—¿Cómo analiza que la Argentina vuelva a pedir un préstamo al FMI luego de 16 años?
—En medio de esta corrida cambiaria es buena la intención del Gobierno de solicitar un préstamo al FMI, pero creo que el Gobierno debería haber dado señales más claras de qué tipo de línea de financiamiento va a tomar. Era importante que el Ministerio de Hacienda explicitara ayer qué tipo de línea tomará del FMI, pero por el momento no lo sabemos y tampoco el monto que solicitarían. Por ahora es prematuro hablar de eso. La duda está en si será una línea de crédito flexible o una línea de precaución y liquidez.
—¿Hubo una rápida reacción del Gobierno luego de la suba del dólar de ayer?
—Hasta antes del anuncio del presidente Mauricio Macri, la reacción de las autoridades económicas y del Banco Central, aunque tardía, estuvo en línea con lo que indicaba la práctica económica que hay que hacer en el marco de un gobierno que decidió comportarse reactiva y pragmáticamente y que no estaba dispuesto a moverse fuera de los límites de un gradualismo autoimpuesto. Pero la realidad llevó al Gobierno a buscar una mayor cobertura para la Argentina y tendremos que ver si con este anuncio, ya que por ahora es solo un anuncio, se calmará el mercado financiero local y los inversores externos. El problema es el elevado déficit de la cuenta corriente, que es difícil de financiar, y ahora será más difícil conseguir esos dólares que faltan.
—¿En qué quedaron las medidas anunciadas el viernes pasado?
—El aumento de las tasas de interés de política monetaria hasta el 40% anual, el anuncio de una meta de déficit fiscal más ambiciosa para este año y el apoyo contundente de parte de los ministros de Hacienda y Finanzas al accionar del Banco Central no ayudaron a descomprimir las presiones del mercado cambiario y de bonos soberanos. Hay una huida de los activos de riesgo argentino que se tiene que frenar de alguna forma. No hay más tiempo para el gradualismo y no creo que el FMI quiera financiar gradualismo.
—¿Cuál es el principal problema de la economía argentina?
—El problema más grande es la inflación, una inflación que se estaba desacelerando y se acelera en los últimos meses, no solo por el aumento de precios regulados, sino por el cambio de la política de fines del año pasado y la consecuente baja en la tasa de interés y el compromiso del Banco Central de intervenir en el mercado de cambios. El cambio de política monetaria tuvo consecuencias y están a la vista.
—¿Es grave la suba del riesgo país para el financiamiento futuro?
— El riesgo país de la Argentina aumentó siete veces más que el de sus pares, muestra que al mercado no le gustó esa modificación. Es de esperar que en esta nueva etapa la política monetaria permita contener y eventualmente reducir progresivamente la inflación. Pero, para que ello suceda, la restricción monetaria –que debería reflejarse también en una desaceleración importante del ritmo de expansión de los agregados monetarios– no debería ser solo transitoria.
—¿Cómo cree que evolucionará la inflación de aquí en adelante?
—Si el Central tuviera éxito en desinflar durante el invierno y la primavera, y la inflación cayera por debajo del 2% mensual (a un entorno del 1,5% mensual), las variaciones interanuales del IPC seguirán a una velocidad crucero del 25% anual. Esa tasa de inflación generará expectativas de pérdida del poder adquisitivo del salario y de los ingresos. El anuncio de que las metas fiscales serán alcanzadas reduciendo el gasto en infraestructura podría tener consecuencias sobre la actividad económica y el empleo. Pero tal vez luego de lo del FMI le pidan una mayor reducción del déficit fiscal a la Argentina. La complacencia en la que cayeron las autoridades políticas y económicas, de creer que ya estaba, que lo hecho era suficiente para llegar a las elecciones de 2019 con el triunfo asegurado, les hizo olvidar una cuestión clave: la precariedad de la estabilización macroeconómica.
—¿Habrá una reducción del crecimiento del PBI luego de esta crisis?
—La crisis por ahora no terminó y el BCRA se tiene que preparar para la próxima licitación de Lebac del martes que viene y que vencen unos $680.000 millones ese día. En la medida que la actividad económica se resienta, con una inflación que no se reduce, se producirán nuevas tensiones, lo que configura un año de alta incertidumbre política (y no solo económica). Lo que dista mucho del año que proyectaba tener el oficialismo, que había propuesto a la ciudadanía otra agenda (aborto, igualdad de género) y no una agenda donde el foco estuviera en cuestiones más sensibles al bolsillo. La larga transición hacia una economía más normal, con una inflación que lejos de ceder se aceleró desde diciembre pasado para acá, genera cansancio en la opinión pública, lo cual favorece los cantos de sirena de una oposición demagógica afectando, por primera vez durante la gestión del presidente Macri, la preciada gobernabilidad.
SEGUÍ LEYENDO:
Las 5 alternativas de crédito con el FMI que evalúa el Gobierno
La reacción de la oposición a la decisión del Gobierno de negociar con el FMI