El cielo no cayó sobre las Pampas, como algunos temían. El nuevo gobierno argentino actuó con rapidez y, en perfecto opuesto a la política del gobierno de Macri, presentó una política fiscal dura con una política monetaria blanda, pero aún no dijo cómo manejará la deuda, dice un artículo de The Economist.
El semanario británico reconoce que Alberto Fernández heredó una situación económica complicada, que el propio presidente llamó de “cuasi-default” y con la aprobación del paquete de emergencia y los controles cambiario y de precio, más relativa tranquilidad de la temporada estival, pudo ganar tiempo. La duda es si lo usará bien. Macri, recuerda la nota, entró en serios problemas por “ganar tiempo” con su política gradualista, hasta que debió caer en los brazos del FMI y en un proceso de recesión con inflación que lo condujo a la derrota en las elecciones presidenciales 2019.
La influyente revista reconoce que si bien la prioridad del ministro de Economía, Martín Guzmán es “detener la caída” y que el gobierno suavizó el impacto del paquete fiscal sobre los más pobres con un aumento extra, esas medidas pierden filo ante lo que define como “una política monetaria opaca”.
El gobierno suavizó el impacto del ajuste fiscal sobre los más pobres con un aumento extra, pero esas medidas pierden filo ante una política monetaria opaca
“El BCRA dice que tiene intención de mantener tasas de interés positivas y evitar el excesivo crédito al gobierno, pero en la práctica está llevando las tasas de interés a territorio negativo”, dice la nota y cita a “un economista que trabajó en un anterior gobierno peronista” según el cual el Central se convirtió en “la imprenta del gobierno”. La duda es si eso servirá para reavivar el consumo, como cree el gobierno, o ampliar la brecha cambiaria y avivar la inflación.
A diferencia de 2001, cuando el peronismo celebró el default, ahora Fernández y sus funcionarios dicen que la Argentina pagará sus deudas, pero necesita tiempo para hacerlo, algo que también aceptan los acreedores, dice el artículo. Además, una misión del FMI visitará pronto Buenos Aires y Guzmán promete tener un acuerdo para fines de marzo. El tiempo es clave, sigue el semanario. Si el gobierno se mueve rápido, para entonces los bonos estarán aún en manos de inversores institucionales antes que en la de fondos buitre. Al respecto, cita al ex director argentino ante el FMI, Héctor Torres, considera un error no haber recurrido a los cerca de 11.000 millones pendientes del acuerdo con el Fondo.
Pragmático moderado
El artículo reconoce que, como dice Guzmán, el gobierno “navega por un estrecho corredor”, resta saber qué hará después. Si los controles se prolongan, advierte, se acumularán distorsiones y presiones, como sucedió en los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner. El presidente es “un pragmático moderado”, pero aún no presentó su plan de largo plazo, porque "tiene que negociar no sólo con los acreedores, sino también con su vicepresidenta, una populista de izquierda”.
El semanario concluye calificando de “ambigua” la postura presidencial. De un lado, reconoce que la Argentina necesita aumentar sus exportaciones y consensucar un plan de largo plazo. Del otro, atacó “las recetas que siempre fallaron”.
“De hecho, siempre fallaron en la Argentina, que siempre quiso jugar con reglas propias”, cierra el artículo, citando una frase de Jorge Luis Borges: “el mundo, desafortunadamente, es real".
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