El directorio del Banco Central (BCRA) tratará hoy, entre otras cuestiones, una modificación a los plazos fijos UVA, la contracara de los créditos UVA que sirven para proteger a los ahorros de la inflación. Esta vía de inversión impulsada por el ex presidente Federico Sturzenegger nunca llegó a popularizarse por sus plazos mínimos de, primero, 6 meses y, luego, 3 meses. Ahora, la intención del organismo que conduce Miguel Pesce es permitir precancelarlos pasados los 30 días. Por las repetidas bajas a la tasa de las Leliq, los plazos fijos tradicionales a 30 días rinden cada vez menos y pierden contra la inflación esperada.
De la mano de la creación de los préstamos hipotecarios UVA, en 2016 el BCRA generó también la posibilidad de ahorrar con depósitos que pagaran de acuerdo al ajuste de ese índice que sigue a la inflación. La idea era que el ahorro en estos instrumentos fuera el fondeo para los créditos hipotecarios que, después de la disparada inflacionaria de los últimos dos años, frenaron su crecimiento. Y quedaron en el centro de las críticas a pesar de que registran un nivel de mora muy bajo.
Las trabas cambiarias impuestas en septiembre y endurecidas en octubre le dieron un nuevo aire a estos depósitos en los últimos meses. Fenómeno al que también colaboró la acelerada baja de tasa que impulsa el BCRA. Ante la falta de alternativas para colocar pesos sin perder contra la inflación y el cierre del mercado cambiario, más ahorristas se inclinaron por estas colocaciones menos tradicionales.
Sin embargo, el instrumento nunca despegó. Al 10 de enero, último dato disponible, el sotck de plazos fijos tradicionales del sector privado llegaba a más de $ 1,3 billón. El mismo día, todo el dinero del sector privado colocado en plazos fijos UVA en el mercado local alcanzaba apenas $26.317 millones.
El principal escollo para esas colocaciones, entienden en el BCRA, es su plazo. El 80% de los depósitos a plazo fijo tradicionales están puestas a plazos de 30 a 45 días. Los ahorristas argentinos se resisten a alargar plazos y mucho más a triplicarlos para dejarlos inmóviles durante 90 días, como exige la normativa actual.
Pero dado que el rendimiento de los plazos fijos tradicionales no para de caer y que la inflación no cede, Pesce y los suyos aspiran al menos a ofrecer esta alternativa.
Hoy, la tasa promedio de los plazos fijos minoristas es del 35% anual, que traducido a 30 días implica un rendimiento efectivo mensual del orden del 2,8%. Es un premio que no alcanza siquiera a compensar frente a la inflación esperada del 3,8% que surgió del último Relevamiento de Expectativas del Mercado.
Por ello, el intento de popularizar esta vía alternativa de ahorro se enfoca en la posibilidad de recortar los plazos mínimos.
El plazo mínimo, sin embargo, no había sido puesto por nada. Originalmente se habían establecido en plazos de 6 meses porque, si el Gobierno de Cambiemos soñaba con un mercado hipotecario en crecimiento, se necesitaba que el fondeo atado a UVA fuera lo más estable posible.
Pero, además, estaba el riesgo de que las colocaciones ajustadas por inflación se volvieran demasiado volátiles. Como el dato de inflación oficial se conoce con medio mes de retraso, los plazos más cortos les permiten a ahorristas e inversores manejarse de una forma algo más especulativa. Es decir, entrar y salir de plazos fijos UVA de acuerdo que los datos de inflación sean más o menos altos. Esto, explican en el sector financiero, puede generar una excesiva volatilidad en el fondeo de los bancos y generarles problemas puntuales de liquidez.
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