Una vez más, en la última semana las turbulencias en la economía internacional -en este caso generada por la guerra comercial entre los EEUU y China- tuvo efectos negativos sobre la mayoría de los países. Sin embargo, esta se notó con más intensidad en el caso de la Argentina, por la alta vulnerabilidad que tiene en el frente externo.
De ahí que para analizar qué podrían hacer los gobernantes y también los legisladores a partir de 2020 para que se pueda reducir semejante debilidad y poder volver a ser un país con crecimiento, reducción de la pobreza y más competitivo, Infobae entrevistó a Daniel Artana, economista, director de FIEL, profesor titular de Política Económica en la Universidad Nacional de La Plata, profesor invitado de Economía de la Tributación en la Universidad Torcuato Di Tella, y con una breve experiencia como secretario de Hacienda de la Nación, para conocer su visión sobre las fortalezas, debilidades y desafíos que recibirá el próximo gobierno, sea el actual si es reelecto, u otro con una orientación de la economía diferente.
– En la semana qué pasó volvió a quedar claramente de manifiesto la alta vulnerabilidad externa que mantiene la Argentina, pese a que lleva casi un año con una política orientada a revertir el déficit fiscal y de divisas y más de 3 que dejó atrás el default. ¿Eso ocurre porque los mercados ven que hubo un relajamiento de las políticas, esperaban más, o pesan otros factores?
– Primero hay que destacar que la guerra comercial entre los EEUU y China les afectó a todas las monedas de los países emergentes. Pero además la Argentina es considerada aún un país de alto riesgo, y eso explica que se amplifiquen esos movimientos, para bien o para mal, mirando en términos de riesgo donde sabemos que no hay intervención del Banco Central. En general, cuando en otros países se deteriora el índice de riesgo soberano, en la Argentina sube mucho más, y cuando mejora acá tiende a bajar más. En parte tiene que ver con debilidades macroeconómicas de la Argentina y en parte con la incertidumbre electoral.
– En el caso del mercados de bonos, cuando se ven los pronósticos de los bancos y fondos de inversión, resaltan: "la Argentina está en la senda correcta", pero por otro lado, a la hora de operar, se ve que venden bonos de la Argentina. ¿Cree que tienen un doble mensaje, uno hacia afuera y otro para con sus clientes?
– Creo que hay dos cosas. Por un lado, está el riesgo que refleja la incertidumbre electoral, justa o injustamente creo que los que ahorran o invierten en activos argentinos creen que si ganan los Fernández Argentina puede adoptar políticas económicas populistas, puede haber algún riesgo de que no se paguen los bonos. Eso estimo que son unos 250 a 300 puntos básicos que uno puede sacarle el riesgo argentino si gana el Gobierno o si ganan los Fernández y rápidamente adoptan un programa económico sensato. A partir de ahí, igual quedaría al inicio de 2020 con un nivel de riesgo relativamente alto, digamos 550-600 puntos básicos, según sea el punto de partida. Y eso tiene que ver con problemas que todavía la Argentina no terminó de hacer las correcciones que tenía que hacer.
Estimo que unos 250 a 300 puntos básicos se le puede sacar al riesgo argentino si gana el Gobierno o si ganan los Fernández y rápidamente adoptan un programa económico sensato
– ¿Por ejemplo?
– En el frente externo diría que se recorrió buena parte del camino. Ahí la duda es que se logró, entre comillas, a través de un receso muy importante, y cuando la economía se vaya organizando habrá que mirar las cuentas externas y ver si esta vez se puede ir acompañando la normalización de la actividad económica con una mejora de las cantidades exportadas. Lo lógico sería, para no tener vulnerabilidad, que crezcan a un ritmo que sea del doble al que crezca el PBI, porque se sabe que las importaciones tienen una elasticidad-ingreso bastante mayor que la unidad. Pero, de hecho, la Argentina va a terminar este año con un déficit de cuenta corriente de divisas de 1% del PBI; con un tipo de cambio que no parece que esté muy lejos del equilibrio. Tal vez se necesitaría un tipo de cambio un poco más depreciado, porque eso permitiría dar el salto exportador que se debería hacer, pero no hay un atraso como había a fines de 2015, ni en 2017.
– ¿Y en materia fiscal?
– Justamente, del otro lado, todavía falta hacer un tercio del camino que falta recorrer en materia fiscal, porque la Argentina tiene que ir al superávit primario. Este año, aunque se termina cerca del equilibrio, hubo algunos ingresos puntuales de venta de activos, y además la aceleración de la inflación ayudó a cerrar las cuentas. Por eso, el desafío es eliminar el déficit con inflación en baja; y además hay que sacar ese plus de 1% a 1,5% del PBI, un poco más también.
Pero también, se está ejecutando la reforma tributaria, que más allá de que algunas cosas que se suspendieron, va bajando gradualmente la presión impositiva, y eso le cuesta plata al fisco en términos de menor recaudación. Además, se agregaron en forma temporaria retenciones a las exportaciones que se supone deberían desaparecer en 2021, y también se suma un salto en el gasto previsional y social en términos reales por la reducción deseable o proyectada de la tasa de inflación.
Por eso la duda es cómo se va a lograr el equilibrio primario, que es la clave para asegurar un panorama despejado en materia de vencimientos de deuda. Actualmente, por la campaña electoral de las PASO se coló el tema de los vencimientos con el FMI, que será importante a partir de 2022, no antes.
– De cara a 2020 ¿ve posible que el Presupuesto sea aprobado con baja de impuestos y también del gasto, como el Poder Ejecutivo anunció que enviará con esos postulados al Congreso el 15 de septiembre?
– Si se observan las proyecciones del Fondo Monetario para la Argentina surge que el aumento del gasto real por baja de la inflación se compensa con reducción de subsidios al sector privado, es decir todavía queda algo por hacer en materia tarifaria; y está prevista una recuperación de ingresos. De ahí que me parece que habrá alguna suba de un impuesto, porque de otro modo no se podrá lograr un ahorro de 1% del PBI, o más, con todo bajando: impuestos y gastos, como dijo el Presidente.
Me parece que en 2020 habrá alguna suba de un impuesto, porque de otro modo no se podrá lograr un ahorro de 1% del PBI, o más, con todo bajando: impuestos y gastos, como dijo el Presidente
Creo que la proyección del Gobierno tiene en cuenta algún avances en las reformas estructurales. Con lo cual, habría algún espacio para la reducción del gasto del Estado a través de cantidades, y no tanto de caída de precios en términos reales, como ha habido en el empleo en la Administración Central. Pero también creo que hay áreas para ir depurando, como en planes sociales mal asignados; pensiones por invalidez donde se advierte mucha ineficiencia. Hay una reforma previsional pendiente. Creo que hay algún espacio para reducir la evasión tributaria, en especial en el caso de IVA.
Pero no parece fácil, por eso es natural que quienes financian a la Argentina observen que alcanzar el objetivo fiscal no sea fácil, porque habrá que pagar costos políticos. De lo contrario, subirá la presión tributaria que tiene consecuencias sobre la capacidad de reactivación de la economía, porque ya está en un nivel absurdamente muy alta, y además con impuestos muy malos que generan más dificultades a la producción. En otros países se grava la renta sobre las personas, o directamente sobre el consumo, no existen Ingresos Brutos, Impuesto al Cheque, que alteran el proceso de producción. Y además, habrá que ver cuál es la capacidad de un gobierno en minoría para avanzar en la consolidación fiscal. Si eso se logra, bajará el Índice de Riesgo País.
– Cuándo se habla de la presión fiscal y de la necesidad de la eficiencia en el gasto se pone el foco en la Administración Central ¿Y las provincias que es dónde han aumentado los impuestos y el empleo?
– Para regular eso están los Pactos Fiscales entre Nación y Provincias, que requieren de la capacidad para negociar políticamente. A mí me parece que hay reformas estructurales como la laboral y la previsional que se pueden acordar con los gobernadores. Veo más difícil que las provincias estén dispuestas a reestructurar gastos.
La Argentina tiene la paradoja, entre comillas, simplificando, que después de los cambios que han habido con la devolución de los fondos que iban al sistema previsional, se tienen provincias ricas y un Estado nacional pobre. Parte de esa riqueza forma parte del Pacto Fiscal por cual los Estados del interior accedieron a comprometerse a utilizar la bonanza para proceder a la rebaja del Impuesto a los Ingresos Brutos. Por eso se observan casos de quienes cumplieron con esos hoy tienen un crecimiento de lo percibido por Ingresos Brutos menor al que se observa a nivel nacional en IVA y Cheque, y menos que la inflación.
La Argentina tiene la paradoja, entre comillas, simplificando, que después de los cambios que han habido con la devolución de los fondos que iban al sistema previsional, se tienen provincias ricas y un Estado nacional pobre
– Sin embargo, en el caso de la AFIP se advierte cierta "picardía", porque incluye en e cobro de IVA y otros impuestos, lo ingresado por los planes de facilidades de pago. Es decir no todo se vincula con la actividad y precios. Y del lado de algunas provincias, lejos de bajar subieron las alícuotas del IB porque los nuevos parámetros de partida se ubicaron por arriba del que tenían…
– Eso en algunas provincias chicas, y en el primer año del Pacto Fiscal. Fue un error del acuerdo, porque debiera haberse fijado no sólo un cronograma de rebaja, sino también la prohibición de suba de las alícuotas. Pero ya en el segundo años todas comenzaron a bajar las alícuotas, y se está viendo en la recaudación que crece menos que el IVA, por la eliminación de las Aduanas Interiores. Ahí también es muy importante que el sector privado ponga la presión sobre los gobernadores para que no den marcha atrás con esta reforma que costó mucho tiempo acordar.
En el país se viene discutiendo todo esto de lo malo que es para la actividad productiva un impuesto que se aplica en cascada desde que tengo uso de razón, y de cuánto contribuye la rebaja de las alícuotas de Ingresos Brutos a la disminución de la presión tributaria. Lo que se está diciendo es que los mayores ingresos que recibieron las provincias no se gaste en aumento del empleo público, sino en sacar impuestos distorsivos, como también lo es Sellos.
– ¿Con qué fortalezas, en materia macroeconómica, se llega para el próximo año?
– Se llega con menos vulnerabilidades de las que había a fines de 2015 y en 2017; hay más deuda pública, lo cual obliga al próximo gobierno a terminar de hacer la corrección fiscal. Para no entrar en la polémica, y mirando los datos del Fondo Monetario, se pasó de un déficit en 2015 de más de 4% del PBI a cerca de cero este año; y el organismo dice que hay que ir a un superávit de 1,5%, a mi me parece que debiera ser de 2% a 2,5% para cubrir el pago de intereses de la deuda. Y no parece tan obvio que parte de esa rebaja del rojo fiscal primario se logró con inflación, y parte con reformas más de fondo. Ahí hay un desafío hacia adelante. Y después el de pasar a tener un programa económico que cierre, porque eso facilitaría poder avanzar en las reformas estructurales.
– ¿Ve consenso en la dirigencia política para poder avanzar con esas reformas estructurales, en lo laboral, previsional, tributario, del Estado?
– Observo, no sólo en la principal fuerza oposición, sino también en muchas otras, que tienen una visión en materia laboral que ignora lo anticuado de la legislación argentina, y que el gobierno anterior la terminó de destruir, mientras el mundo se mueve para el otro lado, ha pasado en Brasil y también en varios países europeos. Acá se castiga el empleo formal con regulaciones y costos que no se lo lleva al trabajador; desde el seguro de desempleo, la indemnización por despido; la judicialización por accidentes de trabajo, entre otras. La discusión que hay que dar es qué nivel de protección se quiere dar, porque cuánto más alta sea, mayor será el costo.
Observo, no sólo en la principal fuerza oposición, sino también en muchas otras, que tienen una visión en materia laboral que ignora lo anticuado de la legislación argentina, y que el gobierno anterior la terminó de destruir, mientras el mundo se mueve para el otro lado
Después está la otra discusión, la que nadie sensatamente acepta, salvo en la Argentina, que es cuando se generan costos que el trabajador no se lleva. El ejemplo más claro es el de la litigiosidad laboral, porque hay un costo de intermediación desde todo lo que le cuesta al Estado la justicia laboral, más el porcentaje que se llevan los abogados que llega al 40% del valor del juicio. Eso es tirar la plata, por eso se debería poder acordar sobre cómo reducirlo.
Ahora, en materia de reforma estructural lo que me preocupa es que nos ponemos de acuerdo en el título, pero no en el contenido. Y cuando escucho declaraciones de algunos funcionarios del Gobierno que dicen que en materia previsional se hizo todo lo que había que hacer, me inquieta, porque sólo se hicieron cosas menores, creo que está todo por hacer. Me corrijo, ni siquiera empezaron.
– ¿La desconexión entre lo que se necesita para consolidar la búsqueda del equilibrio fiscal y el aumento de la competitividad de las empresas y las posiciones que asume el poder político es porque no hay estudios serios, o porque están convencidos de que la Argentina no está preparada para debatir los cambios necesarios para un mejor mañana, porque predomina el presente, el corto plazo?
– En lo previsional el problema es que se pagan costos políticos hoy, y se discuten cosas que repercutirán mañana. Por eso en general todo el mundo corre el tratamiento de la reforma para un mejor futuro en lo fiscal y en los de los jubilados y pensionados. Pero en algún momento se deberá discutir, porque el que pase el que sigue, que lo traten otros, lleva a que ocurran situaciones que derivan en soluciones muy traumáticas. Las reformas previsionales hay que hacerlas gradualmente. Y esto se arregla de manera muy fácil, en FIEL hay un equipo que ha estado trabajando en el tema, y resaltan que hay que crear incentivos en el sistema de reparto, como hacen los suecos con las cuentas nacionales: la jubilación individual se calcula en función de lo que se aportó, no solamente en cantidad de años, sino también de la plata con que se contribuyó.
– Eso luce comprensible para los flujos, pero para el stock, es decir para los jubilados y pensionados del presente?
– Para el stock hay derechos adquiridos. Ahí no veo un espacio para un cambio. La Argentina cometió el error de incorporar al sistema a 4 millones de personas que nunca aportaron y llamarlo "jubilaciones", en lugar de llamarlo "ayuda social" y restringido a los sectores de muy bajos recursos. Eso hubiera requerido, seguramente menos de la mitad de las jubilaciones que se dieron de regalo. En el resto de la gente que no tenía una jubilación, habría que haberlo condicionado, como ahora, a quien tenga un estado de necesidad.
Y además hay una gran cantidad de regímenes especiales, como por ejemplo el Monotributo, porque en esos casos se le asigna una jubilación mínima luego de haber aportado menos de la tercera parte de lo que aporta un asalariado que tiene un ingreso similar que también le va a dar un haber mínimo. Eso constituye un régimen de privilegio. Es un punto complicado, porque junto con el régimen de empleadas doméstica comprende a más de 3 millones de personas.
– ¿Cómo cree que se debiera comenzar a corregir semejante desfase?
– Creo que de dos formas. Primero, fijando para esos casos una jubilación menor; o segundo, incentivos para que aporten más, de modo que quién más aporte, más reciba. Por ahí pasa la clave de la reforma previsional. Sino se dan una de las barbaridades que muestra el sistema actual en el que una persona que trabajó 20 años como gerente de una empresa y los últimos 10 como monotributista, cobra la mínima; o a la inversa, 20 años en el Régimen Simplificado de Impuestos y 10 como gerente de empresa y recibe el haber máximo. Eso genera una injusticia de todo tipo.
– ¿Qué oportunidades observa que tendrá el próximo gobierno?
– Sin dudas que hay muchas, no hablamos de la reforma laboral que le va a permitir a la Argentina avanzar más rápido en generar espacio por el lado de la baja de los costos de ineficiencia que tiene esta economía; además de las oportunidades sectoriales en muchos casos son bastante obvias.
– También están las amenazas que muestra el mundo, donde no se ve claro aún a dónde va, si con más proteccionismo o apertura, con la guerra comercial que se observa entre los EEUU y China…
– Eso, a la larga, nos complica, sino se corrige. En el corto plazo nos da una compensación porque los exportadores pueden vender a un precio FOB mayor al de la cotización en los EEUU, porque cada vez que se tensa la situación internacional la cotización de la soja y sus derivados se separa para arriba del precio Chicago. Pero no hay que ponerse contentos con eso, porque a la larga lo que más le beneficia al país es que el mundo crezca, porque impulsa el comercio.
Más allá de eso, creo que la Argentina tiene muchas oportunidades. En general hemos sido especialistas en destruir. Ahora, parece que hay una parte de la política que está pensando otra vez en la oportunidad de Vaca Muerta como una tabla de salvación para hacer lo que hay que hacer, y eso no va funcionar así. Es un sector que requiere de inversiones enormes, y además de una decisión política que, además la Argentina no pudo sostener, porque si se aspira realmente ir a una fase de ser un exportador a gran escala, exige una regla clara que determine qué pasa si en algún momento la producción, por alguna razón, cede. Nadie va a hundir capital en todo lo que hay que hacer para producir GNL (Gas Natural Licuado) y extraer petróleo, si no se tiene una cierta certeza contractual de cuál va a ser el precio. En Canadá hubo una fuerte discusión antes de decidir exportar gas masivamente a los EEUU.
Si se aspira realmente ir a una fase de ser un exportador a gran escala, el desarrollo de Vaca Muerta exige una regla clara que determine qué pasa si en algún momento la producción por alguna razón cede. Nadie va a hundir capital en todo lo que hay que hacer para producir GNL (Gas Natural Licuado) y extraer petróleo, si no se tiene una cierta certeza contractual de cuál va a ser el precio
Todavía hay una parte de la política argentina que tiene una visión nacionalista, y de energía barata para los argentinos. Pero creo que en Vaca Muerta hay una ventana de oportunidad de ventaja competitiva fenomenal, a través de volver a tener, como hubo en los 90, marcos regulatorios razonables, después tuvimos energía mucho más barata, pero que se convirtió en escasa, porque durante 5 años pasamos a vivir en una ficción. Tiene que ser genuinamente barata, por crecimiento de la oferta, no por congelar el precio. Esa posibilidad Vaca Muerta la puede dar en 2, 3 o 5 años, si somos capaces de aprobar un marco regulatorio razonable, se ha avanzado mucho, pero no lo suficiente.
– ¿Hay otras ventanas de competitividad a la vista?
– Sin duda, otra ventana de oportunidad es el turismo, pero los sindicalistas aeronáuticos no se dan cuenta con sus críticas, independientemente de que creo que está mal la crítica dentro de la propia actividad, de la externalidad que se generan a otras actividades a partir de la mayor conectividad, como se ve hoy que hay un vuelo directo de Madrid a Iguazú.
– Como también los vuelos interprovinciales que ha determinado que los vuelos de cabotaje crecieran más que los internacionales…
– Obviamente, pero además, tiene la posibilidad de impulsar el comercio, la industria hotelera y de servicios conexos. Hoy, por ejemplo se puede ver en Mendoza muchos más brasileños a partir de los vuelos directos desde San Pablo, creo que uno por día. Esa flexibilidad que da terminar con el cuasi monopolio de Aerolíneas Argentinas, porque todos los vuelos debían pasar por Buenos Aires, quitaba pasaje. Por eso creo que hay que mirar el conjunto.
Me imagino que los gobernadores de todas las provincias turísticas que ahora se ven además favorecidas por la conectividad barata, debieran ser los primeros que defiendan la política de Cielos Abiertos. Por eso no se entiende que estén en contra de esto, más allá del reclamo gremial. Porque más allá de que pueda afectar a Aerolíneas Argentinas, les permite aprovechar la oportunidad de las externalidades positivas que le brinda a regiones con alto potencial para el desarrollo del turismo local e internacional. Por eso espero que los gobernadores se muestren muy activos en mostrarle a los gremios los beneficios del nuevo régimen aerocomercial.
– Y respecto de las amenazas y vulnerabilidades a la que está expuesta Argentina, ¿cómo ve el esquema de las Leliq como instrumento de regulación monetaria, qué grados de libertad tiene el Banco Central para poder hacer otra cosa, con menor costo?
– Hoy ninguno. Después de las elecciones, uno de los desafíos que hay dentro del programa monetario y cambiario, que tiene varias cuestiones:
1) Qué ancla nominal se va elegir; porque hemos visto que el ancla nominal que los argentinos entendemos ese el tipo de cambio. Y parecería que una flotación sucia ha probado ser más eficaz que la flotación limpia dentro de una banda de no intervención. Si eso es así tenemos un problema con la libertad para usar las reservas de divisas en el Banco Central, porque una cosa es de acá al 10 de diciembre y otra cosa es pensando en 4 años de flotación sucia donde eventualmente es posible que el canje de monedas con China se devuelva.
2) Dado una política monetaria, con una economía más creíble, ayudada también por la consolidación fiscal, está el problema de cómo desarmar los abultados pasivos remunerados del Banco Central, como son las Leliq. Va a haber algo positivo, que en ese escenario, la demanda de activos en pesos, pasada la incertidumbre, algo va a subir. Eso se podrá usar o para mejorar la posición de reservas en divisas; o para cancelar Leliq, pero no para ambas cosas. Por eso creo que uno no tiene que ser demasiado ambicioso con el ritmo de la reducción de la inflación, porque parte del problema del Banco Central se resuelve si se mantiene por un tiempo el impuesto inflacionario. Por que de lo contrario, una baja más rápida de la suba de los precios le pone un estrés adicional al Programa Financiero Tesoro, porque deberá emitir más Letras, y obtener más superávit fiscal del que está previsto en las proyecciones para el corto plazo.
– En un escenario de mayor certidumbre y mejora de la monetización, bajarán las tasas de interés, y dará lugar a la revitalización del crédito, que es la clave para que los bancos cancelen Leliq para poder responder a los mayores pedidos de pesos de sus clientes. ¿Sería un proceso muy lento?
– Exacto, en ese caso eso va ayudar, pero no da para resolver ambas cosas. Puede contribuir a reducir sustancialmente la emisión de Leliq, pero no toda, porque en el fondo lo que ocurre es que hay una demanda nominal que viene dada por el crecimiento de la economía y la inflación. Y después está la normalización, producto de que antes los activos en pesos había caído en esta transición. Por eso me parece que el golpe de una sola vez no alcanza, tiene que ser un proceso gradual.
Fotos: Gastón Taylor