No le iba a resultar fácil a Alberto Fernández hacer equilibrio entre el cambio en su agenda latinoamericana y mantener una relación armoniosa con Estados Unidos. Hasta ahora se especulaba que Venezuela podía ser un punto conflicto entre ambos países. Pero ahora se agregó la diferencia de lecturas sobre lo sucedido en Bolivia. Para el presidente electo argentino lo que le sucedió a Evo Morales fue “un golpe de Estado”. Donald Trump, en cambio, aplaudió a las fuerzas armadas por su ayuda para “sostener la democracia”.
Las expresiones contundentes de Alberto Fernández contrastaron con una visión muy distinta del gobierno argentino. Tanto Mauricio Macri como su canciller, Jorge Faurie, evitaron hablar en todo momento de un golpe y sólo hicieron referencia a los “momentos difíciles” que atraviesa Bolivia. A partir del 10 de diciembre, cuando ya haya asumido el nuevo presidente quedará plasmado el nuevo posicionamiento político de la Argentina dentro de América latina, ubicándose entre el eje de países “progresistas” y abandonando la actual alianza estratégica con países como Chile, Brasil y Colombia. A nadie se le escapa que éstas son las naciones “favoritas” de los Estados Unidos en la región.
Pero más allá de una diferencia de discurso o de visiones, lo relevante de ahora en más es entender si esto terminará afectando la relación de la Argentina con el FMI. El futuro gobierno precisará sentarse con el Fondo y negociar un nuevo acuerdo de largo plazo, pasando del actual “stand-by” a otro de facilidades extendidas. Esto permitiría alargar los plazos de los vencimientos que tiene el país por delante: más de USD 20.000 millones que deberán pagarse en 2022 y otro tanto en 2023. Esos recursos son imposibles de conseguir para la Argentina por lo que no queda otra que extender los plazos.
El futuro gobierno argentino no puede darse el lujo de quedar enfrentado con Donald Trump. La renegociación del acuerdo con el FMI es imprescindible para avanzar con el canje de deuda con los acreedores privados. Y todo debería hacerse rápido después del 10 de diciembre
Además hay una cuestión de tiempos. Renegociar rápido con el Fondo implicaría a su vez contar con un paraguas para renegociar la deuda con los acreedores privados. Sin el FMI detrás, será difícil que los acreedores argentinos acepten extender el plazo de los bonos o quitas tanto de capital o de intereses. Por lo tanto, el acuerdo con el organismo es de vital importancia para avanzar en una resolución para toda la renegociación de la deuda que precisa encarar inmediatamente el próximo gobierno.
Claro que dentro del FMI el que manda es Estados Unidos. Si Donald Trump decidiera endurecer su postura con la Argentina, resultaría mucho más difícil negociar el acuerdo y además cerrar la reestructuración de la deuda con el sector privado.
Alberto Fernández habló “cordialmente” con Donald Trump hace diez días y el último viernes se reunió con el representante del gobierno norteamericano en América latina. En esos encuentros, el presidente electo solicitó ayuda de Estados Unidos para llevar adelante la negociación con el FMI.
La gran inquietud ahora es si Trump estará dispuesto a prestar colaboración para que la Argentina pueda conseguir un nuevo acuerdo con el FMI. El peligro es que Estados Unidos termine castigando al gobierno argentino por su cambio de posicionamiento regional. A la falta de una condena explícita de Fernández por la crisis de Venezuela ahora se sumó la enfática defensa a Evo Morales, diferenciándose abiertamente a la postura del presidente norteamericano.
La estrecha relación de Trump con Mauricio Macri permitió que el FMi aprobara un préstamo millonario de USD 57.000 millones para ayudar a la Argentina a salir de la crisis en 2018. Sin embargo, la ayuda no alcanzó para tranquilizar los ánimos de los inversores, que ahora pusieron a la Argentina nuevamente en una situación crítica por los altos niveles de endeudamiento en los que incurrió el gobierno para tapar el déficit fiscal.