Los desafíos que enfrentará el nuevo gobierno en materia económica son claros y agudos. Por lo tanto, la duda de algunos ejecutivos del sistema financiero y de ciertos economistas es si la decisión de Alberto Fernández de dividir al gabinete económico en dos ministerios entre Martín Guzmán (Economía) y Matías Kulfas (Desarrollo Productivo) es el mejor camino para resolverlos o si, por el contrario, este gabinete económico no nace como un “pato rengo”.
El interrogante surge sobre todo porque los flamantes funcionarios no tienen un entrenamiento en conjunto –tampoco con el presidente del Banco Central, Miguel Pesce– que les permita jugar en equipo casi sin mirarse.
“Esta decisión es como poner a 11 jugadores por primera vez en la cancha a jugar un partido sin que hayan hecho más de uno o dos entrenamientos juntos”, graficó un banquero.
La decisión de poner a dos ministros que no han trabajado juntos y que tienen misiones contrapuestas puede chocar contra el objetivo de recuperar el crecimiento económico y mejorar los indicadores sociales como pretende el presidente entrante
La fuente del sistema financiero indicó a Infobae que la división de la cartera económica refleja la estrategia del presidente de evitar tener a un ministro que lo opaque.
Ministro fuerte versus ministros débiles
Sin embargo, como ocurrió con el propio Néstor Kirchner, contar con un ministro fuerte, como Roberto Lavagna, demostró tener sus ventajas en términos técnicos y electorales.
“Este equipo económico nace rengo: Fernández repite el error de Mauricio Macri y de otros presidentes: dividir para que nadie discuta sus decisiones”, señaló otro ejecutivo del sector financiero.
El problema central es que nuevamente quedará de un lado un ministerio que “gasta” (Producción) y otro que debe buscar lo contrario: equilibrar las cuentas públicas (Hacienda), aclaró la fuente.
Esta puja se observó en los últimos años entre el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el de Producción, Dante Sica. Ambos, según un integrante del gobierno saliente, se bloquearon entre sí. La división del poder fue más aguda durante un tiempo, cuando Dujovne también tuvo que convivir con el Ministerio de Finanzas, conducido por Luis Caputo, hasta que éste pasó a conducir el Banco Central a mediados del 2018.
Ahora, Kulfas quedará del lado del ministro “bueno”, que intentará reactivar rápidamente la economía, mientras que el rol de Guzmán será el del “duro”, para equilibrar las cuentas públicas y renegociar con los acreedores privados y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Un economista que conoce bien a los dos ministros que jurarán este martes expresó: “Este esquema no me convence. El modelo más exitoso fue el ministerio único que manejaron Domingo Cavallo y Roque Fernández; después se le fueron sacando funciones a Economía entre Obras Públicas, Producción y otras carteras”.
Equipo homogéneo
De todos modos, el economista aclaró que “aquel súper-ministerio funcionó porque Cavallo tenía un equipo muy homogéneo y porque el diseño del plan económico era el correcto”.
En el sentido opuesto, opinó, “el esquema de Macri no funcionó porque no sirve tener divididas las responsabilidades entre la persona que gasta y asigna recursos y el que procura obtener recursos corrientes y deuda”. Además, consideró que en el gobierno saliente “el plan falló porque las personas no eran las correctas para ocupar sus cargos y, además, nunca formaron un equipo entre sí”.
Por lo tanto, concluyó, “ningún diseño sirve si no hay un equipo que se conozca y que tenga ideas más o menos similares”.
Una tercera fuente, también de muy bueno acceso a ambos ministros entrantes, subrayó: “Se suponía que el equipo de Macri tenía gente muy preparada y objetivos parecidos y, sin embargo, los resultados en términos macroeconómicos fueron muy malos”.
Por lo tanto, indicó, “el nuevo equipo económico goza del beneficio de la duda, porque Kulfas conoce mucho de los temas productivos y Guzmán es un economista que estudia mucho los temas en los que se involucra; de hecho, desde hace varios meses sigue muy de cerca las diferentes alternativas para reestructurar la deuda argentina”.
La política económica desde el regreso democrático
Raúl Alfonsín. Luego de la sinuosa gestión de Bernardo Grinspun, el ministro de Economía fuerte fue Juan Sourrouille, que contaba con un equipo sólido y logró buenos resultados en 1985 y 1986, que le permitieron al mandatario radical bajar la inflación en forma transitoria y ganar las elecciones legislativas.
Sourrouille cenó más de 1000 noches con Alfonsín, pero nunca lo pudo convencer de avanzar en la necesidad de ajustar el gasto.
Carlos Menem. Después de las experiencias fallidas del plan Bunge y Born y de Erman González, llegó Cavallo y su amplio equipo de la Fundación Mediterránea. Lograron que la economía creciera, llegaran inversiones, se modernizara el Estado y desapareciera la inflación. Como contrapartida, aumentó el desempleo, se perdió competitividad y la capacidad de enfrentar los shocks externos.
Lo sucedió Roque Fernández, acompañado por Pablo Guidotti y Miguel Kiguel, que, con menos poder que Cavallo y sin flexibilidad cambiaria, enfrentaron tres crisis sucesivas y devastadoras: la del Sudeste Asiático, Rusia y Brasil.
Fernando De la Rúa. Luego de un trabajo de casi dos años en la FADE, asumió José Luis Machinea con un amplio equipo conformado por economistas de la UCR y del Frepaso, cuyo líder, Carlos Chacho Alvarez, apoyó entusiasmado esta alternativa frente a la posibilidad de que asumiera Ricardo López Murphy.
Con el cepo de la convertibilidad, el efecto negativo de la devaluación brasileña y los mercados voluntarios cerrados, Machinea no pudo lograr resultados positivos.
Por 15 días lo sucedió López Murphy luego hubo nueve meses de una segunda gestión de Cavallo que no pudo frenar el caótico derrumbe de la convertibilidad.
Eduardo Duhalde. El presidente interino, arrancó Jorge Remes Lenicov, acompañado por el equipo que había armado el líder bonaerense para la elección presidencial de 1999.
Remes estabilizó el tipo de cambio, congeló el gasto público, aplicó una dura política monetaria con el Banco Central de Mario Blejer y sentó las bases para que la economía empezara a crecer desde el tercer trimestre del 2002. Sin embargo, no pudo avanzar en lograr el apoyo de los acreedores externos y tuvo que renunciar.
Néstor y Cristina Kirchner. Roberto Lavagna, reemplazó a Lemes y fue el primer ministro de Néstor Kirchner. Tenía como principal colaborador a su secretario de Finanzas, Guillermo Nielsen, quien a su vez armó un sólido equipo para renegociar la deuda con Leonardo Madcur, Sebastián Palla y Sergio Chodos.
Acompañado desde el área de Programación Económica por Sebastián Katz, logró encarrilar la economía y exhibió los mejores indicadores de los 12 años del kirchnerismo, aunque no pudo avanzar en el descongelamiento de las tarifas de los servicios públicos por la oposición de Kirchner, ni en la lucha contra la incipiente inflación.
Con la llegada de Felisa Miceli, el Ministerio de Economía perdió todo poder, que se traslado a la Secretaría de Comercio Interior liderada por Guillermo Moreno, quien instrumentó la manipulación de las estadísticas públicas, los acuerdos discrecionales de precios y la destrucción del mercado local de capitales.
Todos los ministros que pasaron desde entonces (Miguel Peirano, Martín Lousteau, Carlos Fernández, Amado Boudou y Hernán Lorenzino), no pudieron minimizar la hegemonía de Moreno.
En 2013, Axel Kicillof y su equipo del Cenda lograron correr a Moreno, pero la política macroeconómica siguió su rumbo errático, con recesión y alta inflación, más un nuevo default provocado en 2014 por la falta de acuerdo con los acreedores, cuando el ministro y la presidenta Cristina Kirchner desecharon la propuesta del presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, de llegar a una solución que le hubiera permitido al país volver al mercado, luego de la escandalosa tasa del 14% pagada en un bono a Venezuela.
El cambio de gobierno hacía pensar que algún miembro de la Fundación Pensar, el think tank del PRO, acompañaría al presidente Mauricio Macri en el manejo de la economía.
Sin embargo, pocas semanas antes del inicio de su mandato, el presidente designó a un outsider, Alfonso Prat Gay, quien logró una rápida salida del cepo y un acuerdo con los holdouts, pero no congenió ni con la Casa Rosada ni con el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, para reducir el déficit fiscal y bajar la inflación en forma significativa.
¿Otro ciclo de ilusión y desencanto?
Lo que siguió fue un período muy marcado por la crisis y por el acuerdo con el FMI, incluida la breve gestión de Hernán Lacunza, que al menos permitió lograr una transición política ordenada.
De este modo, desde 1983, entre los equipos formados con tiempo y otros improvisados, entre los funcionarios heterodoxos y los ortodoxos, son pocos los ministros que pueden exhibir resultados positivos.
Dada esta historia de fracasos, tal vez sea Martín Guzmán quien pueda romper, utilizando el concepto de Lucas Llach y Pablo Gerchunoff, el eterno ciclo de ilusión y desencanto.
Seguí leyendo: