El Gobierno superó la prueba de las Lebac, renovando con creces todo el vencimiento y evitando que los tenedores de ese activo en pesos se pasaran a dólares. Era la urgencia del día y como tal prioritaria. Pero resolver una urgencia dista mucho de resolver una crisis. Una crisis que se manifiesta como una corrida coyuntural contra el peso, pero que tiene como causa de fondo el desequilibrio externo de la economía argentina.
Es entendible que el Gobierno se ocupe de las urgencias. De crear las condiciones para que se renueven las Lebac, de frenar la corrida, de estabilizar las variables. Incluso es entendible que ante tanta turbulencia pruebe, se equivoque, corrija y vuelva a probar hasta dar en la tecla que apague el incendio. Pero en la medida en que no se ocupe del problema estructural, le resultará más difícil atravesar esta tormenta, y además deja expuesta a la economía a que cualquier eventualidad vuelva a desatar un temporal.
El Gobierno no solo no se está ocupando del problema estructural, sino que lo niega y no lo quiere entender. El relato oficial de lo que está sucediendo es que por una combinación de razones exógenas (suba de la tasa de interés en Estados Unidos) y locales (cuestionamiento al recorte de subsidios a las tarifas), al país se le dificultó el acceso al financiamiento para cubrir el déficit fiscal, lo que provocó la corrida, y los empujó a un desesperado e imprudente pedido de auxilio al Fondo Monetario Internacional.
Lo dijo ayer Marcos Peña con todas las letras: "Si queremos reducir nuestra dependencia, hay que llegar al equilibrio fiscal lo antes posible". Y en función de eso convocó a la oposición a compartir el costo de apoyar un programa para acelerar el ritmo de reducción del déficit fiscal que agrade al FMI.
Esa declaración del jefe de Gabinete revela el error del Gobierno. El origen fundamental de la dependencia no es el déficit fiscal sino el externo, que alcanza a 50.000 millones de dólares anuales si se suma el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos (el rojo de la balanza comercial más el drenaje por pago de intereses de deuda, turismo, fletes, seguros, remisión de utilidades y regalías) y la dolarización de ahorros.
No es un problema que nació con este gobierno pero es un problema que este gobierno agravó. Lo muestran con toda claridad los números oficiales y lo señalan economistas de muy distintos colores. Por ejemplo, Matías Vernengo, ex jefe de investigaciones del Banco Central, actual profesor de la Universidad de Bucknell y responsable de un blog llamado Naked Keynesianism (Keynesianismo desnudo) que ayer fue elegido por el portal Intelligent Economist como uno de los cien mejores blogs de economía del mundo, entre los que figuraron los blogs del FMI, de la agencia Bloomberg, de la revista The Economist y de Thomas Piketty.
Vernengo escribió días atrás un breve comentario sobre la crisis argentina: "Claramente la situación externa ha empeorado significativamente. No creo que la reciente corrida contra el peso haya sido causada directamente por el déficit de la cuenta corriente. Ese es más bien un problema de largo alcance. Pero si un país liberaliza las importaciones con un patrón de consumo que las hace saltar, se especializa en la producción de commodities, y pretende resolver ese desequilibrio con deuda externa, eso no puede terminar bien. Y no terminó bien".
En la otra punta del arco ideológico, Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo también apuntaron en su último informe al déficit de la cuenta corriente como una de las causas centrales de la crisis. Más aún, Santángelo reiteró su objeción a que el Gobierno haya liberalizado el ingreso y egreso de capitales como una de sus primeras medidas, e incluso se pronunció a favor de algún tipo de desestímulo al turismo al exterior.
Otro que sistemáticamente pone el eje en el problema externo es Martín Alfie, economista de la consultora Radar. Este lunes tuiteó: 1) El gobierno recibió una situación con desequilibrios macro innegables. 2) Amplió desequilibrios con políticas equivocadas. 3) Amplificó riesgos con excesiva apertura financiera. 4) Manejó muy mal la corrida. 5) Se apuró en ir al FMI.
Los economistas del Gobierno, los de Hacienda, los de Finanzas, los del Banco Central y los de Jefatura de Gabinete minimizaban el problema del sector externo, confiados en que el tipo de cambio flotante, el endeudamiento en dólares público y privado y el ingreso de capitales especulativos iban a equilibrar el balance de divisas en el corto plazo, hasta que la eliminación del déficit fiscal resolviera el asunto. Nuevamente, el error de creer que el único problema serio es el déficit fiscal.
Por cierto que resolver el desequilibrio externo en un contexto internacional poco favorable, sin la soja a 600 dólares, sin Brasil en su apogeo, con China creciendo menos y en un mundo más proteccionista, no es nada sencillo y requiere tiempo. Pero en estos ya treinta meses la gestión de Mauricio Macri no solo ha hecho muy poco para encarar el problema sino que, como se vio, en varios aspectos lo ha agravado.
En octubre pasado El Economista entrevistó al citado Matías Vernengo en ocasión de la aparición del libro Why Latin American Nations Fail (Por qué fracasan los países de América Latina) que escribió junto con Esteban Pérez Caldentey. Le preguntaron qué deben hacer los países de la región en el desafiante y competitivo siglo XXI. Respondió: "No hay una fórmula mágica. Pero retomar políticas de estímulo al desarrollo industrial nacional, que permitan insertarse en las cadenas productivas globales produciendo bienes con mayor valor agregado y minimizando la necesidad de endeudamiento externo, son normas de conducta que apuntan a reducir las posibilidades de crisis externas. Sería un buen principio".
Un buen principio para resolver lo que no parece urgente pero es lo realmente importante.
Seguí leyendo: