La economía está por finalizar un 2019 cargado de complicaciones, plasmado en un salto del tipo de cambio superior al 60%, caída de reservas del orden del 42% desde las PASO (elevado ritmo de formación de activos externos, pagos de deuda y, retiro de depósitos en dólares), junto con una tasa de inflación en franco crecimiento (del 2,7% en junio y 2,2% en julio al 4% en agosto y 5,9% septiembre). Entre otras problemáticas, porque continúa no solo con recesión sino en franco descenso (-3,8%) según el Estimador Mensual de la Actividad Económica publicado en octubre.
Sobre la inflación de octubre el Relevamiento de Expectativas de Mercado del Banco Central adelantó 4,2% y luego las consultoras privadas ratificaron una cifra en torno al 4%. Como consecuencia de este escenario, y en vistas de llegar al traspaso de mando presidencial de la forma más ordenada posible, se optó (quizás forzado por la situación) por restablecer un esquema de control de cambios (en principio bajo la forma de una variante más flexible y luego de las elecciones últimas adquiriendo un formato más restrictivo), además de un reperfilamiento de parte del stock de Letras del Tesoro en dólares.
En vistas de llegar al traspaso de mando presidencial de la forma más ordenada posible, se optó por restablecer un esquema de control de cambios, además de un reperfilamiento de parte del stock de Letras del Tesoro en dólares
El objetivo de estas medidas no fue otro que el de frenar la frenética sangría de divisas, controlar el tipo de cambio nominal y así intentar contener las presiones inflacionarias que, luego de algunos meses de relativa estabilidad, resurgieron hacia el último tercio del año. En este sentido, cabe preguntarse si, barrida en gran proporción la demanda de dólares, se logró frenar uno de los principales detonantes de incremento de precios, es decir, las variaciones en el tipo de cambio.
En vistas de resolver dicho interrogante se plantean algunos ejes a tener en cuenta:
1. Algunas medidas paliativas de contención de precios llegan a su fin como por ejemplo el congelamiento de los combustibles y próximamente el de tarifas. Otro punto a considerar es el tratamiento del Impuesto al Valor Agregado sobre los 13 productos esenciales una vez caducado el DNU que llevó a 0% la alícuota de este tributo.
2. El desarme de Leliq que se viene consumando desde las PASO (el stock como proporción de la base monetaria se redujo del 84% al 60%, en tanto que si se lo mide en dólares experimentó una reducción punta a punta del orden del 50% aproximadamente) podría traer complicaciones por el lado de la demanda. La decisión del BCRA de limitar la integración de encajes a través de estos bonos a partir de noviembre encarece el costo de fondeo de los bancos comerciales y presiona a la baja de tasas pasivas, desalentando la colocación en pesos para los ahorristas (con un stock de plazos fijos que ya venía cayendo un 12% respecto del viernes anterior a las PASO), con un posible impacto en los precios si los recursos liberados se orientan hacia el consumo.
3. La reedición de la financiación al Tesoro vía emisión monetaria. Luego de las elecciones se firmó un DNU que habilita al Banco Central a mantener en concepto de adelantos transitorios un máximo de $400 mil millones como herramienta para cubrir el rojo de las cuentas públicas (probablemente el resultado global de la Administración Pública Nacional arroje un déficit fiscal de entre 5 y 6 puntos del PBI el 2019).
4. La posibilidad de un pacto social que intente poner freno a los precios y salarios como ya se ha visto numerosas veces en nuestro país, hace recrudecer la inercia dado que los formadores de precios se adelantan ante este posible escenario.
Teniendo en cuenta los puntos mencionados, la probabilidad de que los meses venideros puedan dar tregua en materia de inflación es baja, aun teniendo relativamente controlado el frente cambiario.
La probabilidad de que los meses venideros puedan dar tregua en materia de inflación es baja, aun teniendo relativamente controlado el frente cambiario
En primer lugar, existen numerosos factores que no contribuyen a anclar expectativas (atraso relativo en el precio de algunos bienes y servicios claves, acortamiento de negociaciones paritarias, probabilidad de congelamiento futuro de precios y salarios) y fomentan la inercia inflacionaria en el muy corto plazo.
En segundo lugar, el desequilibrio fiscal del cierre de año promete presiones por el lado del mercado de dinero. Reeditar el financiamiento al Tesoro (emisión monetaria) con una demanda de dinero limitada y en retroceso complicaría aún más el escenario ya mencionado.
A lo descrito, se debe incorporar la potencial expansión monetaria por el lado del desarme de las Leliq. En un contexto de retracción de la oferta agregada y caída del producto, la probabilidad de que la inflación ceda es ciertamente muy escasa.
Qué se puede esperar para el futuro cercano
En relación al inminente traspaso de mando todavía existe gran incertidumbre en términos del plan económico que implementará la nueva administración. Es clave, por ejemplo, saber cómo se financiará el rojo de las cuentas públicas dado el escaso margen de maniobra que se tiene.
Por un lado, la deuda pública en dólares está vedada para la economía argentina por el elevado nivel de riesgo país (2.505 puntos básicos) y el reciente reperfilamiento (entre otros factores).
Por otra parte, en materia impositiva se desprende pueda haber un posible incremento de alícuotas de algunos tributos como Ganancias; Bienes Personales y retenciones a las exportaciones.
De todas maneras, no existen muchos grados de libertad para aumentar los impuestos dada la elevada presión impositiva actual (30% como porcentaje del PBI según último informe de la Cepal titulado “Estadísticas tributarias en América Latina y el Caribe”; y el efecto distorsivo sobre la producción que acarrea una medida semejante.
En relación al gasto, el equipo económico de Alberto Fernández se enfrenta a una encrucijada: el alto nivel de indexación de esta variable a través del gasto social (dos terceras partes son jubilaciones y pensiones), sumado a que su caudal político le reclama un freno al ajuste del gasto público, lo cual dificultaría su reducción en términos políticos. Por último, el escenario de posibles opciones se completa con la financiación al Tesoro vía emisión monetaria. Esta alternativa ha sido mencionada por algunos de los referentes económicos cercanos al presidente electo en las últimas semanas.
El equipo económico de Alberto Fernández se enfrenta a una encrucijada: el alto nivel de indexación de esta variable a través del gasto social (dos terceras partes son jubilaciones y pensiones), sumado a que su caudal político le reclama un freno al ajuste del gasto público
Si la decisión del nuevo equipo económico se orienta a esta herramienta de política probablemente las tensiones inflacionarias escalen y los precios corrijan, más temprano que tarde, los desequilibrios existentes en el mercado monetario producto de una oferta monetaria en aumento y una demanda de dinero que no encuentra fundamentals para acompañar dicho movimiento.
Ante las vicisitudes planteadas precedentemente, algunas de ellas de impacto inmediato y otras con chances de ocurrencia en los próximos meses, llevan a pensar que el escenario inflacionario proyectado muestre niveles muy altos. Según el último REM publicado por BCRA a inicios de noviembre será del 42,9% en 2020. De acuerdo a las estimaciones del FMI la inflación, para el mismo período, será del 39,2%, mientras que algunas empresas referentes del mercado nacional han incorporado a sus proyecciones un índice inflacionario del 45% para el año entrante.
El autor es titular del Centro Regional de Estudios Económicos de Bahía Blanca, Fundación Bolsa de Comercio de Bahía Blanca (@creebba)
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