Los malos datos de actividad manufacturera y de la construcción que el Indec registró en septiembre lejos están de haber marcado lo peor del ciclo recesivo que se inició tímidamente en mayo, pero que luego se fue intensificando. Al menos eso es lo que detectaron las encuestas cualitativas entre los industriales y los desarrolladores de obras públicas y privadas.
El cambio gradual de escenario que en sus estimaciones reflejaron las consultoras privadas y economistas de entidades bancarias en el Relevamiento de Expectativas de Mercado que hace el Banco Central, como el sobrecumplimiento del programa monetario en octubre, que tuvo la virtud de provocar la baja de la cotización del dólar, y también de la tasa de interés de política monetaria, Leliq, parece que se demorará algún tiempo en trasladarse a la economía real.
El Indec informó que en septiembre el Estimador Mensual Industrial se derrumbó 11,5%, fue la mayor contracción interanual desde diciembre de 2012, cuando la actividad real acusó en pleno el efecto del cepo cambiario que se había decidido un año antes.
Y a juzgar por las previsiones para el último trimestre del año, la inercia contractiva de la producción se mantendrá en alto grado, habida cuenta de que tanto la importación de insumos relevantes para el proceso fabril, como las horas trabajadas del personal y el consecuente uso de la capacidad instalada que ya se aproximó a un promedio de 60% anual, dejando inactivo el 40% del potencial máximo, serán sustancialmente menores para una amplia proporción de las empresas consultadas.
El Gobierno intenta revertir, o al menos atenuar ese efecto, con un acuerdo entre empresarios y sindicatos para reforzar los ingresos de los trabajadores para que puedan consumir más en los últimos dos meses del año. Se habla de un bono extraordinario de hasta $5.000 que se pagará en dos veces (en noviembre y enero), que no será remunerativo y que sería refrendado por un decreto del Ejecutivo.
El Gobierno intenta revertir, o al menos atenuar ese efecto, con un acuerdo entre empresarios y sindicatos para reforzar los ingresos de los trabajadores para que puedan consumir más en los últimos dos meses del año
Pero con semejante recesión, y alto costo del dinero, se asegura que muchas empresas, en particular el amplio universo pyme que se estima suman un millón, aunque apenas 380 mil están registradas, no están en condiciones de ofrecer concesiones significativas.
Antes de conocer el acuerdo tripartito base entre el Ministerio de Producción y Empleo, los industriales y la CGT, en el sector manufacturero estimaron que entre octubre y diciembre las ventas al mercado interno caerán para más del 60% de los consultados; mientras que la salida exportadora se proyectó posible para poco más de 1 de cada 4 compañías.
Una de las consecuencias de la prolongación de la recesión es que cada vez más empresas planifican un recorte de la nómina de personal
Como consecuencia de ese escenario, y pese a que las tasas de interés del crédito y para el descuento de documentos se mantiene por arriba de 60%, poco más de la mitad de los empresarios planifica acudir al financiamiento bancario para cubrir las necesidades de caja de fin de año.
Mayor declive de la obra pública que la privada
También el Indec detectó claras señales de agudización del proceso recesivo en la rama de la construcción.
Entre los empresarios que se dedican preponderantemente a la obra privada el 41% programó el recorte de la actividad, en contraste con apenas 7,3% que espera superar los niveles previos. Mientras que entre los más vinculados a las contrataciones del Estado, principalmente nacional, las previsiones de receso se extendieron a más de 2 de cada 3 compañías, y apenas 1,5 de cada 100 prevé aumento.
Semejante proporción de firmas que planificó un último trimestre muy recesivo derivó en el presupuesto de disminución del empleo en una amplia cantidad de empresas: 1 de cada 7 entre los concentrados en la obra privada y poco más de 2 de cada 4 entre los dedicados a la construcción pública.
En el sector estimaron que serán claves para que la actividad vuelva a recobrar el dinamismo que mantuvo hasta abril que la inflación se desacelere bruscamente; aumente la oferta crediticia, y disminuyan tanto la presión tributaria como la rigidez de la legislación laboral.
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