Finalmente, el Fondo Monetario Internacional finalizó su reunión de board y publicó un comunicado sobre el acuerdo con la Argentina, que ya es un hecho. Allí, Christine Lagarde, Directora Gerente del Fondo, felicitó al gobierno de Mauricio Macri.
"Felicito a las autoridades argentinas por haber llegado a este acuerdo. Como lo hemos destacado anteriormente, se trata de un plan concebido e instrumentado por el gobierno argentino y que pretende fortalecer la economía en beneficio de todos los argentinos. Me complace saber que podemos contribuir a ese esfuerzo brindando respaldo financiero, que apuntalará la confianza del mercado, dándoles a las autoridades tiempo para abordar un abanico de vulnerabilidades de larga data. Como parte de ese respaldo, tanto el FMI como el gobierno argentino tienen intención de colaborar para que se tomen las medidas y se activen integralmente los recursos necesarios a fin de proteger a la población más vulnerable a medida que avancen las reformas económicas".
Una gestión "express"
El Gobierno había pedido poco más un mes atrás, al calor de las urgencias cambiarias, un crédito que se estimó extraoficialmente en unos USD 30.000 millones de dólares, dirigido a apuntalar el programa económico y garantizar cierta estabilidad en un contexto internacional que había cambiado y obligaba a recalibrar el curso gradualista de la gestión.
El inicio de las negociaciones fue casi inmediato. Pero el punto de partida formal se dio recién cuando el directorio del Fondo, presidido por la francesa Christine Lagarde, dio la luz verde. Eso ocurrió el 18 del mes pasado. Hace menos de tres semanas.
No sólo el Gobierno estaba interesado en avanzar rápidamente hacia el acuerdo para tener de manera inmediata más poder de fuego en caso de una corrida cambiaria, sino que también el organismo dio en todo momento señales de que era su intención no demorar las negociaciones. Entre los observadores locales circuló la idea de que el "nuevo Fondo", más atento ahora que en otros tiempos a las demandas sociales, necesita exhibir un caso de éxito. La urgencia argentina habría calzado con esa necesidad.
"Las autoridades argentinas solicitaron nuestro respaldo para contribuir a contrarrestar esta volatilidad en los mercados y proteger el crecimiento, la creación de empleo y la cohesión social del país", indicó ese 18 de mayo el comunicado firmado por Lagarde que anunciaba el inicio formal de las tratativas.
El monto, la tasa de interés, los plazos y las condiciones del crédito fueron variables que se manejaron en todo momento con el mayor sigilo. Es lo usual en estos casos. Los funcionarios argentinos volaron incontables veces entre ambas capitales. Del lado argentino, bajo la supervisión constante del ministro Nicolás Dujovne desde Buenos Aires, la comitiva estuvo integrada por el viceministro Sebastián Galiani, el jefe de asesores Guido Sandleris, el secretario Rodrigo Pena y el dos de Finanzas, Santiago Bausili.
Frente a ellos se sentaba a revisar los números del país el equipo comandado por Alejandro Werner y el italiano Roberto Cardarelli, a cargo del caso argentino dentro del FMI. Las comunicaciones oficiales del Fondo y los trascendidos coincidían en que la negociación estaba bien encaminada. El apoyo con el que cuenta Macri en el Fondo y la necesidad del organismo de revertir pasados errores auguraban un buen resultado.