El segundo martes de mayo, el presidente Mauricio Macri salió a comunicar una medida para calmar las aguas cambiarias que hace semanas venían turbulentas. El comienzo de negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, buscando financiamiento "preventivo".
Es casi irónico que esa búsqueda haya empezado por un dólar a $23, cuando el cierre de la última semana de septiembre fue con un tipo de cambio a $41,89. Entre ese 8 de mayo y el miércoles 26 de septiembre cuando se anunció la nueva versión del acuerdo, hubo cambios de planes, de metas, de figuras.
El primer paso fue un viaje relámpago a Washington para las charlas introductorias. El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne lideró una comitiva compuesta por su jefe de gabinete, Guido Sandleris y sus secretarios de Hacienda y Finanzas, Rodrigo Pena y Santiago Bausili.
A su regreso, se sabía con certeza que la línea de crédito otorgada sería un acuerdo stand-by, pero faltaba el dato que más intrigaba a los mercados: el monto total de fondos que el FMI otorgaría a la Argentina. Durante las próximas semanas, las negociaciones entre Buenos Aires y Washington se manejaron con el mayor secretismo, con las únicas definiciones viniendo de fuentes del FMI aclarando que el nuevo plan económico iba a ser uno definido por el gobierno argentino no el Fondo.
Una vez confirmado, el monto no solo era sustancial, sino que era la mayor línea de crédito otorgada por el FMI desde su creación: USD 50.000 millones a ser entregados entre 2018 y 2021. El memorándum que acompañó el anuncio de Dujovne y el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger detallaba las nuevas metas fiscales e inflacionarias.
Entre ellas se destacaban el aceleramiento hacia la baja del déficit, que cerraría el año en 2,7% del PBI y para fines de 2019 sería 1,3% del producto bruto de la economía; y una meta de 27% interanual para los aumentos de precios hasta junio del 2019. Cada caso terminaría siendo caso particular.
Renuncias versión 1
Pero el tamaño récord del acuerdo stand-by no fue suficiente para calmar el humor del mercado. El dólar retomó su escalada, llegando a la región de $28. Los idas y vueltas cambiarios, la perdida de credibilidad y el tercer cambio de las metas de inflación terminaron de desgastar a Federico Sturzenegger, quien un jueves a la noche fue a la Quinta de Olivos y le presentó su renuncia al presidente Macri.
Sturzenegger, sobreviviente de un año de internas con Alfonso Prat-Gay, terminó siendo reemplazado por quien fue el segundo del ex ministro de Hacienda: Luis Caputo.
La renuncia de quien fue uno de los economistas de primera línea del Pro generó muchas dudas, desde si el cambio implicaba una invalidación del acuerdo concretado por la dupla Dujovne-Sturzenegger, hasta si Caputo contaba con las capacidades suficientes para manejar la política monetaria en general, o era solo una asignación temporal que usaría sus habilidades de operador de mercado domando los vaivenes del dólar y desarmar la bomba de Lebacs.
Y la primera semana del mundo post-acuerdo no terminó sin sumar otras víctimas del equipo económico. Dos cambios completaron el ciclo. Francisco Cabrera, hasta entonces ministro de Producción, dejó su puesto para irse al Banco de Inversión y Comercio Exterior y actuar en simultáneo como asesor del Gobierno. Y en lo que fue el resultado final de meses de ser una de las "caras del ajuste", Juan José Aranguren renunció de su puesto al frente de la cartera de Energía. Fueron reemplazados por Dante Sica y Javier Iguacel, respectivamente.
Primer transferencia y un mes de paz
Con una semana corta, las apuestas oficiales estaban basadas en una calma cambiaria hasta el feriado de 20 de junio. En ese miércoles, dos noticias actuarían como shock de confianza. Primero, Argentina contaba con buenas probabilidades de ser categorizada como mercado emergente por el MSCI, un armador de índices bursatiles que es referencia para todos los grandes fondos de inversión. Y luego, de igual o mayor importancia, el primer desembolso del FMI por USD 15.000 millones iba a ser depositado en las arcas del Gobierno.
Por un mes, las aguas se calmaron. Durante julio, el valor del dólar terminó bajando un 5%. La visita al país de los ministros de Hacienda y presidentes de Banco Central del G20 ponía a la Argentina en el centro de la escena global, donde el Gobierno maximizó las chances que le presentaba esa "vidriera" para mostrar "los logros del cambio".
Pero no por eso todo se volvió color de rosas. Una suba acumulada de 41,6% en el tipo de cambio durante los dos meses anteriores empezaba a sentirse en los precios de la economía. El dato inflacionario de junio, 3,7%, en aquel momento era el más alto del año.
Y la tranquilidad de julio fue seguida por la furia de agosto. Un combo de factores internos, la causa de los cuadernos de las coimas K, y una nueva oleada contra los mercados emergentes, explican ahora desde el Gobierno, volvieron a exponer las fallas macroeconómicas del país. El dólar volvió a su marcha alcista, llegando a $30,68; y el riesgo país subió a niveles similares a principios de 2015.
En una maniobra que terminaría siendo una formula clásica, el Gobierno salió a anunciar acciones que cerraban la brecha fiscal, en pos del camino hacia el equilibrio fiscal. Se redujo un 66% el monto total pagado en concepto de reintegros a la exportación, y se eliminó el Fondo Sojero. Pero la medida que se llevó toda la atención fue la suspensión de la baja en retenciones de aceite y harina de soja, que varios referentes del campo consideraban como un incumplimiento de una promesa central de campaña.
No fue suficiente. A fines de agosto, hubo otro cambio de velocidad en la devaluación, y en la última semana la expresión "récord histórico" era las más escuchada en la city porteña, y los derivados de deuda indicaban que aumentaban las dudas sobre el programa financiero. Con un dólar a $39,78, Macri comunicó en un mensaje corto que la Argentina comenzaría tratativas con el FMI para adelantar desembolsos.
El plan: que el total de los USD 50.000 millones estén disponibles entre 2018 y 2019. Luego trascendería que el anuncio no estuvo pactado de antemano con el Fondo. Es decir, el Gobierno se había adelantado para mandar señales positivas al mercado. El gestor de ese movimiento fue Caputo, que luego vería
Al tanto que para mejorar sus chances debían presentar un paquete de cambios importantes en el gasto público, la mesa chica de Cambiemos se internó durante un fin de semana para debatir lo que muchos anticipaban como un recambio general del Gabinete y de la estructura general del Gobierno.
Luego de los dos días, la cantidad de Ministerios se reduciría dramáticamente, con varias carteras pasando a Secretarias de Estado. El cambiazo concentraba el poder en 10 ministerios: Interior, Obras Públicas y Vivienda; de Relaciones Exteriores y Culto; de Defensa; de Hacienda; de Producción y Trabajo; de Transporte; de Justicia y Derechos Humanos; de Seguridad; de Salud y Desarrollo Social y de Educación; Cultura, Ciencia y Tecnología.
La falta de cambios de figuras se complementó con ajustes no solo en el gasto público sino también desde el lado de los ingresos. El ministro Dujovne anunció un paquete de medidas que volvían a reducir el frente de mayor ahorro, incluyendo la implementación de retenciones a los principales rubros exportadores, que el Gobierno calculaba generaría recursos por 1% del PBI. El objetivo principal era llegar al déficit primario 0% para fin del año próximo.
Con un nuevo plan bajo el brazo, las negociaciones para "el acuerdo versión 2" comenzaron. Ejecutivos del Fondo viajaron al país y se reunieron no solo con funcionarios del oficialismo, sino con miembros de la oposición y referentes gremiales.
A medida que avanzaban las semanas, el dólar encontraba una estabilidad de la mano de las intervenciones del Banco Central (que muchos consideraban como un quiebre de las condiciones acordadas con el Fondo), la visita de Macri para la asamblea general de las Naciones Unidas en Nueva York parecía ser el escenario donde se anunciaría el nuevo acuerdo. Esas versiones se vieron fortalecidas cuando el presidente fue acompañado por Dujovne.
El 26 de septiembre terminaría siendo el día D para el mes de negociaciones. Las 24 horas de ese miércoles estuvieron entre las más activas de los últimos tiempos para el ala económica del Gobierno.
Renuncias y anuncio oficial 2
Primero, Luis Caputo anunció que su presidencia del Banco Central terminaría luego de tres meses, presentándole su renuncia a Macri. Las dificultades que implicaban las condiciones cambiarias acordadas con el Fondo imposibilitaban su tarea, y el financista fue la victima más reciente del desgaste crónico de funcionarios.
Luego, Dujovne, acompañado por Christine Lagarde, anunció el nuevo acuerdo. El mismo incrementa de USD 50.000 a USD 57.100 millones el monto total, y acelera los desembolsos para lo que queda de 2018 y 2019 por un monto de 19.000 millones de dólares.
Y así terminó siendo como, en el cuarto miércoles de septiembre, tras una cantidad de cambios ministeriales y de metas para los que apenas alcanzan las dos manos, el nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional se oficializó. Aún no hay fecha oficial para que el equipo de Lagarde haga una presentación oficial al directorio ejecutivo del organismo multilateral de crédito, cuando oficialmente se aprobara el cambio.
Para el mismo, es necesario presentar un nuevo memorándum de políticas, que sin dudas incluirán metas fiscales e inflacionarias recalculadas. Pero no sería la primera en el año que eso pasa.
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