La industria y sus lamentos pasaron al centro de la escena durante la última semana y mañana serán la tapa de todos los portales de noticias luego de la reunión que mantendrán en Casa Rosada para firmar el armisticio con el Gobierno. Sin embargo, no es el sector que peor la está pasando. Ese lugar lo ocupa el supermercadismo, que no sólo no logró empezar a repuntar luego de la recesión de 2016, sino que sigue barranca abajo y sin señales de haber tocado fondo.
Según relevamientos privados, la actividad económica creció alrededor de 4% en términos interanuales en febrero. Pero el consumo en las grandes cadenas de supermercados no se dio por enterado y anotó otra pesada caída del 3%. De las diez grandes cadenas del sector, hay por lo menos cuatro que terminaron con rentabilidad nula o directamente con fuertes números rojos en su balance en 2017. Es vox populi en el sector que se vienen fuertes programas de ajuste para "surfear" el muy mal momento que atraviesan.
Lo más grave es que se trata del sector que más gente emplea en la Argentina, alrededor de 120.000 personas todas en blanco. Y lo que se viene es una reducción de personal inédita. En solo una de las principales cadenas (de origen europeo) se habla de por lo menos 1.000 personas que perderían sus puestos de trabajo, pero no sería la única pensando en achicarse, incluyendo la venta de algunas grandes superficies. Serían varias las que este año encararán el achique de sus estructuras para tratar de equilibrar las cuentas y recuperar algo de la rentabilidad perdida.
Por lo menos cuatro de las diez principales cadenas de supermercados terminaron en rojo o casi sin rentabilidad el 2017. No recuperan luego de la recesión del 2016.
La paritaria que cerró el gremio mercantil, encabezado por Armando Cavallieri, tuvo en cuenta este contexto. El aumento salarial acordado es de 10% en abril, otro 5% en agosto y una cláusula de revisión recién para enero de 2019.
Razones de la caída
Esta situación dramática que viven algunas de las grandes marcas del sector responde a una variedad de razones, entre las que podrían enumerarse las siguientes:
1. Caída del consumo masivo por cambio de precios relativos: Desde 2016 la gente comenzó a gastar más en las tarifas de luz, gas y para cargar nafta. Por lo tanto, le quedan menos recursos para gastar en compras. "Teníamos un subsidio al consumo por las tarifas regaladas, pero eso ya no existe más", reconocen los supermercadistas.
2. Cambio en los hábitos a la hora de hacer compras: Está claro que hubo una modificación del patrón de consumo, algo que reflejan todas las encuestas en los últimos dos años. La gente elije al negocio de proximidad y también crecieron las superficies mayoristas, ante la búsqueda de descuentos por parte de las familias. Los supermercados aún no lograron adaptarse bien a estos cambios, como prueba el hecho de que continúan con las ofertas de poco impacto entre los consumidores (del estilo 4 al precio de 3 o 60% de descuento en la segunda unidad).
3. Boom de ventas por canales electrónicos: Las compras online volaron el año pasado, con un incremento de 52% de facturación y casi 30% de ventas, totalizando $ 156.000 millones de pesos, según reveló esta semana la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE). Los "súper" todavía están lejos de poder dar batalla ante el avance de compañías más chicas y ágiles que venden a través de la computadora o del teléfono. El mismo fenómeno afecta a grandes cadenas internacionales en sus respectivas países, como Wal Mart en Estados Unidos.
4. Aparición de otro tipo de gastos que impactan en el presupuesto familiar: El fuerte aumento en la venta de autos con planes de ahorro o crédito bancario, el salto en los créditos hipotecarios o los viajes pagados en cuotas también implican que las familias tienen que dedicar más presupuesto a esas obligaciones mensuales. Y queda por lo tanto menos espacio para las compras incluso de algunos bienes básicos.
Problema de costos
Una de las preguntas que surge inmediatamente es por qué entonces no bajan los precios, con el objetivo de volverse más competitivos y atraer más clientes. Pero una vez más aparecen las quejas por el elevado costo argentino. Un informe realizado por la Asociación de Supermercados Unidos es muy elocuente en ese sentido, en referencia al impacto de los salarios. Aun luego de la suba del tipo de cambio de casi 20% desde diciembre, el sueldo de un cajero con un año de antigüedad está en los 1.554 dólares. En Brasil es la mitad, 704 dólares, y en Paraguay apenas supera los 400 dólares por mes. Pero incluso sigue siendo más alto que en Europa. En España, por caso, ganan alrededor de 1.350 dólares, siempre incluyendo las cargas laborales. Un panorama similar tienen las compañías industriales, cuando comparan los salarios de los obreros de sus fábricas en Argentina contra lo que sucede en otras partes del mundo.
Aun después de la suba del tipo de cambio, los salarios de un cajero de supermercados duplican a los que se pagan en Brasil y están más altos que en España.
Además, deben considerarse los elevados costos logísticos y lo que se va agregando en las etapas intermedias de comercialización, desde que el productor entrega la mercadería. Se da así una gran paradoja: en Argentina los alimentos están entre los más caros del mundo, pero los supermercados igual atraviesan una crisis ante la falta de rentabilidad por la suba permanente de los costos.
Lo mismo le sucede a las empresas de consumo masivo. El caso más dramático es el de Molinos Río de la Plata, uno de los fabricantes líderes de alimentos en la Argentina. Según informó a la Bolsa de Comercio esta semana, sufrió una pérdida de 187 millones de pesos en 2017. Sus costos aumentaron 22% pero los ingresos apenas 15%. "No tuvimos una caída en las cantidades vendidas, pero se hace muy difícil trasladar ese incremento de costos al consumidor. Y la gente se corrió a marcas "B", es decir, de menor nivel. Nosotros también tenemos esos productos pero como los precios son muy bajos nos deja sin ganancia".
El Gobierno se pelea con la UIA, pero la emergencia que atraviesan en los supermercados puede generar mucho ruido por el peligro de despidos masivos.
El Gobierno está ahora "distraído" con la pelea con los industriales, pero la crisis del supermercadismo amenaza con hacer mucho ruido este año, en particular cuando empiecen los planes de ajuste en las empresas. Algo que –según los protagonistas del sector- sería inminente, con todo el malestar social que pueden generar estos planes para achicar personal, que difícilmente pueda ser reubicado en otras empresas ante el escaso nivel de calificación.
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