Martín Guzmán, ministro de Economía: el discípulo de un Premio Nobel que eligió Alberto Fernández para renegociar la deuda

Es economista de la Universidad de Columbia, en Nueva York, trabajó junto a Joseph Stiglitz y se especializó en reestructuración de pasivos externos. Es su primera experiencia en la administración pública

Martín Guzmán, de Manhattan al Palacio de Hacienda

Martín Maximiliano Guzmán (37), será el ministro de Hacienda de Alberto Fernández desde el martes próximo, 10 de diciembre. Es uno de los asesores “fetiche” del nuevo gobierno en materia de deuda pública, goza del respeto de buena parte de la comunidad académica local, y si bien todavía no tiene experiencia en políticas públicas, desde hace semanas suena como candidato. Hoy, como adelantó Infobae, se confirmó que es el elegido por el nuevo presidente.

Algunos economistas afirman para ser ministro se requieren cuatro cualidades: conocimiento técnico, agenda, equipo y capacidad de comunicación ante el público. Guzmán tiene conocimiento técnico por su background académico. Pero no tiene agenda, ya que no conoce ni a los inversores locales ni a los extranjeros; ni equipo, salvo algunos economistas de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad de La Plata que le podría sumar; ni capacidad de comunicar, fuera de un aula o de la academia.

De las cuatro cualidades requeridas para ser un buen ministro de Economía, los analistas creen que Guzmán solo cuenta con conocimientos técnicos, pero le falta agenda, equipo y capacidad de comunicación con el público

Pese a su juventud, Guzmán goza del respeto de gran parte de la comunidad académica argentina, tanto heterodoxo como ortodoxo, dado sus nexos con ambas universidades argentinas. Su experiencia teórica en reestructuración de pasivos y sus vínculos con el kirchnerismo inclinaron la balanza a favor de este “tapado”.

Aunque estaba muy cómodo en su rol académico en la bella universidad del norte de Manhattan, las políticas públicas lo entusiasman, y decidió mudarse para formar parte del gobierno de Alberto Fernández y ocupar la silla que durante el macrismo perteneció a Alfonso Prat-Gay, Nicolás Dujovne y Hernán Lacunza. Heterodoxo y ambicioso, tiene en Matías Kulfas, próximo ministro de Producción, a su nexo más sólido en el círculo del presidente electo.

Guzmán esperó la confirmación dando clases y escribiendo papers bajo la nieve que ya llegó a Manhattan. A varios de sus amigos argentinos no les adelantó la confirmación y solo prometía verlos en Buenos Aires en fin de año. Algunos le creyeron y otros no tanto, pero todos coinciden en algo: tiene que desembarcar en la función pública con un plan elaborado, dada la alta carga de vencimientos de la deuda pública, sobre todo en pesos, que arranca este mes y se mantiene durante todo el primer semestre del 2020.

El economista en una charla en Tucumán, en octubre pasado (@Martin_M_Guzman)

Es doctor en Economía de la Universidad de Brown, EEUU, y actualmente se desempeña como Asistente de Investigación en la Universidad de Columbia, donde además dirige el programa de Reestructuración de Deuda y es miembro del Institute for New Economic Thinking’s Taskforce. También es docente adjunto de la UBA y la Universidad de La Plata y dirige el Journal of Globalization and Development.

¿Cómo llegó Guzmán a estar en el foco de atención de la política argentina? La respuesta es nítida: su relación con el premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, el preferido de la ex presidenta y nueva vicepresidenta, Cristina Kirchner. Guzmán es su discípulo desde que, al llegar a Nueva York, empezó a estudiar los papers de Stiglitz sobre macroenonomía y deuda pública. El estadounidense siempre fue crítico de las recomendaciones de política del Fondo Monetario Internacional (FMI) y elogió abiertamente a Cristina Kirchner aun en los peores momentos de la gestión 2011-2015.

Si no queremos permanecer rehenes de los mercados financieros internacionales, no debemos aceptar el desembolso pendiente del FMI

Su vínculo con Stiglitz comenzó en 2012, cuando fue convocado por la Asociación Internacional de Economía para comentar una investigación del ex jefe de asesores del presidente Bill Clinton y ex economista jefe del Banco Mundial nacido en Indiana en 1943. Actualmente, Guzmán es miembro del Institute for New Economic Thinking Taskforce on Macroeconomic Efficiency and Stability, presidido por el propio Stiglitz.

“Hasta ahora hizo una buena carrera, pero tiene bastante por crecer”, comentó un argentino que lo aprecia. “Para ser doctor en Economía Brown University, tiene un cargo del montón”, agregó otro que no le tiene gran aprecio. Entre sus actividades académicas, se destaca que es senior fellow del Centre for International Governance Innovation, el think tank de uno de los fundadores del G20, el ex premier canadiense Paul Martin, ubicado en Waterloo, Ontario.

Joseph Stiglitz y Cristina Kirchner

Su mentor previo fue Daniel Heymann, uno de los arquitectos del Plan Austral, que fue su profesor en La Plata y que lo incorporó al Instituto de Investigaciones de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, donde abrevan varios economistas del radicalismo porteño. Para llegar a Heymann, recorrió el mismo camino que para vincularse luego a Stiglitz: se fascinó con uno de sus papers y le escribió para comentarlo.

No se le conocen hobbies y se sabe que es hincha del club Gimnasia y Esgrima de La Plata, pero casi todos los detalles de su vida personal permanecen en reserva por su bajo perfil. De todos modos, sus amigos argentinos destacan su buen carácter.

Apareció en la discusión pública el mes pasado cuando presentó ante las Naciones Unidas, en Ginebra, una propuesta que incluye no realizar pago alguno por dos años, no pedir nuevos desembolsos del FMI para el pago de deuda a inversores privados, negociar de buena fe con los acreedores y alinear el plan con la necesidad de recuperar la sustentabilidad de la deuda.

En un tuit que difundió el día anterior a esa ponencia, escribió: “La Argentina será el próximo gran test para el actual (no-) sistema de resolución de crisis de deuda soberana. ¿Será funcional el sistema esta vez a resolver la crisis en tiempo y forma?”.

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Argentina será el próximo gran test para el actual (no-)sistema de resolución de crisis de deuda soberana. ¿Será funcional el sistema esta vez a resolver la crisis en tiempo y forma?

Mi presentación esta mañana en el Palacio de las Naciones en Ginebra.👇https://t.co/4A0bh9W0F7 pic.twitter.com/i0q0wQNWxU

— Martin Guzman (@Martin_M_Guzman) November 19, 2019

Los cuatro puntos principales que plantea Guzmán en ese paper son los siguientes:

- No realizar pago alguno de la deuda, ni capital ni intereses, por dos años. Esto significa que los futuros bonos que reciban los inversores que ingresen al canje no tendrían incorporados pagos en 2020 ni 2021, para comenzar con desembolsos recién en 2022.

- No se pedirán nuevos desembolsos del FMI para el pago de deuda a inversores privados. Esta postura es coincidente con la que ya viene expresando el presidente electo, Alberto Fernández, quien aseguró que no pide nuevos préstamos del organismo.

- Debe evitarse a toda costa un nuevo default y negociar de buena fe con los acreedores. El plazo máximo en el que debería concluir la reestructuración es marzo de 2020.

- La propuesta final deberá estar alineada con la necesidad de recuperar la sustentabilidad de la deuda, es decir que el Gobierno pueda enfrentar los futuros pagos. Y esta sería una condición necesaria para recuperar el crecimiento.

Para Guzmán, la Argentina tiene un problema estructural para enfrentar sus pagos soberanos

Su presentación ante la ONU está en sintonía con la importancia que el kirchnerismo le otorgó al sistema de Naciones Unidas en relación a la cuestión de la deuda soberana, pese a su falta de peso específico en esta materia. De hecho, cuando el gobierno de Cristina Kirchner cayó en el default soberano en 2014 por falta de acuerdo con los acreedores del sector privado, el entonces ministro de Economía, Axel Kicillof, impulsó una resolución que establece nueve principios básicos para guiar la reestructuración de deudas soberanas.

Su efecto práctico era nulo, dado que el juicio ya se había perdido y porque las cortes bajo las cuales se dirimían los conflictos no reconocían a las Naciones Unidas como una instancia de revisión.

Si no queremos permanecer rehenes de los mercados financieros internacionales, no debemos aceptar el desembolso pendiente del FMI

Previamente, el gobierno de Néstor Kirchner había rechazado la propuesta de un tribunal para las deudas soberanas que impulsaba en aquel entonces el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que el equipo económico liderado por el ministro Roberto Lavagna consideraba que así negociaría desde una posición de mayor fortaleza con los bonistas en default.

Para Guzmán, la Argentina tiene un problema estructural para enfrentar sus pagos soberanos, a diferencia de algunos analistas que entienden que, por la mejora en el frente fiscal y en la cuenta corriente, el país solo enfrenta un problema de liquidez de corto plazo por el cierre de los mercados.

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Liquidez y solvencia no son estados independientes. Las percepciones de solvencia afectan al precio de la liquidez, y viceversa.

Argentina tiene un problema de liquidez y de solvencia (sostenibilidad de deuda). Resolverlo es condición necesaria para la recuperación.

— Martin Guzman (@Martin_M_Guzman) November 8, 2019

Al respecto, en otro tuit, escribió: “Liquidez y solvencia no son estados independientes. Las percepciones de solvencia afectan al precio de la liquidez, y viceversa. Argentina tiene un problema de liquidez y de solvencia (sostenibilidad de deuda). Resolverlo es condición necesaria para la recuperación”.

En 2001 la Argentina tenía un claro problema de solvencia por el derrumbe de la convertibilidad, que se mantuvo durante varios años, maquillado por el default soberano que recién se resolvió en 2017. Pero la felicidad fue efímera, ya que en menos de un año los mercados voluntarios se cerraron y el país tuvo que volver a firmar un acuerdo con el Fondo Monetario para no caer en default.

A fines de 2015, en una publicación académica del Banco Central que lideraba Alejandro Vanoli, Guzmán, Doménico Lombardi y Stiglitz analizaron los problemas de equidad que pueden surgir entre acreedores y entre deudores y en los procesos de reestructuración de deuda soberana.

Para Guzmán, la Argentina tiene un problema estructural para enfrentar sus pagos soberanos, a diferencia de algunos analistas que entienden que, por la mejora en el frente fiscal y en la cuenta corriente, el país solo enfrenta un problema de liquidez de corto plazo por el cierre de los mercados

Al respecto, señalaron que la utilización de las cláusulas de acción colectiva (CACs) no resulta suficiente para resolver los problemas relacionados con este tipo de renegociaciones.

Sin embargo, las CACs constituyeron un importante avance para la Argentina tras los canjes de deuda del 2005 y 2010, ya que los bonos que cayeron en el default del 2001 no tenían esa cláusula, lo que provocó el alto nivel de litigios en las cortes de EEUU y Europa, más allá del nivel de agresividad con el que se manejó el kirchnerismo en relación a los acreedores.

La última actividad de Guzmán en Twitter fue el 22 de noviembre, cuando le dio a RT una entrevista radial en la que afirmó: “Si no queremos permanecer rehenes de los mercados financieros internacionales, no debemos aceptar el desembolso pendiente del FMI”.

Fernández, como Guzmán, aseguró que no quiere más desembolsos del FMI

Cinco días después, Fernández, repitió el concepto: “Hay un punto donde vos decís: ‘¿Tengo un problemón y voy a pedir 11.000 millones más?’. Yo lo que quiero es dejar de pedir y que me dejen pagar".

La realidad era inversa: el FMI había asegurado que no estaba dispuesto a seguir con los desembolsos –que había frenado en agosto, con las PASO– hasta que el nuevo gobierno no mostrara sus cartas; en particular, su sendero fiscal para repagar la deuda.

Guzmán tendrá la oportunidad de demostrar, como se planteó inicialmente, cuáles son sus cualidades fuera de la prestigiosa Universidad de Columbia. Será, sin duda, una experiencia sin margen para el error, dado el complejo cuadro de situación económica bajo el que asumirá el nuevo gobierno, en el inicio de la cuarta experiencia kirchnerista en el poder.

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