Los férreos controles cambiarios tienen sus ventajas, pero también acarrean problemas. El Central está consiguiendo una recuperación gradual de reservas, a partir de la ausencia obligada de demanda tanto de empresas como de individuos. Pero al mismo tiempo se “plancha” el valor del oficial con el peligro de regresar a una situación largamente conocida a la Argentina: el atraso cambiario.
El tipo de cambio real está hoy sigue 11% más alto que antes de la devaluación del 12 de agosto. Pero esa mejora de competitividad se fue perdiendo gradualmente en el último mes y medio. Y lo más preocupante es que seguirá cayendo en la medida que el dólar oficial se mantenga invariable en la zona de 63 pesos.
El titular del Central, Guido Sandleris, aprovechó a partir del 28 de octubre para comenzar a recuperar reservas. Ya lleva comprados alrededor de USD 1.500 millones desde que volvió mucho más estrictos los controles para el acceso al mercado de cambios. A partir de ese día, el posterior a las elecciones presidenciales, el público sólo puede comprar USD 200 mensuales, al menos hasta fin de año.
Al mismo tiempo, optó por mandar al dólar oficial al freezer. Se trata de una decisión compleja, por dos razones. En primer lugar, la elevada inflación se va comiendo gradualmente la mejora del tipo de cambio. El traspaso de una suba del dólar a precios se da cada vez más rápido en la economía argentina y eso impide conseguir una mejora en la competitividad del país sólo a través de una devaluación.
La decisión es mantener al dólar mayorista por debajo de los 60 pesos. ¿Será así hasta el cambio de gobierno, el 10 de diciembre?
Pero hay otro aspecto que se sumó en los últimos días y que también tiene un impacto directo sobre el tipo de cambio real: la devaluación de las monedas de todos los países vecinos, como sucedió en Chile a causa de los serios disturbios pero también Brasil, principal socio comercial de la Argentina. El dólar volvió ayer a sus máximos anuales en Brasil, 4,20 reales, lo que significa un incremento de casi 5% en lo que va del mes.
Aunque el BCRA aprovecha para comprar casi todas las jornadas, no lo hace tan agresivamente como para acomodar hacia arriba el precio. Con un mercado cambiario totalmente controlado, quien define el tipo de cambio es la autoridad monetaria. La decisión es mantener al dólar mayorista por debajo de los 60 pesos. ¿Será así hasta el cambio de gobierno, el 10 de diciembre?
Las opciones dado el actual escenario se bifurcan en dos, ni bien asuma Alberto Fernández:
1. Se alienta aumentos muy graduales del dólar, pero siempre por debajo de la inflación. Algo parecido hizo Cristina Kirchner entre fines de 2011 y 2015, cuando mantuvo un dólar muy atrasado en relación al ajuste de precios. La ventaja es que ahora se parte de un tipo de cambio real más elevado que en aquel momento.
2. La otra posibilidad es sincerar el valor del dólar para partir en el arranque desde un lugar más “realista”, considerando la inflación acumulada y la devaluación de los países vecinos. Estimaciones de bancos locales indican que no sería exagerado pensar en un tipo de cambio más cercano a los $ 80. El problema es, obviamente, que esto generaría un nuevo salto inflacionario, desgastando la gestión del nuevo presidente de entrada.
Claro que lo que el Central se resiste a reflejar ya lo empezaron a insinuar los "otros mercados cambiarios. El dólar “libre”, que se opera sin restricciones en circuitos informales, se mostró ayer mucho más inquieto. Terminó en $67, luego de haber tocado valores inferiores incluso a los $ 63 la semana pasada.
La historia es conocida: en la medida que se mantenga una cotización artificial del dólar en el mercado oficial, más se irá incrementando la brecha con el tipo de cambio “libre” y el precio del “Contado con Liquidación”, que ya se ubica cómodamente arriba de los 75 pesos.
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