Uno de los signos de los últimos años fue la creciente confianza de las personas y empresas no sólo en el sistema bancario, sino también, y principalmente, en que el gobierno no iba a pensar en tocar ni retener sus ahorros en moneda extranjera en las entidades a la vista, al punto de que llegaron a triplicar su proporción en relación al total de las tenencias de pesos y dólares en el conjunto del sistema financiero institucionalizado, tras partir de niveles inferiores al 10 por ciento.
Pero el escenario cambió desde el resultado de las elecciones primarias de agosto, y se inició una tendencia sostenida de retiros, ante la ausencia, primero, de definiciones en la materia de la coalición política que resultó electa, y luego de la recomendación de la ex presidente del Banco Central en el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner, Mercedes Marcó del Pont, de desdolarizar la economía.
Desde el resultado de las elecciones primarias de agosto se inició una tendencia decreciente de depósitos en dólares ante la falta de definiciones de la coalición política que resultó electa, y la recomendación de la ex presidente del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, de desdolarizar la economía
Bimonetarismo más afuera que dentro del sistema
Las estadísticas de rápido acceso del Banco Central, desde enero de 2003, como si ese año con el ingreso al poder de una nueva corriente política, aunque bajo las banderas del peronismo, hubiese nacido una nueva argentina, corroboran acabadamente ese proceso.
Desde enero de ese año hasta diciembre de 2015 los depósitos en bancos del conjunto del sector privado en pesos representaron entre el 80% y el 95% del total, mientras que los constituidos en moneda extranjera, en su equivalente en pesos, se ubicaron por debajo del 10% hasta 2005; repuntaron hasta el 20% en los 6 años siguientes; hasta que en octubre de 2011 con la imposición del cepo cambiario, luego de la reelección de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en coincidencia con la imposición del cepo cambiario, vuelven a perder relevancia y caen a menos del 10% del total, hasta fin de mandato.
Luego, bajo el gobierno de Cambiemos, con el levantamiento de los controles de cambios; la generalizada eliminación de las retenciones sobre las exportaciones; la salida del default parcial de deuda pública de arrastre de comienzo de siglo; y la mejora de las relaciones con el resto del mundo, posibilitaron reconstruir la confianza en las entidades financieras y en un proceso de creciente bimonetarismo y un exitoso blanqueo de capitales, los depósitos privados en pesos comenzaron a bajar su participación a menos del 60% del total y los constituidos en dólares fueron escalando posiciones hasta superar por primera vez en 16 años el 40% del total, con más de USD 31.600 millones en el promedio de julio de 2019, previo a las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO).
Pero el fracaso del Gobierno en lograr la estabilidad económica, o al menos la desaceleración sostenida de la tasa de inflación, y también en recuperar la senda del crecimiento que se insinuó tibiamente en 2017, llevó a la pérdida de las elecciones y al regreso de una fuerza que en el pasado reciente se había caracterizado por su alta propensión a los controles de precios y de movimientos de capitales; mantener la economía cuasi cerrada y al cepo cambiario.
De ahí la reacción de gran parte de los ahorristas en moneda extranjera de retirar en forma acelerada sus ahorros en dólares en los bancos, al punto que en 3 meses se derrumbaron de casi USD 32.500 millones el 9 de agosto a menos de USD 19.000 millones el 9 de noviembre, el menor nivel desde octubre de 2016. Mientras que su representatividad equivalente en pesos declinó en ese período de poco más de 40% del total a menos de 32%, la más baja desde junio del año anterior.
En los últimos 3 meses la participación de los depósitos privados en dólares sobre el total declinó de poco más de 40% a menos de 32%, la más baja desde junio del año anterior
En esos 3 meses los depósitos en pesos también comenzaron a caer en términos reales, virtualmente se estancaron en valores nominales mientras que la inflación se aceleró al rango de más de 4% por mes.
Acumulación de moneda extranjera
Desde 2003 la “formación de activos externos neto", como define el Banco Central a la diferencia entre la compra y venta de dólares por parte de los residentes, cuando se comenzó a publicar el balance cambiario por mes, fue de USD 175.000 millones, casi 6 veces el saldo actual de depósitos privados en moneda extranjera a la vista en el sistema financiero.
De ahí surge, que a los más de USD 250.000 millones de capitales de argentinos fuera del sistema bancario local que se estimaba a fines de 2001 se agregaron unos USD 190.000 millones desde entonces, producto de compras por más de USD 427.000 millones (casi un PBI actual) y ventas (desahorros) por unos USD 237.000 millones.
Claramente, no hay una fecha cierta del origen de la dolarización de carteras, pero un punto de partida pueden ser los años 70 en que la economía ingresa en la senda de alta inflación y consecuente desmonetización de la economía, entendida por la relación entre el total de depósitos en pesos y el PBI, producto de múltiples factores, pero los más indiscutidos: la pérdida de calidad de las instituciones democráticas; la falta de la debida aceptación de la división de poderes que caracteriza a un sistema republicano; el predominio del gasto público por sobre los recursos tributarios; el dominio del Banco Central por parte de algunos gobiernos; las recurrentes crisis externas derivada del permanente desaliento al ahorro, la inversión y las exportaciones, con excesivas y siempre crecientes presiones tributarias; e incentivos al consumo interno de producción nacional, se produjeron recurrentes crisis de sector externo (falta de divisas), confiscaciones de depósitos y repetidos estadios recesivos y de default de la deuda pública interna y externa.
No hay una fecha cierta del origen de la dolarización de carteras, pero un punto de partida pueden ser los años 70 en que la economía ingresa en la senda de alta inflación y consecuente desmonetización de la economía
La mejor demostración de ese escenario que caracteriza a la economía argentina es la enorme dificultad que existe para poder disponer de estadísticas confiables y de rápido acceso con un horizonte superior a los 20 o 30 años, principalmente por la alteración y distorsión que provocó un proceso, desde la inauguración del Banco Central de la República Argentina en mayo de 1935, de descontrol de la inflación: acumuló más de 257.000 billones por ciento, un número con 18 ceros, a un ritmo promedio de 54% anual acumulativo, similar al que se transita actualmente, con varios años en el medio de alza de precios a tasas de 3 dígitos al año y 2 con subas de hasta 4 dígitos, como fueron las hiperinflaciones de 1989 y 1990, apenas 30 años atrás.
Frente a ese cuadro las cada vez menos personas y empresas que pudieron mantener alguna capacidad de ahorro, muchas veces a costa de descapitalizaciones de activos, junto a aquellos dispuestos a hacer sacrificios extremos de consumos aún esenciales, desarrollaron la práctica de preservar sus excedentes en moneda extranjera, y hacer sus transacciones cada vez menos con una moneda en la que la devaluación es la regla y no la excepción, en particular cuando se trata de la compra y venta de bienes durables, o de viajes de placer al resto del mundo.
De ahí que se haya desarrollado una economía bimonetaria, con pesos y dólares, en la que la mayor parte del tiempo los primeros se mantienen dentro del sistema bancario y los segundos fuera, sea en cuentas fuera del país, o en cajas de seguridad y en los “colchones” de los hogares.
Se ha desarrollado una economía bimonetaria, con pesos y dólares, en la que la mayor parte del tiempo los primeros se mantienen dentro del sistema bancario y los segundos fuera, sea en cuentas fuera del país, o en cajas de seguridad y en los “colchones" de los hogares
Sólo cuando se transite un largo camino de la reconstrucción de la confianza en las instituciones, que requiere consolidar los avances en materia de reducción del déficit fiscal; más por la vía de la contención del gasto y aumento de su eficiente que del aumento de los impuestos; promover el ahorro y la inversión, en un clima de garantía de las libertades para producir y comerciar, sin controles de precios, ni de salarios, ni cepos a las importaciones, ni cupos a las exportaciones, y de discusión de nuevas normas que contribuyan a la modernización de las leyes impositivas, previsionales, laborales y de reforma del Estado, con el objetivo claro de ganar-ganar, a través de potenciar el crecimiento, no hará falta pensar en la desdolarización, porque en ese proceso la moneda por si sola irá recuperando preferencia no sólo como unidad de cuenta y medio de pago, sino principalmente como reserva de valor.
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