La postergada integración económica y comercial de Argentina en el mundo constituye un paso indispensable para estimular avances en su competitividad sistémica; promover un mayor crecimiento económico; crear más y mejor empleo y, en última instancia, mejorar la calidad de vida de los argentinos.
En ese escenario, el Acuerdo Mercosur – Unión Europea (AMUE) debe ser leído no solo en términos de importaciones y exportaciones sino, esencialmente, como un paso fundamental en la dirección que acelera marcadamente la integración internacional, demostrando que es posible alcanzar estos resultados y abriendo la puerta a acuerdos en el corto y mediano plazo.
Los países cuyas economías están más integradas internacionalmente en general muestran mayores niveles de competitividad y crecimiento sostenido, y mejoran su nivel de ingresos a lo largo del tiempo.
El Acuerdo Mercosur – Unión Europea (AMUE) debe ser leído no solo en términos de importaciones y exportaciones sino, esencialmente, como un paso fundamental en la dirección que acelera marcadamente la integración internacional
Prácticamente no existen en el mundo casos exitosos de países, con características similares a las de Argentina, que hayan logrado desarrollarse solamente sobre la base de su mercado interno. La mera internacionalización de la economía, en definitiva un medio para alcanzar un fin mayor, no garantiza desarrollo económico y social, pero su ausencia es receta para el fracaso.
El AMUE –como cualquier otro acuerdo de esta índole– ofrece una oportunidad, pero no generará todos estos cambios de forma automática. Que lo haga, junto con otros acuerdos que la Argentina y el Mercosur continúen celebrando, requerirá que todos tengan la voluntad y el compromiso de aprovechar esa oportunidad y de dar los pasos necesarios para ello.
En primer término, se requiere un compromiso de los ciudadanos, de los gobernantes y de las instituciones para generar consensos básicos sobre cuestiones centrales para el desarrollo del país e indispensables para poder competir exitosamente en la Unión Europea y en el mundo.
La solvencia macroeconómica
Resulta imperioso alcanzar una estabilidad macroeconómica sostenida en el tiempo, capaz de absorber shocks y fluctuaciones externas, como lo hacen la gran mayoría de los países del mundo. Esta estabilidad permitirá planificar a largo plazo, tener más certidumbre sobre el futuro, acceder a más y mejor financiamiento e invertir con mayor confianza, contribuyendo a que nuestras empresas tengan la calidad y capacidad de producción para exportar al mundo.
Además, el país debe invertir en otras áreas fundamentales para mejorar su competitividad sistémica como políticas educativas que aseguren que los trabajadores tengan las habilidades necesarias para producir bienes y servicios de calidad mundial y el desarrollo de infraestructura logística que minimice los costos y las demoras para las exportaciones.
El país debe invertir en otras áreas fundamentales para mejorar su competitividad sistémica como políticas educativas que aseguren que nuestros trabajadores tengan las habilidades necesarias para producir bienes y servicios de calidad mundial
Una mayor integración del país al mundo requiere también un cambio cultural profundo en el sector privado argentino. A medida que Argentina esté más integrada a la economía global, habrá más clientes internacionales, más proveedores internacionales, y más opciones de financiamiento internacional y nuestras empresas deben desarrollar las capacidades adecuadas para aprovechar ese contexto y oportunidades.
En primer lugar, es necesario que las empresas aseguren que sus productos y servicios, y el modo en que se administran, alcancen estándares de calidad internacional – no solo para poder exportar a nuevos mercados
sino también para seguir compitiendo en el mercado argentino.
Segundo, es clave entender al mercado y las tendencias globales de cada industria más allá de las fronteras nacionales, conocer las preferencias de los consumidores y las regulaciones gubernamentales y adecuar los productos a ellas, así como identificar socios y competidores en el exterior.
Esencialmente, las empresas deben hacer de las exportaciones un componente central de su modelo de negocios y deben invertir en desarrollar sus capacidades internas de comercio internacional para poder aprovechar los beneficios de la creciente internacionalización.
Las empresas deben hacer de las exportaciones un componente central de su modelo de negocios y deben invertir en desarrollar sus capacidades internas de comercio internacional
El proceso de internacionalización lleva tiempo, requiere persistencia, y la mejor manera recorrerlo exitosamente es con información y colaborativamente. Las empresas deben informarse, capacitarse y buscar colaboraciones tanto en el sector público como en el privado para apalancar los proyectos de crecimiento internacional sobre la asistencia y experiencia de los que ya lo hicieron. Existen numerosas herramientas, beneficios y programas gubernamentales a disposición del sector privado que son poco utilizados, mayormente, por falta de información.
Potencial de crecimiento microeconómico
El programa Argentina Exporta, por ejemplo, ofrece un canal importante del Estado para articular los distintos programas de promoción de las exportaciones para las empresas argentinas. Además, las empresas deben buscar colaboraciones con empresas que ya cuentan con experiencia exportadora o en cámaras sectoriales que pueden facilitar el proceso.
Para las empresas que ya cuentan con cierta experiencia y capacidad exportadora, el AMUE representa una oportunidad única para crecer y mejorar su competitividad internacional – pero aprovecharlo también requerirá una inversión en adquirir conocimientos y adecuar la producción. En primer lugar, las empresas deben entender los beneficios directos que implica el AMUE en materia de reducción arancelaria, tanto cuando exporten sus productos al mercado europeo como para sustituir insumos que hoy se importan de terceros mercados a un costo mayor.
El AMUE representa una oportunidad única para crecer y mejorar su competitividad internacional – pero aprovecharlo también requerirá una inversión en adquirir conocimientos y adecuar la producción
Asimismo, a nivel más técnico, deben prestar especial atención a las nuevas reglas de origen que regirán con el AMUE para poder garantizar que los productos estén alcanzados por los beneficios del acuerdo.
En este contexto, las empresas podrán reconfigurar su cadena de producción y suministros para ganar eficiencia, bajar costos, aumentar su competitividad y asegurar su acceso libre de aranceles al mercado ampliado.
También resultará fundamental para las empresas entender, e incorporar en los procesos productivos, los estándares de calidad, seguridad, sanitarios y fitosanitarios y medioambientales que requiere la Unión Europea para acceder a su mercado.
Además, las empresas deben adecuar sus productos y servicios para satisfacer las preferencias y tendencias de consumo en el mercado europeo.
Las reducciones arancelarias no serán los únicos beneficios del acuerdo que, por ejemplo, también abre el mercado europeo de compras públicas a las empresas del Mercosur. Este es un mercado que representa alrededor del 15% del PBI de la Unión Europea y está prácticamente inexplorado por las empresas argentinas – aprovecharlo requerirá familiarizarse con los procedimientos de contrataciones públicas y monitorear las licitaciones.
El Mercosur es un mercado que representa alrededor del 15% del PBI de la Unión Europea y está prácticamente inexplorado por las empresas argentinas – aprovecharlo requerirá familiarizarse con los procedimientos de contrataciones públicas y monitorear las licitaciones
En síntesis, el AMUE supone para la Argentina una oportunidad inigualable para crecer y desarrollarse pero, tras concluir la negociación luego de veinte años de esfuerzos podemos decir que el trabajo recién comienza y que ciudadanos, empresas, instituciones y gobernantes trabajemos en conjunto para traducir esta oportunidad en resultados y que pronto sea habitual para los ciudadanos europeos puedan trabajar en Viena usando una programa informático desarrollado en Buenos Aires, comprar zapatos argentinos en Varsovia, o con tomar un buen vino salteño en Bruselas.
* El autor es Doctor en Derecho de la Universidad de Harvard. Master en Política Global de la London School of Economics y abogado de la Universidad de Buenos Aires. Ex Subsecretario de Comercio Exterior de la Nación. Actualmente es Socio de Quipu, Miembro del Global Future Council on International Trade and Investment del World Economic Forum (WEF) y Fellow del Institute for Global Law and Policy (IGLP) de Harvard
Seguí leyendo: