El Gobierno contuvo la disparada del dólar, mal llamada corrida cambiaria, porque no hubo pérdida de depósitos en divisas ni en pesos. Pero lo que hizo es una pared de ladrillos que están unidos sin cemento. Son vulnerables a cualquier leve viento. El cemento que debería darles firmeza deberá aplicarlo esta semana.
Por lo pronto, el exterior le está dando paz. La caída del desempleo de Estados Unidos fue acompañada por un dato que quitó presión inflacionaria: el aumento de salarios en abril en el Norte fue de 0,10 por ciento, bastante por debajo de lo que esperaban en Wall Street. Esto provocó la suba de las bolsas norteamericanas a hasta 1,72% y un mejor clima. Todos estos elementos ayudarían a disuadir a la Reserva Federal de subir las tasas de interés en su próxima reunión del 12 y 13 de junio, donde se hará una proyección de las variables económicas.
Como una paradoja, el mejor momento de la economía de Estados Unidos es una pesadilla para el mundo. Tienen el menor desempleo desde la Segunda Guerra Mundial, 3,9 por ciento, pero temen una burbuja y todos se previenen.
La Argentina, de todos modos, debe tomar con pinzas este paréntesis y consolidar algo que le pide el mercado: que sostenga la política. Le exige que se apruebe la ley de Mercado de Capitales y que no salga del Congreso la que da por tierra con el aumento de tarifas, que no obligue al Presidente a vetarla.
Esta pata política es la que le daría sustentabilidad a lo que sucedió el viernes. Caso contrario, el mercado le exigirá tasas más altas para quedarse en pesos. En otras palabras, que no suba el dólar y no haya inflación significará un parálisis de la economía.
Otra preocupación es la desprolijidad para manejar el tipo de cambio. Van atrás de los acontecimientos. El dólar en la Argentina no flota, vuela o se sumerge, pero no tiene un rumbo más o menos previsible. Por eso la tasa de interés sigue el mismo camino. Ninguna de las dos variables calma a la otra.
Pero los inversores también están preocupados por la licitación de Lebac del martes 16 de mayo donde hay que renovar casi $ 700 mil millones. El viernes las más cortas terminaron en el mercado secundario con un rendimiento de 35,90 y las de 45 días de 33,50%. La de 90, que puede ser relevante, está en 33,10. Pero lo que preocupa son las apuestas a largo plazo: la tasa más larga a 135 días alcanza a 35%. Un horizonte con esa tasa, es un horizonte de recesión y de enormes ganancias en pesos a los tenedores de bonos.
Con estos promedios de tasa, en caso de que el Banco Central renueve todos los vencimientos, habrá un costo de 25 mil millones de pesos por mes. Duele ver esta sangría de dinero en un país donde bajar décimas del déficit fiscal cuesta tanto.
Si bien el déficit que producen las Lebac es llamado cuasi-fiscal, en este momento este bono no es más un instrumento de regulación monetaria, sino de deuda.
Cuando se le quitó esa esencia hubo dos errores, el del Gobierno de permitir que tenedores extranjeros compren Lebac -repetimos no es un instrumento de inversión- y el de Sergio Massa, de pedir que paguen impuesto a la renta financiera. Uno quiso solucionar el error del otro. Entre los dos nos costaron USD 2.100 millones.
Otro tema que está mirando el mercado para ponerle cemento al muro de ladrillos, es la calificación de junio de Morgan Stanley sobre si la Argentina seguirá en la categoría de país "fronterizo" o ascenderá a "emergente". Los consultores dudan. El año pasado había mejor percepción a esta altura del año y no la subieron de categoría.
Uno de los elementos que pesa en la decisión es que la Argentina junto a Turquía, entre los países emergentes, son los que tienen más elevado déficit fiscal.
Prometieron un recorte del gasto bajando la inversión en obra pública y cambiándola por el sistema de PPP, es decir ejecutada y financiada por el sector privado con garantía del Estado. Aunque en los libros no figure esto como deuda, en la práctica esa garantía del Estado -que terminará pagando las obras- es deuda y parte del déficit.
Hoy se sabrá el grado de confianza que logró el Estado. El riesgo es que queden inconformes y el mercado se haga adicto a las tasas y pida rendimientos cada vez mayores.