El diario financiero estadounidense The Wall Street Journal publicó este miércoles un artículo en el que asegura que la nueva crisis económica que atraviesa la Argentina refleja la imposibilidad del país de romper con un patrón que, de manera cíclica, repite desde “hace más de 70 años”.
El artículo señala como el componente principal que, a través de un déficit fiscal endémico que financia mediante emisión o deuda, el país “ha vivido por encima de sus posibilidades prácticamente todos los años desde 1950, excepto por algunos en la década del 2000 cuando el precio de la soja despegó. Y agrega que “a su modelo proteccionista cerrado al libre comercio, con compañías ineficientes, le resulta complicado generar suficientes dólares a través de exportaciones para pagar su deuda soberana en esa divisa”.
“Eventualmente, los acreedores demandan tasas de interés más altas, los pagos de la deuda se vuelven imposibles de afrontar y la estructura se derrumba”, describe el artículo escrito por Santiago Pérez y Ryan Dube.
La nota periodística se apoya en cifras para fundamentar su premisa: indica que Argentina se encuentra en camino a un nuevo default -por USD 115.000 millones- “solo 18 años después de su última gran crisis” y destaca que a lo largo de los últimos 60 años recibió “casi 30 rescates por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI)". “La mayoría de ellos traía aparejada la condición de imponer estrictas medidas de austeridad que Argentina con frecuencia no siguió”, agrega.
Los periodistas encuentran el inicio de este patrón en las primeras presidencias de Juan Domingo Perón, y aseguran que las distintas etapas del ciclo descripto suelen tener un color político asignado. “Políticas de alto gasto implementadas por peronistas suelen continuar con un oponente no peronista elegido para lidiar con las consecuencias económicas, que usualmente implican medidas de austeridad impopulares”, grafican, apoyándose en los casos de presidentes no peronistas que no finalizaron sus períodos.
Por ello, Argentina tiene el “dudoso título” de ser la economía emergente más volátil del mundo. “La economía tiene los niveles más altos de inflación de la historia reciente, con una mediana de 220% anual desde 1980”.
En otro pasaje del artículo, Pérez y Dube aseguran que, en contraste con el ciclo favorable que tuvo lugar después de la crisis del 2001 -el “boom de las commodities propulsado por el crecimiento de China”- las condiciones económicas no están dadas para esperar un rebote significativo en el futuro cercano. “Esta crisis tal vez sea menos dramática que la del 2001, pero podría extenderse en el tiempo. Pocos expertos esperan que el alivio llegue en el corto plazo”, indican.
El impacto de la crisis se ve graficado también a través de casos puntuales donde tres argentinos cuentan sus estrategias para abordar los distintos frentes que se abren junto con la incertidumbre: citan el caso de un ahorrista que retiró sus dólares del banco para ponerlo en una caja de seguridad porque “no confía en el Gobierno”; otro que reinvierte las ganancias de su pyme en stock para evitar afrontar costos volátiles en tiempos de crisis; y el último, a quienes los sucesivos ciclos lo llevaron a achicar su fábrica hasta el punto de convertirla en una sombra de lo que era.
Respecto del futuro inmediato del país, el artículo hace referencia a las propuestas del candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, de “estimular la economía mediante una política de impulso del consumo y de los salarios que contenga los índices de inflación mediante un pacto con empresarios, una gastada receta peronista”.
También destaca la promesa de no defaultear la deuda externa y el compromiso de mantener la disciplina fiscal. Pero el mensaje que subyace es la pregunta acerca de si el país logrará romper con este ciclo, que describen mediante una cita de Daniel Marx, quien ayudó a renegociar la deuda externa a principios de la década de 1990: “Argentina parece atrapada en su propia historia”.
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