Hace tres semanas, cuando presentó en Ginebra su propuesta de reestructuración de la deuda eran pocos los que lo imaginaban con un puesto relevante en el nuevo gobierno. Pero las acciones de Martín Guzmán fueron en franco ascenso cuando se cayó la opción de Guillermo Nielsen para hacerse cargo del ministerio de Economía y ponerse al frente de la renegociación. Ahora este colaborador del Premio Nobel Joseph Stiglitz en la Universidad de Columbia se prepara para tener importantes responsabilidades en la próxima administración.
El “paper” aborda los motivos por los que el Gobierno terminó sobreendeudado y ahora es necesario avanzar en una renegociación. Los principales lineamientos que aparecen allí son relativamente tranquilizadores para los bonistas. No se habla de quitas y enfatiza la necesidad de conseguir una solución muy rápida para evitar un default total.
Incluso el trabajo es bien específico sobre la fecha en que deberían finalizarse las negociaciones: marzo 2020. Es decir que habrá que apurar negociación de la deuda tanto local como la emitida bajo ley neoyorquina durante el verano. Acelerar el proceso es fundamental si el objetivo es minimizar la pérdida de reservas ante la acumulación de vencimientos de deuda en dólares.
Guzmán no habla de quitas y enfatiza la necesidad de conseguir una solución muy rápida para evitar un default total.
Guzmán también propone dos años de gracia para el pago de intereses, es decir que no haya desembolsos en 2020 y 2021 y habla de estirar los plazos de los vencimientos de capital, pero sin mencionar la posibilidad de quitas. Esos dos años sin pagos serían fundamentales para darle tiempo de recuperación a la economía. Pero además también enfatiza la necesidad de ir hacia el superávit fiscal, aunque no especifica en qué lapso.
El trabajo es menos específico a la hora de referirse al FMI. Solo menciona que no deben solicitarse más desembolsos, aunque todavía hay USD 13.000 millones pendientes en relación al acuerdo firmado el año pasado. Sin embargo, los grandes bancos de inversión y analistas coinciden en que para avanzar en un acuerdo con los bonistas habrá que renegociar previamente con el Fondo y llegar a un nuevo acuerdo que permita estirar los plazos de vencimientos. El tema no es abordado por el economista.
Este escenario es muy cercano al que viene presentando Alberto Fernández, que insiste en que la Argentina tiene voluntad de pago. Si bien ya dejó de mencionar la posibilidad de una renegociación “a la uruguaya”, se supone que el castigo que recibirían los bonistas no sería tan drástico como el de la quita récord de 2005. Según cálculos del sector privado, en aquella oportunidad esa quita superó el 75%. Ahora se habla de niveles drásticamente menores.
Lo de Guzmán parecería estar encaminado en esa dirección. Lo más fuerte para los inversores sería aceptar esos dos años sin cobrar ni capital ni intereses de los nuevos bonos que reciban. Pero el “premio” que recibirían a cambio es que no habría quitas de capital. En esta ecuación, quedaría por despejar la incógnita de la duración de los nuevos bonos que serían entregados, con plazos que seguramente irán de 5 a 10 años.
Si esa propuesta suave es aceptada por la mayoría de los inversores, la posibilidad de un rally en el precio de los títulos no estaría lejos. Un Bonar 2020 que hoy vale menos de USD 40 podría tener un valor de USD 60 o incluso superior. Y algo similar sucedería con otros títulos.
Claro que no son pocos los que creen que será insuficiente para la Argentina con estirar los plazos de los títulos y los dos años de gracia para los intereses. La incógnita es si la Argentina puede volver a crecer, pero además en qué plazo se recuperaría el acceso al financiamiento de los mercados. Y además si efectivamente resulta “vendible” la idea de una espera de dos años para volver a pagar la nueva deuda que se colocaría.
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