “No está previsto en las cuentas del Estado nacional. Es la más estricta realidad. Después tenemos que ver cómo encarar el problema. Lo que se heredó de la gestión anterior es todo deuda”, dijo en declaraciones televisivas.

¿Insostenible?

“Lo que vuelve insostenible el pago es el fuerte endeudamiento de la gestión de Vidal”, declaró Axel Kicillof al explicar el anuncio. “La carga de la deuda es insostenible. Lo que ocurrió en la provincia es un capítulo más de la forma en la que se endeudó el país durante la gestión del presidente Macri”, dijo el gobernador bonaerense, lamentando que en 2020 debe afrontar USD 3.000 millones en vencimientos y USD 8.800 millones en cuatro años de gestión contra –dijo– USD 4.500 millones que afrontó Vidal. Por esas razones, fundamentó, “en estas condiciones no se van a poder honrar las deudas”, lo que exige “soluciones de consenso”.

No está previsto en las cuentas del Estado nacional. Es la más estricta realidad. Después tenemos que ver cómo encarar el problema. Lo que se heredó de la gestión anterior es todo deuda (Alberto Fernández)

Al día siguiente, en un hilo de seis tuits, Hernán Lacunza, ex ministro de Economía bonaerense y de la Nación, le respondió a Kicillof que la deuda total de la provincia era algo menor al nivel de 2015 y que en el peor de los casos, ignorando deudas “ocultas” del gobierno de Scioli, había aumentado 1.800 millones, unos 100 dólares por habitante de la provincia, contra obras públicas por USD 6.000 millones. Los vencimientos podían pagarse “para encarar una negociación integral”, le señaló, aunque reconoció que el peso de la deuda en divisas había aumentado del 60 al 80% del total debido a la devaluación del peso frente al dólar.

Los mercados, mientras tanto, se preguntaban si Kicillof estaba solo o daba el primer paso de la restructuración de la deuda argentina. De hecho, es el primer intento de “reperfilamiento” de deuda provincial, después de dos que ya había hecho unilateralmente la Nación con letras del Tesoro emitidas bajo legislación nacional. Había dos diferencias: Buenos Aires solicitaba “consenso” para cambiar condiciones, y para bonos sometidos a ley neoyorquina.

Ya en diciembre, la cuestión de los vencimientos de la deuda bonaerense e incluso la segunda cuota del BP 21 había surgido en reuniones del ministro Guzmán con el finalmente no formalizado “comité de negociación de la deuda”, pero sin una conclusión clara sobre qué hacer. Guzmán dejó allí en claro sus prioridades: consolidación fiscal, restructuración de la deuda y elaboración de un programa macroeconómico consistente.

El ministro de Economía, Martín Guzmán (REUTERS/Mariana Greif)

De hecho, señaló un asistente a esas reuniones, el gobierno descartó recurrir a los USD 13.000 millones de desembolsos pendientes del fallido acuerdo de Macri con el FMI porque eso habría significado “negociar” uno nuevo con el Fondo antes de tener el programa propio listo. Entre mediados de diciembre y enero hubo conference calls y conversaciones telefónicas con tenedores del BP 21, pero faltó “longitud de onda”, según señaló un conocedor del proceso.

¡Qué jugadores!

El gobierno bonaerense contrató a Morrow Sodali, una empresa de servicios y consultoría con sede en Nueva York y Londres con un área de “inteligencia en mercados de capital” a cargo de Gerald Davis y Tom Margadonna. Del lado bonaerense, los funcionarios más involucrados son el ministro de Economía, Pablo López, y el subsecretario de Finanzas, Agustín Álvarez.

La cartera de Morrow, cuya tarea es identificar a los acreedores y ayudar así a lograr el 75% necesario para intentar cambiar los términos de pago del BP 21, es importante. Aparecen allí firmas del sector financiero como Citibank, American Express e Intesa, industriales como General Electric, mineras como la británica Río Tinto y la brasileña Vale, el consorcio europeo Airbus, las farmaceúticas Pfizer y Merck, Johnson & Johnson, petroleras como Repsol, la francesa Vivendi y otras de gran porte.

Mientras, los tenedores del BP 21 formaron un “comité de acreedores” con el asesoramiento financiero de Mens Sana Asesores, del argentino Marcelo Delmar, y BroadSpan Capital, y contrataron a los estudios de abogados Arnold & Porter, como asesor internacional y, en el ámbito local, a Bruchou, Fernández Madero y Lombardi, estudio en el que trabajó cuatro años Sergio Chodos, flamante representante argentino ante el FMI.

La deuda es excesiva, van a tener que aceptar "recortes significativos" fue el mensaje en Davos de Joseph Stiglitz (REUTERS/Thomas Peter/Pool)

El martes 21 fue una jornada intensa. Desde el Foro de Davos, Joseph Stiglitz, mentor académico del Guzmán en la Universidad de Columbia y premio Nobel de Economía 2001, dijo que los acreedores de la Argentina debían esperar “recortes significativos” en el valor nominal de sus papeles. “Sería una fantasía pensar lo contrario”, señaló. Casi en simultáneo, en rueda de prensa, Guzmán anunciaba el envío al Congreso de un proyecto de ley para restaurar la “sostenibilidad” de la deuda y enfatizaba que el manejo de la deuda bonaerense estaba “coordinado” con la Nación, “De nada serviría hacer ahora un salvataje a la provincia”, remachó.

Esa misma noche, el comité de acreedores provinciales emitió desde Nueva York un duro comunicado reprochando al gobierno provincial la falta de contacto e indicios de cómo sería la restructuración si los acreedores aceptaban la extensión de plazos. La tenencia del BP 21 es muy dispersa, agregó, marcando la dificultad de lograr el “consenso” que pidió la provincia.

Los bonos hablan

Quedaban menos de 48 horas para el límite anunciado por Kicillof. La falta de acuerdo y la incertidumbre llevaron a una fuerte caída de los bonos argentinos, reflejada en el aumento del riesgo país, que volvió a superar la barrera de los 2.000 puntos después de haber estado, en las primeras semanas del gobierno de Alberto Fernández, debajo de 1.800.

Ya se conocía, por cierto, la decisión del presidente de llevar consigo a Israel a Kicillof, a los actos de conmemoración del Holocausto (por los 75 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz) y también el viaje que Guzmán hará mañana a Nueva York, donde buscará convencer a inversores en un desayuno en el Consejo de las Américas y se verá luego con emisarios del FMI y del Tesoro de EEUU. Además, en febrero Guzmán participará en Roma en un evento organizado por el Vaticano, en el que se debatirá la cuestión de la deuda.

Aún en medio del desplome de los bonos argentinos, el jueves, en Jerusalén, Kicillof seguía siendo “optimista” sobre el desenlace de la saga. “El diálogo sigue abierto. Hay bonistas que aceptaron y otros que no. Venimos dialogando con todos y se está llevando adelante una negociación de buena fe", le dijo al enviado de Infobae.

Kicillof en Jerusalén, saludando al presidente israelí. Desde allí, postergó el plazo para conseguir el consenso del 26 de enero al 5 de febrero (GPO. Estado de Israel)

Al día siguiente, sin embargo, el gobernador prorrogó su ultimátum. “El 5 de febrero es la última oportunidad para un acuerdo”, dijo, todavía en Israel, buscando hacer de la debilidad fortaleza. “Los bonistas pidieron un plazo mayor en las charlas. Quieren seguir las conversaciones. Es un bono que tiene propiedad muy dispersa y las clausuras de estos bonos lo que dice es que para que se haga una aceptación tiene que tener un acuerdo del 75% y es muy exigente”. Y el sábado agregó una precisión, Fidelity, el mayor tenedor del BP 21, tendría aproximadamente 16% del total. Es uno de los diez mayores administradores de fondos del mundo: con unos 2,5 billones de dólares en cartera, unas 5 veces el PBI de la Argentina.

Por esas horas, un financista que conoce los dos lados del mostrador reconocía: “El 75% está lejos”.

Las expectativas sobre el desenlace difieren. “La situación es bastante negativa, de lo contrario no habría motivo para una prórroga; no es un buen indicio, si no habrían aceptado de una”, dijo a Infobae Daniela Wechselblatt, de DW Global Investment. “Sería incómodo para el gobierno no llegar a acuerdo y el principal acreedor, Fidelity, inicialmente se había negado”, señaló a Infobae.

Los acreedores son remisos la prórroga sin saber siquiera qué ofrecería Buenos Aires en mayo, cuando se supone que tendría como guía el resultado de la renegociación nacional, porque además a esta altura se empieza a dudar del plazo del 31 de marzo que se habían fijado inicialmente el presidente y su ministro de Economía. Además, señaló Wechselblatt, “los fondos también tiene que responder a sus inversores, y el inversor no le cree a la Argentina. ¿Por qué habría de creerle ahora, a un gobierno de tinte populista? Guzmán pide confianza, pero los inversores quieren saber cuánto podrían cobrar de capital e intereses y para eso quieren ver un plan; a las palabras se las lleva el viento”.

Los Fondos de Inversión tienen que responder a sus inversores, y el inversor no le cree a la Argentina. ¿Por qué habría de creerle ahora, a un gobierno de tinte populista?

Otro consultor y ex funcionario dijo “no me gustaron las idas y vueltas ni la aparente falta de coordinación inicial entre provincia y nación, que luego trató e despejar Guzmán diciendo que estaban perfectamente coordinados. Ése fue el objetivo de la conferencia de prensa de Guzmán, cuando anunció el proyecto sobre ‘sostenibilidad’. Pero a mí lo que más me preocupó fue la simultaneidad de las declaraciones de Stiglitz en Davos y de Guzmán acá diciendo que el canje no será tan amigable”.

El consultor apuntó a la suerte de los bonos la semana que pasó. “Ahora se sabe que el canje será más duro y la reacción no fue buena”, señaló. “No sé si el gobierno quiere arreglar antes o después con el Fondo, pero negociar la deuda sin mostrar un plan económico es imposible: los acreedores necesitan saber el sendero del superávit primario para calcular el valor de sus bonos y la solidez y credibilidad de la propuesta. Prefieren un plan auditado por el FMI, pero sí o sí quieren ver un plan”.

Los vencimientos de deuda de 2020, según un informe de la calificadora Standard & Poor's, equivalen a poco menos del 5,5% de los ingresos de la provincia en 2020

Mientras, el resto de las provincias aprovecharon el envío de la llamada “ley Guzmán” para porotear su apoyo pidiendo reciprocidad en la forma del diferimiento de sus pagos de deuda al Tesoro nacional y al Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses, y que el proyecto de “sustentabilidad” de la deuda contemple también a las provincias. Según un informe de la calificadora de riesgo Standard & Poor’s, Buenos Aires tiene este año la carga de vencimientos más importante; casi 5,5% de sus ingresos proyectados, de los cuales 4 puntos porcentuales se deben a bonos internacionales. Neuquén, Jujuy, Salta y Mendoza siguen en ese ranking, aunque la Ciudad de Buenos Aires es la segunda si se tienen en cuenta los vencimientos de bonos internacionales.

En el póker de la deuda, nadie quiere hacer el mínimo gesto que revele sus cartas, pero la partida bonaerense está pronta a definirse. Un factor que los acreedores tienen en cuenta es que Kicillof, como ministro, fue quien incurrió en default técnico en 2014, después de un amago de arreglo, al decidir no acatar fallos de los tribunales de Nueva York a favor de los holdouts, los acreedores que no habían entrado en los canjes de 2005 y 2010. Ni los esfuerzos del Papa Francisco lograron evitar lo que un libro llamó “El default más tonto de la historia argentina”.

A lo largo de aquel año el entonces ministro y hoy gobernador esgrimía el argumento de la “cláusula RUFO” (que obligaba a extender a todos los bonistas cualquier mejora que recibieran los holdouts antes del 31 de diciembre de 2014) para negarse a un arreglo. Pero la salida no ocurrió en 2015, sino recién en 2016, cuando el gobierno de Macri decidió pagar las sentencias e inició un nuevo ciclo de endeudamiento, ése del que Kicillof reniega para volver a ponerse al frente de una nueva Cruzada.

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