Durante la gestión actual han pasado dos programas monetarios bien definidos apuntando a bajar la inflación y ambos han fracasado. De hecho, la actividad económica quedó subordinada al objetivo inflacionario.
Visto en retrospectiva, el inflation targeting de Federico Sturzenegger dio magros resultados. Las metas de inflación poco creíbles sumadas a el hecho de ser un país que no está acostumbrado a la libre flotación del dólar, fueron consecuencias de la explosión de apreciación cambiaria excesiva luego de la baja de la tasa de interés posterior a que Cambiemos ganara las elecciones del 2017.
Si bien el régimen fue puesto en marcha tal como indican los manuales, las metas exigentes sumadas a la inflación del lado de la oferta fueron fatales para el plan del ex banquero central.
Por otro lado, ya está por cumplir un año el régimen de emisión cero acordado con el FMI cuyos resultados fueron tan dramáticos como en el primer intento. Las tasas de interés se elevaron a niveles insoportables y la actividad posiblemente caerá alrededor de 3.5% con una inflación acelerándose.
Ambos regímenes colapsaron cuando el tipo de cambio se descontroló, de ahí que WSJ o L. Kudlow hayan sugerido dolarizar la economía argentina. Una idea que no tiene sentido una vez que se analiza el grado de heterogeneidad de shocks que pueden recibir ambas economías. De ninguna manera pueden adoptar un área monetaria óptima para ambos países.
El tema de la dolarización surge como consecuencia de que los dos esquemas fracasaran cuando el peso perdió la estabilidad. No obstante, la clave para entender el proceso inflacionario radica en el comportamiento del público a la hora de tomar decisiones de negociar contratos.
Actualmente, el tipo de cambio es la única referencia que se tiene a la hora de fijar precios. No es la volatilidad del mismo, sino la sensación de que la situación se le 'escapa de las manos' al BCRA lo que da como resultado el nexo entre depreciación y alza de precios.
La frustración de ambos programas da como resultado un mal antecedente para el Gobierno que viene
Es por ello que no hace falta renunciar a la moneda local, ya que eso sería algo similar a encarcelar al sospechoso de siempre. La clave de ambos programas fue la imposibilidad de lograr una creencia de una expectativa de inflación que realmente converja a los niveles que se proyectaban.
La frustración de ambos programas da como resultado un mal antecedente para el Gobierno que viene. El próximo programa monetario deberá convivir con el vínculo entre inflación y tipo de cambio, es por ello que es mejor recibido un esquema de administración y no de libre flotación.
Por otro lado, el programa entrante deberá torcer las expectativas de inflación y desviar el foco de atención de lo cambiario a metas realistas. Posiblemente un tipo de cambio real gobernado en conjunto con metas realistas podría dar un buen resultado.
La utilización de una mesa de negociación para los primeros 100 días de gestión serán claves para que la inflación no se espiralice. Pasado ese período, el plan monetario propuesto deberá entrar en vigencia. Habrá que ver si este esquema estará dispuesto a resignar la baja de la inflación a la postergada recuperación de la actividad que podría arrastrar tres años de caída.
El autor es economista y directo de LCG Consultora
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