Federico Sturzenegger se enfrentó ayer al dilema más grande desde que que decidió estabilizar el tipo de cambio: seguir interviniendo para que el dólar continúe fijo o acoplarse a la devaluación que sufrieron ayer otros mercados emergentes. Optó por el primer camino, es decir, evitar oscilaciones aún asumiendo el costo de llevar adelante la mayor venta de reservas desde el 2002.
La presión que llevó ayer al Central a vender USD 1.470 millones de sus reservas tuvo dos orígenes: por un lado el desarme de posiciones de inversores extranjeros antes que le apliquen el impuesto a la renta financiera por la tenencia de Lebac (rige desde hoy). Pero hubo otro factor totalmente ajeno a la situación local, que fue la devaluación que sufrieron todas las monedas del mundo, en particular las emergentes, ante la suba de la tasa del bono norteamericano a diez años por encima del 3% anual. Algo que no se registraba hace cuatro años y que impulsó a los inversores a buscar refugio.
La suba de la tasa de Estados Unidos hasta 3% anual generó una caída generalizado de las monedas de mercados emergentes. Pero aquí el Central optó por mantener el tipo de cambio sin modificaciones
El dólar en Brasil, por ejemplo, tocó su mayor valor del año y finalizó a 3,48 reales y ya sube 2% en lo que va de abril. Pero algo parecido sucedió con el peso mexicano y prácticamente con todas las monedas emergentes. El dólar también ganó posiciones contra el euro.
La lógica hubiera indicado que aquí también el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, dejara deslizar algo más suavemente el tipo de cambio para no perder pisada respecto a lo que está sucediendo en otros mercados. Pero prefirió mantener el dólar sin variaciones, aún con un elevadísimo costo en término de venta de reservas.
Se vuelve a atrasar el tipo de cambio
La consecuencia de este comportamiento es que el tipo de cambio va perdiendo rápidamente la ventaja que se había conseguido tras la devaluación que se produjo entre diciembre y febrero. Un dólar quieto junto a una elevada inflación es la combinación perfecta para volver a perder rápidamente competitividad.
La apuesta de las autoridades es que en mayo vuelva cierta tranquilidad cambiaria de la mano de los agrodólares. El problema se presentará en el segundo semestre, cuando baje sustancialmente la oferta de divisas.
La decisión dejó en claro que al menos por el momento la política de flotación cambiaria que tanto defendía el propio Sturzenegger quedó en el pasado. De hecho, el titular del BCRA defendía ese régimen de flotación con el argumento que se trata de un instrumento que "permite absorber o amortiguar mucho mejor los shocks externos". Pero esta vez en vez de recurrir a esa herramienta eligió el camino contrario, es decir mantener el tipo de cambio fijo.
El argumento que dan en los pasillos del Central es que se optó por priorizar la lucha contra la inflación. Justamente mantener al dólar planchado o con escasa variación es uno de los argumentos que esgrimen en la institución para justificar la expectativa de una baja de la inflación en los próximos meses. Pero además, las fuertes ventas de dólares en los tres primeros días de la semana permitieron absorber nada menos que 43.000 millones de pesos, lo que en teoría debería restarle impulso a las presiones inflacionarias en los meses venideros.
Así, el Central dejó en claro que nada lo hará desviarse de la política de fijar el tipo de cambio al menos en forma transitoria. La apuesta que hacen en el BCRA es que la presión sobre el tipo de cambio ceda en mayo, cuando deberían ingresar más agrodólares, compensando la firme demanda de divisas que se viene observando e los últimos meses. El problema es, en realidad, el segundo semestre, cuando haya mermado el ingreso de divisas por la cosecha y tampoco entren dólares por la escasa emisión de deuda en el exterior.
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