Mario Teijeiro: "Con la restricción externa, la preocupación debería ser cuidar el empleo y no el salario"

El economista egresado de la Universidad de La Plata, y master en la Universidad de Chicago, vaticinó un escenario complejo para el último año del primer gobierno de Cambiemos. En una entrevista con Infobae dijo que "la expansión monetaria cero es una decisión de alto riesgo porque profundizará la recesión"

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“El Gobierno debió haber optado por una mayor flexibilidad cambiaria, y sacrificar un ajuste inflacionario mayor, pero a cambio de una actividad económica que no se cayera tanto”
“El Gobierno debió haber optado por una mayor flexibilidad cambiaria, y sacrificar un ajuste inflacionario mayor, pero a cambio de una actividad económica que no se cayera tanto”

Cada vez más son los economistas independientes que alertan sobre las enormes distorsiones y dificultades que arrastra la economía argentina, pero también sobre los desaciertos de políticas del Gobierno para reducir esas anomalías que han impedido crecer de modo sostenido y sustentable.

Y si bien el nuevo cambio de estrategia de política económica de Cambiemos, ahora con un más amplio respaldo financiero del Fondo Monetario Internacional, ha cerrado el primer mes con resultados positivos en los planos financiero y cambiario, lo ha hecho al gran costo de elevar y extender el escenario recesivo; y exacerbado el resurgimiento de propuestas populistas, pese a que en reiteradas oportunidades ha dado muestras de provocar resultados contrarios a sus postulados de mejora de la distribución del ingreso, inclusión social y calidad de vida.

Mario Teijeiro, economista egresado de la Universidad Nacional de La Plata, master en Economía por la Universidad de Chicago, y profesor de Políticas Públicas en la Universidad del CEMA; además de miembro del Consejo Académico de FIEL, habló con Infobae y dio su visión sobre la coyuntura y el posible desenlace al fin de mandato del primer gobierno de Cambiemos.

—El Gobierno ha mostrado dificultades para encontrar el camino para una baja sustentable de la inflación e iniciar una etapa de crecimiento sostenido. A poco más de un mes de la decisión de optar por la aceleración del tránsito hacia el déficit fiscal primario cero y de expansión monetaria cero, ¿qué evaluación hace de los primeros resultados?
—En principio, veo que fue una decisión de alto riesgo, porque, indudablemente, frenar totalmente la expansión monetaria en una economía que venía avanzando con una tasa de inflación muy alta, requiere un nivel de tasas de interés también muy elevado, y eso significa la posibilidad de agravar la recesión de manera muy importante.

El punto es que la frazada es muy corta y muy chica, y lograr estabilizar o reducir drásticamente un proceso inflacionario empujado, obviamente, por la crisis cambiaria, en base a un instrumento monetario, en este momento, puede resultar extremadamente costoso en términos de actividad económica. Creo que el Gobierno debió haber optado por una mayor flexibilidad cambiaria, y sacrificar un ajuste inflacionario mayor, pero a cambio de una actividad económica que no se cayera tanto como se está observando.

Está claro que las soluciones nunca son fáciles. Creo entender que la opción del Gobierno para procurar bajar la inflación lo antes posible es buscar un aumento del salario real que mejore las chances electorales el año que viene. El problema es que  la economía no da para eso por su restricción externa. Por tanto, en la medida que se mueva contra corriente, procurando que suba el salario real en una circunstancia que no da para ello, nos encontramos con el riesgo de profundizar la recesión.

En la medida en que el Gobierno se mueva contra corriente, procurando que suba el salario real en una circunstancia que no da para ello, nos encontramos con el riesgo de profundizar la recesión

—¿Cómo ve la ayuda que implementó el Gobierno, tanto para el sector privado, aunque con algunos atenuantes, como para el sector público, para acotar la recesión?
—Un aumento en los costos laborales en un momento de caída de la demanda agregada significa que el sistema va a operar más a través del aumento del desempleo, que de otra manera lo haría. Creo que en este momento, con la restricción externa, la principal preocupación debería ser privilegiar el empleo y no la recuperación del salario, porque el endeudamiento externo y el atraso cambiario tuvo como correlato un nivel salarial que era insostenible para la productividad de la economía argentina.

Parte del ajuste necesario era una baja del salario real. No hay escape a eso. No es porque uno quiera provocar eso per se, sino simplemente porque los anteriores aumentos de salarios que no tenían como contrapartida aumento de productividad, sino decisiones políticas detrás, habían puesto el nivel de remuneraciones totalmente fuera de equilibrio. Si se quiere suprimir ese ajuste natural de los desequilibrios, se van a enfrentar mayores costos de recesión y desempleo.

—En el sindicalismo, en general, pareciera que se piensa más en cuidar el salario real que el empleo…
—Acá estamos en un modelo totalmente alrevesado, hay una coalición de intereses entre el sector empresario orientado al mercado interno, el sindicalismo, y la política, todos apuntando a un esquema de aumentar lo más posible el salario, ampliar el consumo interno y crecer sobre esa base. Y se sabe que a largo plazo esa política no es sustentable, hay que crecer en base a las exportaciones y en base a la inversión.

—Esa es la experiencia reciente, que el Gobierno logró revertir, pero no ha tenido éxito. Pareciera que no se aprende de la experiencia…
—Exacto, no aprendemos, siempre tenemos gobiernos que apuntan al crecimiento distribucionista, pero es solo una recuperación, no un proceso de crecimiento, que lleva a éxitos de muy corto plazo y a crisis irreversibles. Obviamente, que todo el contexto político, y los intereses creados por esta estructura económica, apuntan a no ver otra cosa que crecer en base a aumentos de salarios y mayor mercado interno. Eso es lo que tenemos en la cabeza desde que usamos este modelo de economía cerrada.

—Sin embargo, llega a un punto en que el mercado pone un límite. ¿Eso es lo que ocurrió a partir de fines de abril y hasta avanzado septiembre?
—Exactamente, porque detrás de ese crecimiento vicioso de salarios y consumo interno viene el atraso cambiario, el déficit de las cuentas con el resto del mundo, la necesidad de endeudarse en el exterior, y naturalmente el endeudamiento tiene sus límites, y eso siempre llega en el momento más inoportuno, generalmente en la mitad del ciclo político. Eso es lo que le pasó nuevamente al gobierno de Mauricio Macri; antes le pasó a Fernando de la Rúa; y le va a pasar a cualquier otro que intente lo mismo.

“Detrás de ese crecimiento vicioso de salarios y consumo interno viene el atraso cambiario, el déficit de las cuentas con el resto del mundo, la necesidad de endeudarse en el exterior, y naturalmente el endeudamiento tiene sus límites, y eso siempre llega en el momento más inoportuno”
“Detrás de ese crecimiento vicioso de salarios y consumo interno viene el atraso cambiario, el déficit de las cuentas con el resto del mundo, la necesidad de endeudarse en el exterior, y naturalmente el endeudamiento tiene sus límites, y eso siempre llega en el momento más inoportuno”

—¿Qué cabe esperar ahora?
—Con este esquema no se va a ningún lado, va a seguir produciendo crisis, y haciéndole el juego a la izquierda, que encuentra una nueva oportunidad del populismo de regreso al poder.

—¿Qué tendría que hacer el Gobierno, si lo ve posible, para no caer en eso?
—De acá a las elecciones ya es tarde, porque ya se eligió un esquema que va a a apuntar a recuperar el salario lo máximo posible. Mi preocupación es que se gasten los dólares que prestó el Fondo Monetario, y que el Gobierno se quede muy cortito hacia junio o julio del año próximo, muy anticipadamente. Y se corre el riesgo de que frente a las encuestas desfavorables, preocupación sobre el posible resultado electoral, y percepción de debilidad financiera del Gobierno, se origine una nueva crisis cambiaria en el momento más inoportuno.

—¿Se puede hacer algo para no caer en una nueva situación traumática?
—El Gobierno lo que debería haber hecho, no sé si está a tiempo de cambiarlo, es dejar libre el tipo de cambio, que busque su equilibrio, de tal manera de no gastar los dólares del Fondo Monetario, más allá de los pagos por vencimientos de deuda e intereses, y conservar los eventuales excedentes para los momentos difíciles en los que las expectativas puedan jugar en contra algunos meses antes de las elecciones.

El Gobierno lo que debería haber hecho, y ojalá esté a tiempo de hacerlo, es dejar libre el tipo de cambio, que busque su equilibrio, de tal manera de no gastar los dólares del Fondo Monetario, más allá de los pagos por vencimientos de deuda e intereses

—En ese escenario, lo que usted considera es que el equipo económico debió haber dejado que las tasas de interés se ubicara en niveles más cercanos a la inflación prevista en el Presupuesto 2019 que el estimado como necesario para detener la escalada del dólar que se observó entre fines de abril y fines de septiembre. ¿Eso no hubiera disparado el riesgo de encaminarse a un escenario de mayor inflación, e incluso de hiperinflación, con todos los costos que eso hubiese generado?
—Lo que quedó demostrado tras la crisis de fines de 2001 es que con una devaluación de hasta más del 300% el salto del tipo de cambio por sí solo no conduce a la hiperinflación. Lo que lleva a ese estadio es la combinación de una devaluación fuerte con un gobierno que intenta mantener el salario real en un nivel no compatible con la baja productividad de la economía. Esa es la combinación letal.

Quiero recordar que nueve meses después de la salida de la convertibilidad, con un tipo de cambio un 200% más alto, en el último trimestre de 2002 la inflación fue cero por ciento, y la actividad estaba en plena recuperación. Por tanto, una devaluación que busca la vuelta al equilibrio externo no es necesariamente una condición suficiente para llevar a la hiperinflación. Es sí el intento de un gobierno, tras una gran devaluación, de mantener el salario real. Ese es el gran problema, y veo que se está yendo por ese camino.

Por eso es preocupante ver que se  va a llegar a fines de 2019 con niveles de inflación muy altos, aunque tal vez con una actividad económica que a lo mejor se recupere un poco, pero todavía con niveles muy bajos en comparación a lo que tocó al Gobierno en el primer trimestre de este año; y que obviamente no va a ayudar para nada en el resultado político de las elecciones.

—Hay cada vez más economistas, no necesariamente de partidos de la oposición, que alertan que con este escenario se llegaría a diciembre de 2019 con una cantidad de asignaturas pendientes y nudos por desatar que serían mucho más complejos que los que recibió Cambiemos a fines de 2015, ¿comparte plenamente esa perspectiva?
—No sé, hay que ver. Lo que creo es que no va a ser muy distinta, pero sí va a ser más difícil o no dependerá en un año de lo que haga la política económica y cuánto esté asociada a la desesperación electoral. Hoy no me animaría a hacer una comparación. Sí comparto que vamos a tener una fragilidad económica similar a la de 2015.

“Una devaluación que busca la vuelta al equilibrio externo no es necesariamente una condición suficiente para llevar a la hiperinflación”
“Una devaluación que busca la vuelta al equilibrio externo no es necesariamente una condición suficiente para llevar a la hiperinflación”

—En esa situación, ¿ve el riesgo del retorno de los populismos anticapitalistas, o que pueda resurgir una suerte de opción alternativa extrema, al estilo de Jair Bolsonaro?
– Que aparezca un candidato que gane tipo Bolsonaro en Brasil, me parece que es muy poco tiempo; que se insinúe es posible, que pueda pesar electoralmente me parece difícil. Mi reflexión política es que a medida que avance el 2019 pueda hacerse evidentemente que a Cambiemos no le van a alcanzar los votos para ganar en un ballotage. Hay un movimiento político, impulsado incluso por el papa Francisco para unificar el peronismo, y no es irrazonable pensar que va a tener éxito.

Hay un movimiento político, impulsado incluso por el Papa para unificar el peronismo, y no es irrazonable pensar que va a tener éxito

Yo no creo que Cristina Kirchner tenga un techo, particularmente si la gestión papal de unir al peronismo tiene éxito. En mi opinión, la amenaza  de vuelta del populismo chavista es tan seria que el Gobierno debería abandonar sus escenarios optimistas y pensar en agrandar su frente político, para cobijar a todos los que están a favor de la República y a favor de la economía capitalista; porque del otro lado, obviamente, va a haber una alianza antirrepublicana y anticapitalista total.

—En el caso hipotético de que Cambiemos no pueda revalidar su gestión con un segundo mandato por cuatro años, y si surgiera una opción de gobierno anticapitalista, ¿en que podría derivar?
—Todos vemos la posibilidad de un nuevo default. Si aparece un gobierno anticapitalista, populista, la alternativa a una cesación de pagos aparecería en el primer lugar de la lista. El mercado eso lo sabe, por eso ha habido un corte en el financiamiento, y tenemos también un Índice de Riesgo País que no baja.

—Esta semana Standard & Poors decidió bajar la perspectiva de la deuda soberana, ¿eso debe leerse como que el respaldo financiero que le brindó el FMI al Gobierno era necesario, pero no suficiente?
—Esa es una buena definición: la asistencia del FMI era necesaria, pero no suficiente, es para poder seguir viviendo  y no entrar en default; pero no alcanza para garantizar un éxito electoral, ni incluso para asegurar una transición ordenada.

“La asistencia del FMI era necesaria, pero no suficiente, es para poder seguir viviendo y no entrar en default; pero no alcanza para garantizar un éxito electoral, ni incluso para asegurar una transición ordenada”
“La asistencia del FMI era necesaria, pero no suficiente, es para poder seguir viviendo y no entrar en default; pero no alcanza para garantizar un éxito electoral, ni incluso para asegurar una transición ordenada”

—¿Desde afuera del país, donde usted reside casi la mitad del año por cuestiones profesionales, se percibe ese escenario de la Argentina?
—Yo vivo en los EEUU, particularmente en Miami, donde se percibe a diario todo el drama venezolano, y la legión de gente que está saliendo del país, una cosa que contrasta con la Argentina, donde prácticamente de eso no se habla, sino muy superficialmente. Y queda muy claro, viéndolo desde allá, a qué nos enfrentamos como alternativa: a un programa sistemático de romper con el capitalismo, y, si es necesario, romper con la democracia, también.

—¿Entonces no lo ve como una estrategia política del Gobierno para presentar a la oposición como un fantasma que  nos puede llevar a ser Venezuela, sino como una posibilidad concreta?
—Es una amenaza concreta. Obviamente que no creo que inicialmente el proceso tome la dimensión que tiene hoy Venezuela, pero está dentro de mis expectativas que vayamos hacia allí a una velocidad mucho mayor a la del período 2011 a 2015. En el 2019 no se juega meramente si la Argentina defaulteará su deuda, estará en juego un destino anticapitalista y totalitario, como el de Cuba o Venezuela.

—El Fondo esto lo sabe y lo ve. ¿Usted cree que el organismo le dijo al Gobierno "le doy el préstamo que me pide, pero no solo necesitará ordenar la macroeconomía, sino también generar las condiciones para que no vuelva el populismo al país?
—No creo que el Fondo Monetario llegue a ese punto. En una última instancia está congregando a muchos países, algunos de ellos con tendencias socialistas y totalitarias, por eso prefiere dejar sus inclinaciones políticas a un costado y aceptar el ajuste por donde venga. La preocupación política sobre el futuro de la Argentina ha estado focalizada en el gobierno de Estados Unidos que le asigna al gobierno de Mauricio Macri un rol muy importante para enfrentar a Venezuela.

Ahora, no sé si son totalmente conscientes del riesgo de vuelta al populismo anticapitalista. Como argentino que ha vivido la década de los 70, estamos ante un riesgo similar. Ahora no hay lucha armada, pero la ideología sigue siendo la misma. Creo que la izquierda se ha convencido de que puede llegar a donde quiere llegar, sea el modelo cubano o el venezolano, copando la democracia.

Ahora no hay lucha armada como en los 70, pero la ideología sigue siendo la misma. Creo que la izquierda se ha convencido de que puede llegar a donde quiere llegar, sea el cubano o el venezolano, copando la democracia

Le costará un poco más de tiempo, pero es un camino factible, con menos resistencia a nivel mundial, porque llegan a través de la democracia y no de la vía armada, pero el objetivo sigue siendo el mismo, que es destruir el capitalismo y quedarse con votantes cautivos que no se pueden desprender de la esclavitud del clientelismo.

—¿No cree que al FMI, más allá de que el Gobierno pueda cumplir con los  objetivos de déficit fiscal primario cero  y emisión monetaria cero, le va a pedir al Gobierno que también haga las cosas bien para que no retorne el populismo anticapitalista, porque si fuera así corre el riesgo que los USD 57.000 millones que le acaba de aprobar a la Argentina no los va a cobrar?
—El FMI tiene la experiencia positiva de que el kirchnerismo pagó en 2006. Y si pagó es porque no quería ofrecer un flanco internacional muy en contra del mundo. Así que no descartaría que se sienta protegido y que la Argentina va a volver a darle prioridad al pago con el Fondo Monetario, y que en caso de producirse el default va a volver a recaer sobre el sector privado.

—Históricamente en la Argentina, las crisis fueron superadas gracias a la reacción del campo, con buenas cosechas, la suba de los precios de las materias primas. Le pasó a Néstor Kirchner a partir de 2003, ¿ve que ahora se podría repetir un fenómeno similar?
—No estoy viendo una perspectiva de mejora de los precios internacionales de nuestras materias primas exportadoras, por el contrario veo que por la recuperación muy violenta de la economía norteamericana va a exigir ajustes en la política monetaria, que va a generar costos de oportunidad y suba de las tasas de interés que va a ir en contra de un escenario alternativo de mejora de los términos del intercambio.

—Uno de los puntos débiles que arrastra el Gobierno es el desfinanciamiento del sistema previsional, ¿con el escenario que usted trazó cree que se podría discutir una reforma del régimen de jubilaciones, o se va a volver a incurrir en déficit fiscal?
—Creo que hasta fines del año que viene no habrá posibilidad alguna de debatir por un nuevo régimen de jubilaciones. Y si viene un gobierno populista, obviamente que tampoco lo va a hacer por su condición ideológica, de modo que habrá que seguir buscando el camino de siempre: impuestos, más impuestos, más impuestos inflacionarios, pero no de ir por poner orden y racionalidad en estos desequilibrios.

—¿En ese caso nos seguiremos distanciando del mundo?
—Así es, creo que ese va a ser el resultado. Por eso quiero poner énfasis en la gravedad de la situación. Que los argentinos tenemos que pensar en términos de lo que enfrentamos a fin de 2019, que puede ser similar a lo de los 70, esta vez sin armas de por medio, pero ideológicamente con toda virulencia como la de entonces; y quizás esta vez con el apoyo papal superior al que existía por parte de la Iglesia Católica en los 70.

—¿Eso significa volver a un esquema de alta inflación, baja actividad y empleos precarios?
—Eso significa, sobre todo, la posibilidad de una vuelta al poder del populismo que ya no sea reversible. Porque los fracasos del (aparente) neoliberalismo estarían muy frescos en la memoria, y porque con un programa que no sea groseramente catastrófico, la posibilidad de mantenerse en el poder por parte del nuevo populismo va ser muy alta.

No creo que la Argentina pueda estar en lo inmediato como Venezuela hoy, pero sí que empecemos un ciclo político del cual no haya retorno. Esa es mi preocupación de largo plazo.

Fotos: Maximiliano Luna

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