El deterioro de los activos argentinos se aceleró en las últimas jornadas, cuando falta apenas una semana para la asunción del nuevo presidente, Alberto Fernández. El riesgo país superó los 2.400 puntos y vuelve a niveles máximos desde las PASO, con bonos en dólares que ayer cayeron hasta 2,5%.
Todo esto reflejó el elevado nivel de incertidumbre que tienen los inversores por el proceso que se avecina. Y en este contexto el fuerte protagonismo que tomó la vicepresidente electa, Cristina Fernández de Kirchner, es uno de los factores que más peso tiene en el ánimo de Wall Street.
Los mercados empezaron a notar desde la semana pasada que la Argentina podría encaminarse a una experiencia inédita de un gobierno conducido por “dos cabezas”: la de Alberto Fernández y la de Cristina. No está claro cómo será esta convivencia, pero se trata de un experimento cuyo resultado nadie está en condiciones de garantizar. A esta altura queda claro que la ex presidenta tuvo voz y voto en la conformación del futuro gabinete, que recién se conocerá oficialmente el viernes por la tarde, pero además redobló su apuesta ayer al declarar el lunes en la causa por corrupción en la obra pública.
Este mayor protagonismo de Cristina también provoca dudas sobre cómo se desenvolverá un tema clave para la economía argentina: la renegociación de la deuda. El propio ministro de Hacienda, Hernán Lacunza, señaló en el Consejo de las Américas que este gobierno “deja las reservas suficientes para avanzar en una renegociación que debe ser rápida”. Con USD 12.000 millones de libre disponibilidad que quedarán en el Banco Central no hay margen para más de tres o cuatro meses para avanzar con una renegociación ordenada.
La renegociación de la deuda aumenta la ansiedad de los inversores. Habrá poco tiempo para avanzar en una resolución, será necesario negociar previamente con el FMI y se teme que los aspectos ideológicos se impongan sobre los técnicos. Nadie se anima a descartar el escenario de default
Pero incluso las dificultades para armar el equipo económico, tras la fallida designación de Guillermo Nielsen como ministro, también aumentan el nerviosismo. En la medida que no se apuren las negociaciones con los bonistas, mayor será la pérdida de reservas para seguir pagando los vencimientos. Y esto a su vez hace crecer la posibilidad de un default total de la deuda, que sería el peor escenario, tanto para la Argentina como para los bonistas. El propio presidente electo dejó en claro en varias oportunidades que la intención será evitar esa posibilidad.
El crecimiento de la figura de Cristina más allá de su órbita en el Senado también plantea dudas respecto a cómo avanzará la negociación de la deuda. ¿Será finalmente una quita mucho más agresiva que la planteada inicialmente? Todo parece indicar que el modelo de una renegociación “amigable” se va disipando, no solo por las dificultades para recuperar el superávit fiscal primario, sino también por cuestiones ideológicas. Estos temores también aumentaron en las últimas jornadas por el crecimiento de la figura de Martín Guzmán, un economista que trabaja junto al Premio Nobel Joseph Stiglitz, y que suena como principal responsable para llevar adelante las negociaciones con los bonistas.
A estas inquietudes se suma el hecho que la relación con el FMI luce empantanada. Contar con el paraguas de un nuevo acuerdo con el Fondo aparece como algo imprescindible para llegar a un acuerdo con los bonistas. Conseguir casi simultáneamente un acuerdo con el organismo multilateral para estirar los vencimientos y arreglar la deuda resultaría algo realmente histórico si se consigue en tres o a lo sumo cuatro meses.
Claro que además del “factor Cristina” en las últimas jornadas aparecieron algunas otras cuestiones que generan inquietud en los mercados. Una de ellas es la decisión del presidente norteamericano Donald Trump de aumentar los aranceles a las exportaciones argentinas y brasileñas de acero y aluminio. Tener buena sintonía con el gobierno norteamericano será clave para encauzar la negociación con el FMI. Y eso ahora está en duda.
Como si fuera poco, empeoró en general el clima de los mercados en los últimos días. Las monedas latinoamericanas tocaron mínimos por las fuertes tensiones políticas, pero también fueron jornadas en rojo para las acciones norteamericanas, lo que provocó cierta búsqueda de refugio en activos alternativos, por ejemplo el oro. En ese contexto también sufren los papeles emergentes, aunque hoy la Argentina tiene una dinámica propia marcada sobre todo por el traspaso presidencial.
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