Después de 7 trimestres consecutivos de reactivación de la economía en su conjunto, y 5 en el cotejo interanual la Argentina ingresó en una nueva etapa recesiva, habida cuenta de que sólo con los datos abril y mayo tanto en el consenso de las consultoras privadas, como en los máximos funcionarios del Gobierno se resalta públicamente que "se vienen meses muy difíciles" y que la pregunta es si ¿se podrá revertir la caída hacia el cierre del año?
Es cierto que parte del punto de giro del ritmo de la actividad se explica por el efecto de la peor sequía en 50 años que afectó severamente a la producción de maíz y soja, con la consecuente pérdida de 6.000 a 7.000 millones de dólares en exportaciones primarias y de sus derivados.
Y que también se sumaron circunstancias externas, como el inicio de la suba de la tasa de interés en los EEUU y la guerra comercial entre ese país y China, que alteraron la estabilidad de las monedas, entre ellas el peso.
Pero también es cierto que esos fenómenos golpearon severamente sobre las expectativas de los inversores internacionales en mayor medida sobre la economía argentina que en el resto del planeta porque advirtieron no sólo debilidades en el poder político para bajar las necesidades de financiamiento sin apelar a nuevos impuestos, sino una creciente desconfianza de los residentes que se manifestó en la demanda de dólares para sacarlos del sistema financiero y gastarlos o guardarlos fuera de las fronteras.
Semejante incertidumbre alcanzó una proporción tan grande que ni el rápido acuerdo con el Fondo Monetario, con un paquete de ayuda inédito de hasta USD 50.000 millones en tres años y a muy bajo costo, junto con el ascenso a la categoría de "emergente" por parte de MSCI, desde la humillante condición de "país de frontera" al que había descendido en 2009, fueron suficientes para evitar que junio cerrara con nueva escalada del tipo de cambio y abultada pérdida de reservas.
En busca de una explicación sólida sobre por qué se esfumó en días lo que parecía que se estaba reconstruyendo desde hace poco más de 2 años, Infobae volvió a entrevistar a Pablo Guidotti, ex secretario de Hacienda de la Nación y viceministro de Economía, entre agosto de 1996 y diciembre de 1999, y actual profesor Plenario de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, porque hace exactamente 8 meses, en este espacio había advertido que "si ocurriese un aumento más rápido que el previsto en las tasas de interés externas la situación de financiamiento para la Argentina se va a poner más dura, y entonces puede hacer necesario revisar algunas de las pautas macroeconómicas".
– Usted fue uno de los pocos economistas que ya a fines de septiembre último había anticipado que "si ocurriese un aumento más rápido que el previsto en las tasas de interés externas, la situación de financiamiento para la Argentina se va a poner más dura", y para peor eso ocurrió junto con el inicio de una guerra comercial entre los EEUU y China. ¿Se imaginó que el país iba a recibir semejante cimbronazo cambiario, pero también sobre el conjunto de las expectativas sobre la marcha de la economía real, como el que se verifica desde la última semana de abril?
– La verdad es que me sorprendió un poco el momento, no lo que ocurrió, no me lo esperaba tan temprano. Como habíamos hablado en la entrevista anterior, evidentemente la estrategia fiscal del Gobierno tenía riesgos porque requería de mucho acceso al mercado internacional de capitales, y creo que las autoridades eran conscientes de eso. Pero la realidad es que uno muchas veces subestima el tamaño de la reacción que tiene el mercado de capitales, y que no da tiempo como para hacer un soft landing (un aterrizaje suave), sino que reacciona fuerte y de golpe.
– ¿Eso explica el acto reflejo del Gobierno de acudir a la ayuda del Fondo Monetario como prestamista de última instancia, a pesar que asumió un costo político?
– Creo que lo positivo es que el Gobierno reaccionó muy rápido. Y a pesar de que sigue la turbulencia cambiaria, creo que se hizo lo correcto en ir al Fondo Monetario Internacional (FMI). Creo que la Argentina no es el único foco de problemas en el mundo emergente, y haber ido temprano al FMI lo coloca en una buena situación, si es que esta pérdida de confianza cambiaria después se extiende a otros países, especialmente porque el Fondo dio una asistencia muy a la Argentina, y con exigencias razonables. No estoy seguro como va a actuar el FMI si hay otros eventos de crisis en el mundo. Por tanto que haya tenido la experiencia como primero, y que haya salido bien, creo que es realmente bueno para la Argentina.
“Creo que la Argentina no es el único foco de problemas en el mundo emergente, y haber ido temprano al FMI lo coloca en una buena situación, si es que esta pérdida de confianza cambiaria después se extiende a otros países”
– ¿Por qué cree que a pesar de la rápida mega asistencia financiera del FMI; y del ascenso a la categoría de país emergente por parte de MSCI, los mercados continuaron respondiendo negativamente en las semanas posteriores? ¿Puede explicarse, en su condición de ex secretario de Hacienda porque en el plano fiscal y de anuncio de baja del gasto público no se reaccionó con la misma contundencia y velocidad como la que se hizo en materia monetaria y cambiaria? ¿No debería ser el ministro Nicolás Dujovne el gran protagonista en estas horas con anuncios concretos sobre el achique del Estado y despejar temores de que se apelará a nuevos impuestos?
– Muchas veces se espera un determinado estilo en la conducción económica; y en eso el ministro Nicolás Dujovne no es de salir todo el tiempo en los medios, pero es una persona que conoce muy bien lo fiscal, y está totalmente comprometido con el acuerdo de baja del déficit. Esto no implica que el mercado no pueda dudar sobre la capacidad política que tiene el Gobierno de lograr la reducción en el déficit. Y también el mercado, creo que correctamente, está preocupado sobre los efectos en la economía real de la situación que está pasando; porque dentro de lo que es la lógica de la política fiscal es muy importante evitar caer en una recesión.
Volviendo al timing de la crisis, a la larga quizás el Gobierno tenga suerte de que ésta se haya presentado temprano y no, por ejemplo, en 2019, porque en el medio de un año electoral hubiese generado muchísimas más dudas. Hoy tenemos una situación en la cual, si esto se va resolviendo, sí vamos a tener efectos negativos sobre la actividad económica por dos trimestres, pero quizás hacia fin de año la situación empiece a remontar, y eso va a contribuir a que también desde el punto de vista político las expectativas se tranquilicen. Es indudable que con el gobierno anterior que tuvo la Argentina hay mucha gente que tiene realmente preocupación que el país vuelva a un gobierno irresponsable.
– Ve a la clase política con vocación de respaldar un ajuste fiscal para reducir el déficit, sin acudir, como ha sido tradición, a legislar nuevos impuestos?
– Creo que la clase política, que incluye por supuesto al propio Gobierno, a la larga tiene que discutir los grandes rubros del gasto público. A nadie le gusta que hay que reducir el gasto en seguridad social, que es una parte muy importante del gasto público, que está indexado. Pero en realidad en la Argentina también nos tenemos que dar cuenta que si casi se duplicaron alegremente la cantidad de gente que recibe jubilaciones pese a que nunca contribuyó, eso es fraude. El fraude lo hacen los jóvenes y los viejos. Por tanto, hay un momento en el que hay que reconocer que no se puede tener a toda la sociedad viviendo de unos pocos que contribuyen impuestos. Creo que esa discusión no se da, y a toda la clase política le conviene tener discursos populistas. Por eso las reducciones de gasto, muchas veces, terminan ocurriendo por procesos inflacionarios.
– Dado ese escenario, en la transición, y habiendo un Fondo de Garantía de Sustentabilidad en la Anses que asciende a $1,27 billones, equivalente a más de USD 62.000 millones y casi 4 años del déficit de la Anses, ¿cree que se podría apelar a esos recursos y no depender tanto de la caja del Tesoro, antes que reducir el ritmo de ajuste por inflación de las pensiones y jubilaciones, hasta que el sistema se depure naturalmente y el crecimiento de la economía eleve los recursos, porque de lo contrario el costo político sería enorme?
– La primera cosa es que el Fondo de Garantía de Sustentabilidad está integrada por activos que tiene hoy el Estado porque se los confiscó a la gente. En la década de los 90, hasta la confiscación ocurrida durante la era Kirchner, había un gran sacrificio de recursos que recibía el Estado para generar ese ahorro previsional y cambiar hacia un sistema que ha servido mucho a varios países de América Latina como principal motor del desarrollo de los mercados de capitales domésticos. Hoy, con respecto a esos activos, la pregunta es si ¿se podría comenzar a utilizar parte de esos recursos vendiéndolos?; pero uno estaría utilizándolo para pagar un gasto corriente. Y eso resolvería en parte un problema presente, pero a costa de uno más grande a futuro. Por tanto son decisiones difíciles. Si se considera que los problemas son transitorios, bueno, es una fuente de financiamiento. Lo cierto es que tenemos un sistema previsional que está desfinanciado, porque hay muchos que recibieron pensiones pese a que nunca contribuyeron.
– De acuerdo con la cultura, la historia, y la estructura de la clase política de la Argentina ¿Qué alternativa viable ve posible para reducir el déficit fiscal por el lado del gasto?
– Creo que parte de la filosofía que está detrás del acuerdo con el FMI tiene que ver con una apuesta a que la economía argentina resuelva estos problemas fiscales no generando recortes, por ejemplo en las pensiones, ni siquiera subiendo impuestos porque son altísimos; sino que se generen recursos porque la economía crece. Entonces, uno podría imaginar que si la economía crece de manera sostenida, lo que hoy es un bache financiero, eventualmente desaparece por el crecimiento. Por tanto, creo que la lógica del acuerdo con el Fondo es tratar de financiar la transición. Por eso es muy importante que la economía crezca.
“La lógica del acuerdo con el Fondo es tratar de financiar la transición. Por eso es muy importante que la economía crezca”
– Sobre ese punto, ¿le parece una buena señal que ministros del Gobierno hablen tanto de la recesión, y de los meses difíciles que se vienen? En 40 años de profesión y más de 30 como periodista, nunca he escuchado algo igual, porque eso contribuye a intensificar una recesión que había empezado ténuemente y, prácticamente localizada en la cadena agropecuaria, por la peor sequía en 50 años. Es una realidad, según coinciden el consenso de las consultoras, ¿Pero cree que es un buen mensaje?
– Me gusta más ver a funcionarios que reconocen la realidad temprano. Es muy común, no sólo en la Argentina, sino en el mundo, que cuando hay problemas hay un período de negación que simplemente atrasa la solución. Rescato de toda esta turbulencia que el Gobierno actuó de manera decidida, desde el Presidente. Y, de alguna manera, haber ido temprano al Fondo, aunque desde el punto de vista político tiene sus costos; y que sorprendió en cierta medida porque muchas veces se niega el problema hasta que se vuelve indispensable ir al FMI, hay que valorarlo como bueno. Y sobre lo que dicen los funcionarios, no es una novedad para la sociedad. La gente sabe que en este tipo de situaciones el nivel de la actividad va a sufrir; y que se van a dar ajustes. Pero creo, al mismo tiempo, que la Argentina está hoy mucho mejor que en situaciones pasadas.
– ¿Le inquieta la aceleración de la tasa de inflación?
– Aunque uno tenga una inflación un poco más alta, se puede vivir. De hecho vivimos un montón de años con alta inflación; eso no implica una debacle, implica que se retrasa el proceso de desinflación. En ese aspecto, al tipo de cambio flexible no hay que tenerle miedo. Creo que lo importante es que, de alguna manera, la situación se estabilice y el impacto sobre la actividad económica sea limitado, para poder resolver el problema de financiamiento del sector público. Ese es el tema central que tiene la Argentina. También creo que el país está mejor que en otras situaciones porque el sistema bancario tiene mucha menos exposición, casi no la tiene, al riesgo cambiario, porque las regulaciones que hoy existen restringen la emisión de pasivos en dólares por parte de los bancos. Ese aspecto de la regulación produjo una fortaleza del sistema financiero, por el cual hoy los vaivenes del tipo de cambio no genera las preocupaciones sobre los bancos como en el pasado sí.
– ¿Por qué cree que si no hay que tenerle miedo a la flotación del tipo de cambio existe siempre la tentación a intervenir en el mercado con la venta de reservas para intentar bajar la cotización del dólar; ahora con parte de la deuda que se contrajo con el FMI y con el agravante que ahora se le genera un negocio a los bancos con la venta a un precio menor al que luego éstos le venden en dos horas al público minorista?
– Creo que es cierto que la política de intervención en el mercado de cambios fue bastante errática, y generó muchos dudas. Si se opta por un régimen de cambios flexible, el tipo de cambio tiene que ser flexible. Me parece que las subastas diarias que está haciendo el Banco Central no han sido bien explicadas. Para mí, lo que significan no es tanto una intervención cambiaria del Banco Central, sino el hecho de que una parte de ese importe, es decir la mitad del primer desembolso del FMI va para sustituir endeudamiento, es decir, en el fondo financia gasto. Y el hecho de hacerlo de a poquito y de una manera prenunciada evita lo que pasaba antes cuando el Tesoro colocaba deuda en dólares y luego le vendía todos los dólares juntos al Banco Central que los compraba contra emisión de pesos. En este caso, el Tesoro (vía Banco Central) vende los dólares al mercado y no genera emisión de pesos. En realidad, lo que me hubiese gustado es que el que venda los dólares en esta subasta no sea el Banco Central sino directamente el Tesoro. Para mi no es un tema de intervención cambiaria, y el hecho de que lo haga el Banco Central confunde un poco porque no se hacen con el objetivo de afectar el tipo de cambio.
“Lo que me hubiese gustado es que el que venda los dólares en esta subasta no sea el Banco Central sino directamente el Tesoro”
– Todos los analistas coinciden en destacar que la Argentina tiene un problema de financiamiento, ¿USD 50.000 millones disponibles del FMI, más USD 5.600 millones de otros organismos, no fueron suficientes para despejar las incertidumbres de corto plazo? ¿La escalada del tipo de cambio refleja esa incertidumbre, o responde a un fenómeno coyuntural de fin de mes, y la falta de las divisas del campo por la sequía?
– Creo que el monto de la asistencia financiera del FMI es suficiente. Obviamente que hay efectos, porque estas cuestiones nunca son estáticas, sino de que dependen de cómo reacciona la economía, es dinámico, donde intervienen factores económicos, políticos, y le diría incluye un factor muy importante, que siempre fue muy importante en todas las crisis, que es el comportamiento de todos los argentinos. Me acuerdo que en la crisis del Tequila, en 1995, que fue manejado de una manera que después de 3 meses se resolvió, donde el argumento principal que los inversores internacionales destacaban era que ¿cómo pretenden que nosotros invirtamos en la Argentina si lo primero que vemos es a los argentinos saliendo? Eso generó en su momento el famoso Bono Patriótico. Ese es un tema importante.
Y creo que parte de lo que sucede con el tipo de cambio choca con una cultura que existe en la Argentina de tipo de cambio fijo, donde la devaluación está siempre asociada a un pánico. En este caso, en mi opinión, la devaluación puede estar asociada con temporariamente una inflación más alta. Pero eso se supera. Eso no es el fin del mundo. Uruguay vivió décadas con 50% de inflación. Por tanto, no es para ponerse demasiado histérico con que la inflación va a ser 30%. Acá lo importante es que el Gobierno tiene bien en claro que quiere bajar la inflación; y que con los cambios que se han hecho, creo que la política monetaria va a ser más pragmática; y no sólo va a utilizar, como ya lo está haciendo, a las tasas de interés, sino también un mayor control y seguimiento de los agregados monetarios. El hecho que se elimine la emisión monetaria por adelantos transitorios para financiar al Tesoro; que se desmonten las Lebac y que se utilicen los encajes (mayor inmovilización de los depósitos), puede para sacarle presión a la tasa de interés, que es una variable que lo único que afecta es el capital de trabajo de las pymes. Es decir, es un instrumento débil y que actúa en el peor lugar.
– ¿Y entonces?
– Por tanto, creo y estimo que se va a repensar la implementación de la política monetaria. Pero también, hay una cosa que se debe tener bien en claro: los países pueden tener un tipo de cambio flexible, pero no necesitan un régimen de metas de inflación. El régimen de metas de inflación es una de las versiones posibles. De hecho, la Reserva Federal de los EEUU, a pesar de que cuando era académico Ben Bernanke era uno de los promotores de ese sistema, la FED, ni siquiera con la conducción de Bernanke lo adoptó, porque les pareció que no era apropiado ni necesario para ellos. Acá es una cosa nueva, y como toda cosa nueva se la ve como la única y revolucionaria, pero la realidad no lo es. Por eso espero que este Banco Central, manteniendo la flexibilidad cambiaria, sea más pragmático y por ende más efectivo en su tarea.
– Hay economistas que consideran que el acuerdo con el FMI era necesario, pero no suficiente, y por lo tanto esto fracasa. ¿Cree que están dadas las condiciones para anticipar el fracaso de esa asistencia para estabilizar el mercado de cambios?
– No, eso es parte de la cultura nuestra, y por eso muchas veces hay que explicárselo a los inversores internacionales. Creo que en este momento sí puede haber dudas genuinas de los inversores sobre si la Argentina va a ser capaz de generar la reducción del déficit comprometido en el Acuerdo; y en esto influye la evolución de la actividad económica. Pero creo que tenemos un Gobierno, desde el Presidente hacia abajo que está totalmente comprometido con cumplirlo, por tanto hoy es totalmente prematuro afirmar que no se va a cumplir el acuerdo con el Fondo. Nunca estos programas son fáciles de cumplir, porque sino el FMI no estaría haciendo bien su tarea. Y tampoco el organismo es irrazonable. La economía es una ciencia social en la que, de alguna forma, uno predice las cosas que luego perfecciona. Y acá lo que es importante es la intención política que hay y también, que en la discusión del Presupuesto para 2019 el Gobierno obtenga el apoyo suficiente de parte de la oposición para implementar las propuestas prometidas al FMI.
– Cuando lo entrevisté a fines de septiembre usted advertía de las debilidades que tenía el Presupuesto 2018. ¿Ahora cuáles cree que deberían ser las fortalezas del próximo Presupuesto?
– Creo que con todo lo que ha pasado se han resuelto las preocupaciones que tenía entonces, que eran básicamente en el plano monetario, por los adelantos transitorios de Banco Central al Tesoro y la emisión de Lebac. Ahora eso se desarma y va a ser muy bueno. Ahora la lucha es buscar las medidas para lograr una reducción del déficit fiscal, para que adapte a lo comprometido con el FMI, o menos si se puede, sin tener que recurrir al aumento de impuestos o frenar las disminuciones que están planteadas. Es decir que la clase política se de cuenta que el problema de la Argentina es el nivel del gasto público, que creció de manera extrema durante el gobierno irresponsable anterior.