Dólar "administrado": el regreso de un viejo y peligroso recurso

El Gobierno no resistió en la tentación y exige que el Central le ponga un techo para encauzar los precios y conseguir financiamiento local. Marzo, otro mes de inflación altísima

El ministro de Hacienda Nicolás Dujovne y el presidente del Banco Central Federico Sturzenegger en la reunión de Ministros de Finanzas y Presidentes de Bancos Centrales del G20 (Foto: Patricio Murphy)

En la última reunión del Comité de Política Monetaria hace diez días, el Banco Central ratificó la política de flotación cambiaria, aunque admitiendo que llevaría adelante intervenciones "ocasionales". Desde el 5 de marzo ya vendió USD 1.700 millones en once jornadas, lo que como mínimo desafía aquella definición. Y lo más probable es que en los tres días hábiles que vienen antes del feriado extra large la cifra termine superando los USD 2.000 millones.

Esta intervención a través del uso de reservas está a punto de superar los USD 1.830 millones que se vendieron en los días previos a las PASO, cuando la incertidumbre por un eventual triunfo de Cristina Kirchner en la provincia de Buenos Aires se apoderó de los inversores.

Esta presencia firme pone bajo signos de interrogación qué tipo de política cambiaria está llevando adelante el Central: ¿se trata realmente de un régimen de flotación cambiaria? Si bien es cierto que la idea de una cotización completamente libre de la divisa parece utópico, lo que se estuvo viendo a lo largo de marzo es más parecido a un esquema de tipo de cambio "administrado". Es el Gobierno el que decide a ojo qué precio le parece razonable para la divisa. El propio ministro de la Producción, Francisco Cabrera, explicó que se sentían "cómodos" con un tipo de cambio de 20 pesos.

El Gobierno está cómodo con el dólar quieto arriba de $ 20. Y el Banco Central considera que la presión sobre el tipo de cambio se debe a un “error” de los mercados.

La tentación es la misma que han tenido casi todas las administraciones en los últimos 40 años: permitir que el dólar flote cuando conviene, pero cuando la cotización adquiere una dinámica que no es del agrado oficial entonces se sale a intervenir. Fijarle un techo a la divisa saca al dólar de la tapa de los diarios, calma ansiedades y permite en el corto plazo una mejor planificación para los negocios. Claro que si esto fuera lineal, entonces todos los países deberían tener un tipo de cambio fijo en vez de flotante, lo que claramente no es el caso.

Las dificultades del dólar "administrado"

La complejidad de enamorarse de un tipo de cambio determinado (en este caso $ 20,50) es que se entra muy fácil pero luego resulta difícil salir. Una vez que se abandonó la flotación con cualquier excusa no es fácil retomarla. Sobre todo cuando no existe un efecto puntual que lo justifique, como pudo haber sido en su momento el Brexit o la típica ansiedad preelectoral.

¿Cuál es la explicación para tamaña intervención ahora? El titular del Central, Federico Sturzenegger, ensayó dos en los últimos días. En el comunicado de política monetaria reconoció que una disparada mayor del dólar, que pasó de $ 17,50 en diciembre a $ 20,50, era capaz de "alterar la marcha de la inflación". Pero pocos días después, al hablar ante el Institute of International Finance, dio otra versión: "No hay nada extraño en la intervención esporádica. Estamos viendo una percepción de política monetaria que no se condice con la política del Banco Central". En otras palabras, se abandona momentáneamente la flotación cambiaria… porque el mercado está equivocado.

Planchar al dólar se vincula no sólo con la necesidad de contener la inflación. También es la condición para colocar más deuda en pesos en el mercado local, asegurándole una ganancia a los inversores.

Claro que usar reservas para planchar al dólar debería estar acompañado de otro componente: el incentivo de las tasas de interés en pesos para aflojar la demanda. Pero no ocurrió nada de eso, al contrario. En la licitación de Lebac de la semana pasada, el BCRA convalido los rendimientos en pesos del mercado secundario, por debajo de los que se habían fijado hace un mes.

Mantener planchado el dólar tendría en realidad objetivos simultáneos. El más obvio es no seguir echándole nafta al fuego a una inflación que ya viene muy alta en los primeros meses del año. Pero además un tipo de cambio quieto o que se mueva muy poco es la gran invitación para que los inversores se pasen de dólares a pesos, para obtener una ganancia en moneda dura vía "carry trade".

Dominar el dólar a través de intervenciones tiene como objetivo, por lo tanto, asegurarse el financiamiento que precisa el Gobierno en lo que resta del año en el mercado interno. ¿Cómo hacer para colocar más deuda sólo en el mercado doméstico y en moneda local, ante el aumento del riesgo país que complica financiarse en el exterior? La respuesta es con un control estricto del dólar para asegurarle una ganancia al inversor que apuesta a comprar deuda en pesos.

Marzo, otra vez con inflación alta

La inflación de marzo viene mal, incluso peor que la de febrero. Según la consultora Elypsis, estaría acercándose al 2,3% (muy cerca del 2,4% del mes pasado), pero la "núcleo", que tiene en cuenta precios regulados o estacionales, habría subido a 2,5%. El agravante es que no hubo tantos aumentos tarifarios como el mes anterior.

El uso de la tasa de interés como recurso principal y tal vez único para controlar la inflación parece haber quedado en el pasado. Y lo mismo sucede con la flotación del dólar.

Sería la consecuencia del fuerte incremento de precios mayoristas registrado en el primer bimestre del año (casi 10%) y que ahora está derramando al público.

El esquema de metas de inflación que decidió utilizar el Central indica que ante un repunte de los precios el antídoto es ajustar las tasas de interés. Pero como esto no es posible políticamente, se acude a la receta tradicional, que es anclar el tipo de cambio.

Todo este cóctel plantea ya no uno sino dos grandes interrogantes relacionados con las políticas que lleva adelante el Central: ¿el sistema de meta de inflación sigue en pie para contener a los precios o se volvió a un esquema más tradicional, el ancla del dólar? ¿se mantiene la flotación del tipo de cambio o depende cómo sople el viento?

Resta determinar si un tipo de cambio mayorista de $ 20,20 ó 20,50 minorista es el adecuado. Pero la respuesta siempre es la misma: depende. Muchos economistas responden a esta pregunta con un argumento imposible de contrarrestar: "No es un precio ideal para darle competitividad a las empresas, pero es mejor que $ 17".

Sin embargo, todo indica que a este precio del dólar, el mercado está lejos de encontrarse equilibrado. Con un déficit de cuenta corriente récord de casi 5 puntos del PBI, más de USD 30.500 millones por año, y con acceso más restringido al financiamiento de los mercados, la lógica indicaría que hace falta un tipo de cambio bastante más alto que el actual. Y si no se puede al menos tasas más altas. Pero las urgencias políticas están primero.

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