Comienza la segunda quincena de julio y es una prueba de fuego para ver si el dólar se sigue debilitando ante el peso y el riesgo país confirma su tendencia a la baja.
El cierre del viernes fue promisorio. El dólar mayorista, con un volumen de negocios que está dentro lo habitual -USD 865 millones-, tuvo otro retroceso y el atraso cambiario es evidente. El dólar actual equivale en términos reales al que existía en junio del año pasado. Es una bendición para los planes electorales del Gobierno, importadores y viajeros al exterior en vacaciones de invierno y una contrariedad para los exportadores porque los precios de los productos que exportan no solo han perdido renta por la paridad, sino por la baja de sus precios en el exterior.
El dólar mayorista perdió 12 centavos y cerró a $41,60, mientras en bancos y casas de cambio la divisa retrocedió 6 centavos a $42,84.
En este escenario, y a pesar de la baja de tasas diarias que impone el Banco Central, los depósitos a plazo fijo crecieron $15 mil millones en una semana y ya están en $1,3 billones (todos de corto vencimiento). El ritmo de aumento de las colocaciones asombra. El carry trade (apostar al peso para tomar luego las ganancias en dólares) es avasallador, pero también habrá que ver cuando se tropiece con los primeros obstáculos qué sucede, porque esa enorme acumulación de colocaciones en los bancos puede, en un instante, irse a dólares.
El comienzo de la segunda quincena de julio es clave porque todas las renovaciones de plazo fijo se harán con vencimiento una semana después de las PASO. La fe que cada inversor tenga en el resultado de ese acontecimiento marcará el auge o el declive de estas colocaciones. Si siguen en alza, el futuro del dólar es a la baja. Si empieza a regir la cautela a la espera de las elecciones del 11 de agosto, el dólar puede tener un leve impulso acompañado de la menor liquidación de divisas de los exportadores, algo que ocurre estacionalmente en agosto. La baja del riesgo país, si bien es auspiciosa, no deja de ser tímida. El viernes cedió 1,14% a 779 puntos básicos. Sigue muy pegado a los 800 puntos.
Del otro lado de la frontera, los futuros para el lunes son pesimistas. En Estados Unidos comienza la temporada de balances y los que se presentarán el lunes no tienen buen augurio. No creen que haya ganancias en los principales bancos como Goldman Sachs, Bank Of America, Morgan Stanley o el Chase, ni tampoco en Netflix y Microsoft, que el lunes presentarán sus resultados trimestrales en Wall Street.
Por eso los futuros para el lunes están con números en rojo. Nada grave: las bajas en Wall Street son ínfimas y rondan 0,10%. Las Bolsas asiáticas abrieron con caídas generalizadas y los futuros de los mercados europeos, salvo Italia, también están en rojo.
La duda es qué sucederá con el dólar, debilitado por la segura baja de las tasas de interés en un cuarto de punto, el 31 de julio. Solo el 25% del mercado cree que la Reserva Federal las recortará en medio punto.
La noticia que puede alegrar a muchos tiene un argumento de fondo que preocupa: la Reserva Federal advierte sobre una recesión mundial por la guerra comercial desatada por los Estados Unidos. Hasta el viernes, esa preocupación no impactó en los inversores que llevaron a todos los indicadores de Wall Street a niveles récord.
Con este panorama puede haber una suba de los bonos del Tesoro y una baja de sus rendimientos que hará que los bonos argentinos deban cotizar en alza para lograr una baja del riesgo país.
A su vez, el dólar puede seguir debilitándose ante las demás monedas, algo que ayuda a la política gubernamental pero desencanta a los exportadores.
El tema es que se quiere llegar al 11 de noviembre con un dólar muy bajo que permita mejorar el escenario electoral.
En estos momentos los detalles sobre el atraso cambiario poco importan. Lo que se espera es una baja del riesgo país después de las PASO. En ese momento, el riesgo país tomará para el Gobierno la misma importancia que el dólar atrasado, porque se puede transformar en una herramienta decisiva del consumo por la mayor confianza en el país al mejorar las condiciones de pago de la deuda el año próximo.
En ese sentido, el Gobierno se alegró porque su contendiente electoral, Alberto Fernández, se transformó en un malabarista para equilibrar las contradicciones en su partido. Por un lado, Axel Kicillof habló de un control de capitales y el economista de cabecera de Fernández, Guillermo Nielsen, salió a cruzarlo diciendo lo opuesto y descalificando al ex ministro de Economía y candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Tampoco fueron afortunadas las declaraciones de Cristina Fernández de Kirchner en la presentación de su libro en Río Gallegos, donde habló de la deuda del FMI y no fue muy clara sobre cómo se iba a pagar y si se harían cargo en caso de llegar el gobierno. "Yo quiero saber quién se la llevó. Quiero pedir a ese que la pague", afirmó.
Por supuesto, Alberto Fernández deberá equilibrar esta frase porque hace poco le dijo a la gente del FMI que la Argentina honraría sus deudas.
Argumentos para inquietar a la economía no faltan. Los encuestadores trabajan a destajo porque cada declaración mueve los números de sus estudios. El dólar, por ahora, no toma nota.
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