El próximo gobierno, cualquiera sea, deberá mostrar sus cartas como paso previo a una renegociación del acuerdo stand-by firmado el año pasado con el FMI. Esa es la dinámica que estableció el Fondo Monetario como una regla para las negociaciones futuras con la Argentina. No habrá un nuevo programa con el país si esta condición no se cumple.
Lo dejó en claro el jueves Kristalina Georgieva, durante una conferencia de prensa en el FMI, cuando se le preguntó sobre una eventual redefinición del acuerdo. “Estaremos muy interesados en ver cuál es el marco de políticas que se establece, y cuando tengamos eso podremos continuar esta conversación”, dijo la nueva directora gerente del Fondo.
La titular del FMI se refería a las políticas fiscal y monetaria que se aplicarán a partir del 10 de diciembre, que deben sólidas para garantizar la sustentabilidad de la deuda. Eso es lo que quieren ver los técnicos del Fondo antes de hablar de un nuevo programa. Lo repitió ayer Alejandro Werner, director del departamento para el Hemisferio Occidental del organismo.
En una breve charla con Infobae y otros medios argentinos Hernán Lacunza afirmó ayer en la capital de EEUU que hay una salida posible al problema de la deuda, que no implica necesariamente una quita y que se apoya en tres elementos. “Creo que hay un camino posible que involucra una negociación voluntaria y rápida con el mercado, la continuidad del acuerdo con el Fondo y un programa de prudencia fiscal”, dijo el ministro de Hacienda.
En el último año la deuda argentina se redujo de 330.000 millones de dólares a 310.000 millones. Según las estimaciones oficiales representa hoy más o menos el 68% del PBI, un nivel que en el mercado es considerado manejable, sobre todo porque casi 20 puntos corresponden a deuda con el propio sector público. Con un reperfilamiento amigable y un programa de plazos más extendidos con el FMI el grueso del problema dejaría de ser un obstáculo para el regreso del país al mercado de capitales. Falta saber si esa tarea, que parece inevitable, será de Cambiemos o del kirchnerismo.
Creo que hay un camino posible que involucra una negociación voluntaria y rápida con el mercado, la continuidad del acuerdo con el Fondo y un programa de prudencia fiscal (Lacunza)
Georgieva pareció anticiparse al escenario más probable cuando dejó entrever que de nada servirá la confrontación que viene ensayando Alberto Fernández para marcarle al FMI la cancha de una eventual renegociación. La “conversación”, avisó, será posible sólo si hay un plan serio. No fue una respuesta improvisada. Como observó un funcionario argentino, “todas las comunicaciones del Fondo atraviesan varios filtros antes de hacerse públicas”. En el organismo no habría caído bien que el candidato kirchnerista le cargara parte de la responsabilidad por la “catástrofe social” en el país. Desde Washington retrucan que el programa no es del Fondo sino que siempre fue del gobierno argentino.
Hubo otras señales de los posibles próximos pasos en la relación del país con el organismo multilateral. En el balance de su viaje a Washington los funcionarios del Gobierno recibieron renovadas muestras de apoyo y el compromiso de que el Fondo bajo la nueva conducción seguirá comprometido con el país, quizá porque después de haber desembolsado 44.000 millones de dólares no tiene opción.
Pero este respaldo vino acompañado de la certeza de que por ahora no habrá más plata: los 5.400 millones que la Casa Rosada esperaba recibir en septiembre seguirán retenidos. Lacunza y su equipo comprobaron que en el tramo final de la campaña la política marca los tiempos del programa. Pero tal vez no sean ellos los interlocutores principales del FMI una vez que esa indefinición se resuelva. Algunos funcionarios dejan trascender que el Gobierno no tendría reparos en que ya en la transición el equipo de Fernández avance en el diálogo.
Además de las reuniones en el Fondo, tanto Lacunza como Guido Sandleris, el titular del Banco Central, incluyeron en su agenda en la capital norteamericana varios encuentros con empresarios y directivos de fondos de inversión. Según pudo saber Infobae, las preguntas que recibieron los funcionarios argentinos giraron en torno al futuro inmediato, empezando por la eventual transición. Inquieta el día después de la elección en caso de un triunfo kirchnerista.
En el oficialismo no ven razones para temer un desastre. “El 28 de octubre no va a ser otro 12 de agosto”, aseguró una fuente en referencia a la fuerte reacción del mercado el día después de las PASO. “Ya se asumió que hay una alta probabilidad de que gane la oposición”, completó.
En esa misma hipótesis de un triunfo kirchnerista tampoco creen en el Gobierno que vaya a ser necesario reforzar las restricciones cambiarias. El tipo de cambio ya es muy competitivo y el superávit garantiza una buena entrada de dólares, argumentan. Una vez que pase la incertidumbre electoral debería tender a bajar la demanda de los pequeños ahorristas. El resto será tarea de quien deba tomar las riendas a partir de diciembre.
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