La Casa Blanca hace la misma lectura que Wall Street: el mejor escenario para los próximos cuatro años en la Argentina viene de la mano de Mauricio Macri. La alternativa de un regreso de Cristina Kirchner al poder, una posibilidad que parecía remota hasta hace muy poco y que ahora irrumpió con fuerza en los cálculos del mercado, sería desde su óptica un lamentable retroceso al pasado reciente de populismos dominantes en América Latina.
Esa mirada explica, según los analistas locales, el visto bueno al último ensayo en materia de política monetaria. El razonamiento es lineal: si la reelección presidencial está atada a la estabilidad del dólar, una presunción que se acepta como cierta, entonces el Banco Central debe poder hacer todo lo que sea necesario para garantizar esa estabilidad.
El FMI no lo dice de esa manera. Un comunicado del Fondo atribuido a David Lipton, número dos de Christine Lagarde, habló ayer de una "recalibración de las políticas de intervención" anunciadas por el BCRA para hacer frente a lo que describió como una "situación desafiante en los mercados financieros".
La libertad que desde ayer tiene la entidad para intervenir en materia cambiaria está lejos del credo de los economistas del Fondo Monetario Internacional, pero en este caso los técnicos del organismo multilateral aceptaron sin más discusión hacer a un lado la caja de herramientas usual en aras de un objetivo superior. La misma percepción del riesgo electoral que sacudió a los mercados en las últimas semanas permitió que el FMI finalmente admitiera la virtual eliminación de la zona de no intervención que debía servir para amortiguar las presiones sobre el dólar.
El margen que tenían los técnicos del Fondo estaba más ligado a razones políticas que económicas: el departamento del Tesoro norteamericano, comandado por Steven Mnuchin, le dio volumen a los argumentos que los funcionarios argentinos expusieron ante los responsables del FMI, tal como se informó ayer. "La orden llegó de arriba", resumió a Infobae un experto local que le puso palabras a lo que el organismo no puede decir.
A la urgencia se suma otro elemento que tanto en el mercado neoyorquino como en Washington ven con incredulidad. No aparece en la Argentina, a seis meses de las elecciones, un tercero en discordia capaz de quebrar el esquema binario con el que de manera inevitable se lee la política argentina. Así, las opciones hoy son sólo dos: continuidad de la gestión actual (y de la alianza con Estados Unidos) o un escenario incierto, que puede colocar al país junto a la Venezuela de Nicolás Maduro.
"Perder a la Argentina como aliado sería doloroso", afirmó a Infobae Benjamin Gedan, especialista en América latina y director del Argentina Project del Woodrow Wilson Center, de Washington. "Estados Unidos, a lo largo de dos administraciones, ha visto a Mauricio Macri como un socio fundamental en varios temas, incluida Venezuela, y considera sus reformas pro mercado como un baluarte frente a los experimentos populistas en la región", agregó.
Un regreso a esas prácticas en la segunda economía de Sudamérica "sería un retroceso urticante para los intereses estadounidenses en América latina, sobre todo si Cambiemos fuera reemplazado por un gobierno antinorteamericano", sostuvo Gedan. La década kirchnerista todavía trae recuerdos amargos.
En las evaluaciones de los analistas de Wall Street asocian esa posibilidad con las continuas tensiones entre Estados Unidos y el México de Andrés Manuel López Obrador y la falta de garantías que ofrece Jair Bolsonaro en Brasil, cuyo gobierno de pocos meses ya muestra fisuras internas de consecuencias difíciles de prever.
Es decir, los tres grandes de América Latina plantean interrogantes que preocupan en Estados Unidos. Y a esto se suma la inquietud por la falta de avances en Venezuela y Nicaragua, y por la muy probable reelección de Evo Morales en Bolivia. El caso argentino pone a prueba la voluntad del gobierno norteamericano de hacer algo al respecto.
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