Hace unos meses, Gabriel de Raedemaeker, un agricultor de 52 años de edad, tenía la perspectiva de una cosecha récord.
Planeaba invertir en costosos equipos nuevos para sembrar y aplicar fertilizantes al trigo, el maíz y la soja que cultiva en su campo de unas 700 hectáreas. Esperaba pronto volver a comprar ganado, después de haber vendido su rebaño con una fuerte pérdida en 2011 debido a las restricciones a la exportación implementadas por el gobierno populista en el poder en ese momento.
Ahora el optimismo de Raedemaeker se ha ido ya que peronismo está a punto de regresar al poder con Alberto Fernández y su compañero de fórmula, la ex presidenta Cristina Kirchner. El corazón agrícola de la Argentina, conocido por sus vacas y granos, se está preparando para el regreso de políticas duras, las mismas o similares a las que desencadenaron el conflicto de hace una década.
El probable ascenso de Fernández, el claro favorito para ganar las elecciones presidenciales del 27 de octubre , ha sacudido a Wall Street y a los seguidores pro-empresariales del presidente Mauricio Macri. Pero la angustia por el futuro político de Argentina es más fuerte en las llanuras que alguna vez hicieron del país uno de los más ricos del mundo.
“Se teme regresar a un clima de confrontación”, dijo Raedemaeker en su campo en Córdoba. Él decidió no plantar maíz a fin de año porque no sabe si será rentable cuando llegue el momento de la cosecha, en la próxima administración.
“No sé si voy a poder vender libremente con un nuevo gobierno”, dijo.
En las PASO de agosto, Córdoba fue la única provincia en la que ganó Macri, con los votantes locales aparentemente dispuestos a descontar la creciente inflación y el estancamiento económico que condenaron las posibilidades de Macri en otros lugares.
Fernández quiere superar la desconfianza del campo. Recientemente pidió a las asociaciones agrícolas que dejen de lado las disputas con el peronismo y trabajen con él para impulsar la economía, si es elegido. Algunos creen que Fernández, los ruralisas y los peronistas pueden encontrar puntos en común.
“El campo es fundamental para reactivar la economía y comenzar a crecer nuevamente”, escribió en Twitter a fines de agosto después de reunirse con la Mesa de Enlace. “Hemos dejado atrás nuestros desacuerdos”.
Carlos Garetto, ex titular de Coninagro, dijo que Fernández había sido moderado en negociaciones pasadas con los ruralistas. Sin embargo, si gana y promulga impuestos más altos y estrictos controles de exportación, esta región se levantará.
“El campo reaccionaría”, dijo. “Y saben, por experiencia, que los agricultores defienden su posición”.
Muchos agricultores no están convencidos de que los peronistas sean moderados. Les preocupa que se vean afectados por mayores impuestos a las exportaciones, ya que la próxima administración buscará divisas en medio de un posible default. También les preocupa que los controles de precios puedan usarse para calmar la ira por el aumento de los costos de los alimentos entre los votantes urbanos.
Como presidenta entre 2007 y 2015, Kirchner acusó a los hombres de campo de ser oligarcas y golpistas sin interés en los pobres. Comparó la soja, la principal fuente de exportación del país, con un “yuyito”.
“Son anti-campo”, dijo Walter Orodá, un ganadero en Córdoba. “Piensan que el campo es una fuente inagotable de recursos para exprimir”.
Durante sus 12 años en el poder, Cristina Kirchner y su difunto esposo y predecesor, Néstor Kirchner, golpearon a los productores con controles de precios y altos impuestos a la exportación para financiar un aumento en el gasto público y programas sociales. Para mantener bajos los precios de los alimentos, limitaron las exportaciones de carne vacuna, causando una fuerte disminución en la producción: la cantidad de ganado se redujo en unos 10 millones, según grupos ruralistas.
“Casi pierdo el campo, prácticamente me quedé sin nada”, dijo Victoriano Lucentti, un agricultor que apoya a Macri.
Al final del mandato de Cristina Kirchner, Argentina, que llegó a ser alguna vez el tercer exportador mundial de carne vacuna, exportaba una cuarta parte de lo que envió al extranjero una década antes. Sus exportaciones de carne quedaron atrás de países mucho más pequeñas como Uruguay, Nueva Zelanda y Bielorrusia, según cifras del Departamento de Agricultura de Estados Unidos.
El enojo aumentó en 2008 cuando Kirchner trató de aplicar un impuesto de escala variable a las exportaciones de soja. En sus memorias, la ex presidente dice que el conflicto que se originó la afectó profundamente, y escribió que sus oponentes rurales estaban llenos de “machismo extremo”.
Después de asumir el cargo en 2015, Macri eliminó rápidamente los impuestos a la exportación de carne y maíz, y redujo los impuestos a la soja. Argentina abrió nuevos mercados, estimulando a los agricultores a plantar más.
Argentina y otros países de la región llegaron recientemente a un acuerdo comercial con la Unión Europea. Algunos temen que un nuevo gobierno intente alterar el acuerdo luego de que Fernández criticara duramente sus términos.
Pero no todo ha ido bien para los agricultores y ganaderos con Macri. Al igual que todos los argentinos, están lidiando con una tasa de inflación anual del 55%, un colapso en el consumo y una fuerte devaluación del peso. Para reducir el déficit, el año pasado el gobierno restableció los impuestos a la exportación de granos después de buscar un rescate de USD 57.000 millones del Fondo Monetario Internacional. Y el gobierno de Macri implementó recientemente controles de divisas.
El año pasado, Victor Giordana, dueño de explotación agrícola, detuvo las operaciones en una planta de etanol que era abastecida por el maíz que cultiva. La operación de la planta se volvió inviable después de que el Banco Central aumentó las tasas de interés a alrededor del 70%, prácticamente cortando el acceso al crédito, dijo.
“Hoy, por primera vez, siento desesperanza”, le escribió a Macri en una carta criticando las políticas gubernamentales. “Mi preocupación es que otro fracaso llevará al regreso al poder de los ladrones que nos gobernaron durante tantas décadas”.
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