La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) difundió el mes pasado su Panorama Social de América Latina, en el que realiza una comparación de la situación de pobreza y pobreza extrema en la región.
El informe distingue las mediciones oficiales de cada país de otra más homogénea que permite la comparación entre los mismos, debido a que la metodología y los ítems que toman en cuenta los gobiernos del continente son muy diversos.
"Como sucede con otras variables, los países de América Latina presentan una marcada heterogeneidad en los niveles de pobreza y de pobreza extrema. Solo dos -Chile y Uruguay- tienen una tasa de pobreza inferior al 15 por ciento", aclara la CEPAL.
Con una menor tasa de pobreza Uruguay, Chile, Costa Rica y Panamá aventajan a la Argentina
Argentina, cuyas mediciones de pobreza no fueron confiables durante la intervención del ente estadístico INDEC a partir de 2007, incluso dejó de divulgar este indicador entre 2014 y 2015, cuando eliminó los informes de la Encuesta Permanente de Hogares, ante la escandalosa brecha con las mediciones privadas.
Con la normalización de las estadísticas argentinas, la Cepal empezó a contar con datos fidedignos para el cotejo regional. Así detectó que la Argentina ocupa el quinto puesto en un ranking latinoamericano de pobreza, con un 18,7% de la población (datos de 2017) que no puede acceder a la totalidad de una canasta de bienes y servicios básicos.
Superan a la Argentina, en cuanto a la erradicación de la pobreza, Uruguay (2,7% de pobreza), Chile (10,7%), Costa Rica (15,1%) y Panamá (16,7%).
Los países donde la pobreza es más baja son también los de menor pobreza extrema. "La Argentina, Chile, Costa Rica y el Uruguay tienen tasas de pobreza extrema por debajo del 5%; el Brasil, el Ecuador, El Salvador, Panamá, el Paraguay, el Perú y la República Dominicana se sitúan entre el 5% y el 10%, mientras que el resto de los países tienen tasas de pobreza extrema por encima del 10%", detalló el organismo dependiente de las Naciones Unidas.
La Cepal aclaró que las cifras de su estudio difieren de las oficiales de los distintos países debido a que "presentan distintos énfasis y, por tanto, en su cálculo se adoptan criterios diferentes", como los utilizados para la selección de los bienes de las canastas básicas alimentaria y no alimentaria, los precios utilizados para valorar dichos bienes o los deflactores para actualizar las líneas en el tiempo, entre otros.
"Las cifras de la CEPAL tienen por objeto reflejar de la manera más comparable posible la realidad regional, en tanto que las cifras nacionales buscan atender de la mejor manera las realidades propias del país", agregó.
También explica los resultados diferentes que el organismo toma en consideración el alquiler imputado por el uso del servicio de la vivienda propia.
"A pesar de estas diferencias, las variaciones en el corto y mediano plazo son consistentes entre ambas mediciones, lo que refuerza la validez de cada una como instrumento apropiado para los objetivos que se plantea", afirmó.
Como la región en general, Argentina evidenció una caída de la pobreza a partir de 2002, con el "boom" de las materias primas. Contribuyó a esta tendencia la mayor cobertura del sistema previsional y el esquema de subsidios destinados a la población de menores recursos.
Argentina y Uruguay presentan los indicadores de desigualdad más bajos de América Latina
La Cepal explicó que "en la Argentina, Costa Rica y el Perú, las pensiones y transferencias fueron la principal fuente del incremento de los ingresos de los hogares pobres. En los tres países, el aumento se debió más al incremento de los perceptores que al alza del monto promedio de las percepciones, las que incluso cayeron en el Perú en el período analizado".
Pero en los años recientes, a partir de 2012, la Argentina exhibió "una caída moderada de la pobreza basada casi exclusivamente en la mejora del ingreso medio de los hogares".
Chile se ubica entre los países que lograron una mayor reducción de la pobreza en el período 2012-2017, básicamente porque los ingresos laborales fueron la fuente que más se incrementó en los hogares de menores recursos.
En el caso de Uruguay "las transferencias recibidas por los hogares pobres fueron tan o más importantes que el incremento en el ingreso laboral", detalló ele estudio, aunque "la variación del ingreso medio fue el efecto dominante" para que la pobreza fuera reducida a ritmo más acelerado -un 5% anual o más- en el último lustro.
"Respecto de Chile, el nivel de pobreza que uno observaba hace unas décadas lo hacía incomparable con la Argentina, parecía que los mirábamos desde la 'cima' del Aconcagua. Tanto en Chile como en Uruguay se implementaron políticas de mejoramiento de la distribución del ingreso y, sobre todo, no está operando esa gran fábrica de pobreza que es la inflación", comentó Víctor Beker, director del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano.
Desigualdad y pobreza no son lo mismo
La Cepal advierte que "la desigualdad es una característica histórica y estructural de las sociedades latinoamericanas y caribeñas que se ha mantenido y reproducido incluso en períodos de crecimiento y prosperidad económica", aunque reconoce que "la desigualdad de ingresos entre los hogares y las personas se ha reducido apreciablemente en la región desde principios de la década de 2000".
Para medir la desigualdad se utiliza el Coeficiente de Gini, un indicador que mide los ingresos dentro de un país: cuanto más cerca de 0 se encuentre, mayor es la igualdad, mientras que más cerca de 1 significa una mayor desigualdad. Argentina y Uruguay exhiben los mejores índices de igualdad, con 0,39; Chile se encuentra en un estamento intermedio para la región, con 0,45.
"Es cierto que existe en los países de América Latina una gran desigualdad. Pero desigualdad y pobreza son dos cosas distintas. Es más, todo indicaría que va en direcciones opuestas, según la experiencia observada en muchos países en desarrollo, como China, India e incluso Chile. Paradójicamente van acompañados: no solo han reducido el coeficiente de pobreza, sino también lo han hecho con más desigualdad", le dijo Beker a Infobae.
"Entonces, cabe preguntarse cuál es el objetivo ¿Reducir la pobreza o la desigualdad? Cuando baja la pobreza, aumenta la desigualdad, no son sinónimos y no van en la misma dirección", agregó.
La pobreza en Argentina creció en 2018
Como consecuencia del descenso del nivel de actividad económica que sufrió la Argentina a partir del segundo trimestre de 2018, la tasa de pobreza y de indigencia en el país se incrementó y regresó a rangos no vistos en una década.
"El proceso inflación argentino es sumamente perverso, porque no solo es alto y se aproximó al 50% anual, si no que está liderado por las canastas de pobreza e indigencia, que subieron más que el promedio de los precios de la economía", dijo Beker, también ex titular de Estadísticas Económicas del Indec.
"La inflación es más perniciosa sobre sectores vulnerables, por la suba del tipo de cambio y su impacto sobre bienes de consumo masivo, y la suba de tarifas, que además implica una reducción de los subsidios, más necesarios para los sectores de menores ingresos", agregó.
En Argentina hay 13 millones de habitantes que no acceden al total de la canasta de bienes y servicios que delimita la pobreza
Al cierre de 2017, un año en el que el PBI de Argentina se expandió 2,9%, la tasa de pobreza según el INDEC alcanzaba el 25,7% de la población, y la indigencia, el 4,8 por ciento. Según el Observatorio de Deuda Social de la UCA, en dicho período la pobreza llegaba a 28,2%, y la indigencia, 5,7 por ciento.
Al fin el primer semestre de 2018, último dato oficial publicado, el INDEC detectó un 27,3% de la población debajo de la línea de pobreza, y un 4,9% en la indigencia –no llegó a cubrir la totalidad de la canasta de alimentos.
Un estudio de la UCA correspondiente al tercer trimestre de 2018 ya reconocía una pobreza en el 33,6% -más de 13 millones de personas en esa condición-, y dentro de ese universo, un 6,1% estaba en la indigencia. Son las tasas más altas de la década, según la base de datos del Observatorio de Deuda Social.
"Uno se pregunta cómo es que el conflicto social no ha avanzado. Es que hay una diferencia fundamental con lo ocurrido, por ejemplo, en la década del 90. El entonces presidente Carlos Menem había dicho: 'Hicimos cirugía sin anestesia'. Y ahora se está aplicando bastante anestesia: con un incremento de la asistencia social, pues las partidas destinadas crecen más el resto. Eso es tiene un importante efecto morigerador". En ese sentido, el Presupuesto 2019 contempla un incremento del 29% para las partidas de asistencia social, y del 60% para los programas de compras de alimentos, por encima de la inflación prevista, de 23% anual.
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