Si se votara por el bolsillo, Mauricio Macri pierde seguro

La economía destruyó en mayo 30.100 puestos de trabajo en blanco en el sector privado, y la pérdida asciende a 184.000 si se compara con igual mes del 2018, según las últimas cifras oficiales

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Los jóvenes son las más afectados por la falta de oportunidades laborales en el sector formal
Los jóvenes son las más afectados por la falta de oportunidades laborales en el sector formal

La caída total del empleo registrado (incorporando monotributistas, autónomos y personal doméstico) fue en los últimos 12 meses hasta mayo de 217.000, y hubiera sido aún mayor si el Estado no hubiera aumentado su dotación. Y seguramente más alto si se contara con datos del empleo en negro actualizado.

El Ministerio que conduce Dante Sica también difundió datos sobre salarios, que resultaron igualmente negativos. La remuneración promedio de los trabajadores asalariados del sector privado fue en mayo de $42.200, lo que representa un 43% más que un año atrás, lo que a su vez implica una pérdida de poder de compra del 8,9% en esos doce meses. Fue el duodécimo mes consecutivo en el que la variación anual del ingreso de un empleado formal pierde contra la inflación del período.

Con menos empleo y menos poder de compra es inevitable que el consumo registre fuertes caídas. El martes el Indec había informado que las ventas en supermercados bajaron en mayo 13,5% respecto a mayo del año previo y un 1% respecto al mes anterior. Y los resultados conocidos ayer del relevamiento mensual de la consultora Kantar muestran que el consumo masivo (alimentos, bebidas, artículos de limpieza y tocador) fue en junio un 9% inferior que en junio 2018, acumulando para el semestre una caída del 8%.  El reporte reveló, además, que el consumo que más se deterioró fue el de las personas del segmento más bajo de la pirámide social.

Con estos datos a la vista, es obvio que si la gente votara en base al bolsillo el resultado de la elección presidencial estaría cantado en contra de Mauricio Macri. Es una deducción elemental, que además está avalada por estudios de renombrados académicos. Larry Bartels, un politólogo muy prestigioso de la Universidad de Vanderbilt sostiene: "Las condiciones económicas objetivas – no la propaganda política inteligente, ni la performance en los debates, ni alguna otra circunstancia efímera del día a día de la campaña- son la cuestión singular que más influye para la perspectiva de reelección de un presidente".

Las condiciones económicas objetivas – no la propaganda política inteligente, ni la performance en los debates, ni alguna otra circunstancia efímera del día a día de la campaña- son la cuestión singular que más influye para la perspectiva de reelección de un presidente (Larry Bartels, politólogo Universidad de Vanderbilt)

Bartels se refería a una elección en Estados Unidos, pero por sentido común esa máxima puede asumirse universal. Sin embargo, la Argentina es un país tan peculiar que rompe hasta con las obviedades más ostensibles. Pese a los pésimos resultados en las dos variables que más afectan el bolsillo, a 16 días de las Primarias y a dos meses de la elección general, la reelección de Mauricio Macri no está de ninguna manera descartada, y según la mayoría de los encuestadores tiene tantas chances de ganar como Alberto Fernández.

El balance de la gestión de Gobierno no sólo es altamente deficiente si se lo evalúa a través de las variables que directamente afectan al bolsillo. Gane quien gane, se encontrará con un país con más pobreza y desigualdad, mucho más endeudado, con sus crónicos problemas de sector externo agravados, con debilidades de infraestructura básica que no se corresponden con lo que muestran los spots de campaña del oficialismo, con menor integración a las cadenas de valor mundiales que la que había cuatro años atrás, y sin nada que se parezca a una estrategia capaz de conjugar crecimiento con inclusión social.

Gane quien gane, se encontrará con un país con más pobreza y desigualdad, mucho más endeudado, con sus crónicos problemas de sector externo agravados, con debilidades de infraestructura básica

Tan poco habían hecho en concreto en pos de una estrategia de desarrollo para aprovechar el potencial que tiene el país para ganar mercados, que ni siquiera la brusca devaluación que se desató el año pasado alcanzó para mover de manera significativa el amperímetro de las exportaciones.

Según los datos que ayer difundió el Indec, en junio las exportaciones subieron apenas 1,9% respecto a un año atrás, y acumulan en el primer semestre del año un alza de nada más que el 2,4%. Fotografía que se empaña todavía más al observar que las exportaciones de manufacturas industriales cayeron en junio 11,9% contra igual mes de 2018, y en el semestre registran una disminución del 7,5 por ciento.

La balanza comercial sí pegó una vuelta gorda, pasando de un déficit de USD 4.900 millones en la primera mitad del año pasado a un superávit de USD 5.600 en la primera mitad de 2019. Pero esa reversión fue motorizada por la peor de las alternativas para que el saldo cambie de signo: se explica casi por completo por el estrepitoso desplome de las importaciones, que bajaron de 34.900 a 25.100 millones de dólares de un primer semestre a otro, como consecuencia del aumento del dólar, y del ajuste en el consumo, la producción y la inversión.

El discurso del Gobierno sobre la Argentina del futuro incluye a Vaca Muerta, los agronegocios, la pesca, la minería, los servicios de conocimiento, el turismo y …. poca cosa más. Insuficiente para imaginar un país capaz de mejorar sensiblemente su escasez de dólares y hacerle lugar digno al tercio de la población que está excluido de los beneficios de la modernidad.

La inclusión de ese tercio requiere de políticas que este Gobierno no ha encarado ni por asomo con la dedicación, profundidad y rigurosidad necesaria. Un trabajo elaborado en conjunto por el Centro de Implementación de Políticas Públicas para el Crecimiento (Cippec), el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) da una pauta de lo dificilísimo del desafío: "Con un crecimiento del PBI per cápita del 1%, la pobreza caería a 27% en cinco años, a 24,5% en diez años y a 20% en veinte años. Una tasa de crecimiento del 3% anual permitiría reducir la pobreza de 30% a 25,8% en cinco años, a 16% en diez años y a 9% en dos décadas. Con una tasa muy alta del 5% anual la pobreza podría caer a cerca de 20% en 2023, y si esos valores se mantuvieran un lustro más, la pobreza podría caer a alrededor del 10% en 2028, y con una década adicional de crecimiento, la pobreza podría reducirse a menos del 4%. Es decir, sólo en un escenario de crecimiento sostenido a tasas altas durante dos décadas, la pobreza de ingresos quedaría reducida a un grupo poblacional pequeño".

Sólo en un escenario de crecimiento sostenido a tasas altas durante dos décadas, la pobreza de ingresos quedaría reducida a un grupo poblacional pequeño

Parecen objetivos utópicos para un país cuyo PBI per cápita es menor que el de hace varios años y que ha caído bastante durante este Gobierno. Los autores señalan que "una estrategia general de reducción de la pobreza debe incluir políticas macroeconómicas que favorezcan el crecimiento con estabilidad, pero también políticas laborales, de protección social, educativas, habitacionales y de hábitat, entre otras".  Nada parecido a lo que sucedió en esta gestión.

Los indicadores de precariedad laboral y de viviendas de emergencia se mantienen elevados
Los indicadores de precariedad laboral y de viviendas de emergencia se mantienen elevados

Sin embargo, a pesar del bolsillo y de todo lo demás, la lógica de Bartels puede quedar desacreditada con un triunfo de Macri. ¿Razones? Algunas muy trilladas, como el rechazo de un sector de la sociedad al peronismo en general, al kirchnerismo en particular, y más que nada a la figura de Cristina Fernández, o el desembozado apoyo de los principales medios y del poder económico al oficialismo. A lo que podría sumarse la ventaja de profesionalidad en campañas políticas que el macrismo le saca a su adversario.

Pero también está comenzando a notarse una sensible mejoría en las expectativas. El índice de confianza del consumidor que elabora Poliarquía para la Universidad Di Tella arrojó en julio una suba de 8,9% respecto a junio, y del 21,9% en la comparación interanual con julio de 2018. En una escala 0-100 el índice se ubicó en 44,2%, muy por arriba del 32% de noviembre pasado y no muy lejos del 51% que registró en octubre de 2017 cuando el oficialismo ganó las elecciones de medio término.

La encuesta registra que hay una sensación mala sobre el presente pero expectativas mucho mejores. ¿A qué se debe? La encuesta no lo responde.

Y se ha visto que la Argentina es un país muy raro, en el que un mal gobierno puede llegar a ser reelecto.

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