Las autoridades económicas están más preocupadas con que el peso vuelva a apreciarse que con una disparada del dólar.
Una clara prueba de eso es la pasividad que han mostrado frente a la suba que ha tenido el dólar, que está un 8% más caro que a principios de año y vale un 16% más que el día siguiente de las elecciones legislativas de octubre pasado.
Aumentos que fueron estimulados desde el Gobierno de diversas maneras: corrigiendo hacia arriba la meta de inflación, induciendo un descenso en la tasa de interés real y forzando a las aseguradoras a desviar los excedentes que colocaban en Lebacs hacia la compra de dólares. No hacen falta pruebas de que fue una devaluación estimulada y, obviamente, bienvenida en el equipo económico.
Los propios funcionarios reconocieron que están más cómodos con el dólar por encima de $20 que oscilando entre 17 y 19. El ministro Francisco Cabrera lo dijo públicamente, e incluso otro miembro del gabinete de su mismo rango confesó ante Infobae que "si por mi fuera, preferiría que el dólar suba hasta 22 pesos".
El atraso cambiario era de tal magnitud que aun después del salto de los últimos tres meses el índice de tipo de cambio real multilateral (ITCRM) que diariamente calcula y publica el Banco Central todavía se ubica por debajo del correspondiente al 17 de diciembre de 2015, que fue el día en que se levantó el mal llamado cepo.
El tipo de cambio real multilateral se ubica por debajo del correspondiente al 17 de diciembre de 2015, que fue el día en que se levantó el mal llamado cepo
El ITCRM se elabora en base a la relación entre el dólar y los precios locales y la de los principales socios comerciales de la Argentina, y refleja el valor relativo de los bienes y servicios de la economía en comparación con los otros países. Cuanto más bajo sea el ITCRM mayor es el atraso y más cara la Argentina en dólares; es decir menos competitiva.
Con un valor igual a 100 para el 17 de diciembre de 2015, el ITCRM había llegado a caer hasta 82 el año pasado, marcando que el dólar estaba tan barato como a mediados del 2015. Ayer se ubicó en 96,7, o sea por debajo del día en que se levantó la restricción en el mercado de cambios y el dólar pegó un gran salto.
La perspectiva oficial acerca de que este año el dólar volverá a perder frente a los precios es compartida casi por unanimidad por los economistas que se atreven a los pronósticos.
Los pronósticos de los consultores
Según el último Relevamiento de Expectativas de Mercado que elaboró el Banco Central (hoy se difunde el de febrero) en base a lo que esperan más de cincuenta consultoras y centros de investigación, el dólar aumentaría en el año un 14,5% (cerraría en $21,7 y la inflación rozaría el 20 por ciento).
De ese consenso participan economistas críticos del gobierno. Por ejemplo, para la consultora Contexto que tiene como socio a Mariano de Miguel, quien también dirige el Instituto Estadístico de los Trabajadores de la Universidad Metropolitana y asesora a la CGT, el dólar subirá en el año 14,5% y los precios entre 19 y 21 por ciento.
Bastante similar a PxQ, la consultora que fundó Emmanuel Álvarez Agis, ex viceministro de Cristina Kirchner: vaticina un incremento del 18% para el dólar y una inflación de 20,7 por ciento.
Los economistas proyectan una brecha negativa entre tipo de cambio e inflación de 3 a 6 puntos porcentuales
Dos razones que validan el atraso cambiario
Hay dos razones básicas por las que los economistas, tanto los del Gobierno como los de afuera que apoyan o que se oponen, descartan lo que mucha gente teme:
1. Saben que este año volverá a tomar enorme cantidad de deuda en dólares, con los que va a financiar el déficit fiscal y a cubrir el desequilibrio externo.
2. El Banco Central cuenta con la cantidad de reservas suficientes como para neutralizar cualquier sobresalto.
Claro que la recuperación del atraso cambiario no fue inocuo en términos de inflación, lo que sumado al recorte en el aumento a los jubilados, a los fuertes incrementos tarifarios, y a los escándalos que estallaron recientemente, explican que la imagen de Mauricio Macri y la de su gestión hayan caído abruptamente desde octubre, según marcan todas las encuestas.
El humor de la población
Más relevante que la caída en la aprobación del Gobierno es que se registra un sensible deterioro en las expectativas. Según la encuestadora Opinaia, por primera vez desde la asunción de Mauricio Macri en enero había igual número de personas optimistas y pesimistas respecto a cómo estará la situación del país dentro de un año.
Según la medición que anteayer difundió la firma Query, la cantidad de gente que cree que dentro de un año la economía y su situación personal van a estar peor duplica a las que esperan una mejoría. Y llama la atención que entre quienes en octubre votaron a Cambiemos, hay un 20% que espera una desmejora.
Los números de Ricardo Rouvier van en el mismo sentido pero algo atenuados: las expectativas positivas cayeron del 33,8% en el último trimestre de 2017 a 29,9% ahora, y las negativas subieron de 39,7% a 43 por ciento.
En el Gobierno no niegan que el humor social ha empeorado como consecuencia de algunas medidas tomadas y del impacto que ocasionaron casos como los del ministro Jorge Triaca y el del ex subsecretario general de la Presidencia, Valentín Díaz Gilligan. A estos últimos los caracterizan como errores no forzados. Pero consideran que las medidas popularmente antipáticas que tomaron eran imprescindibles para bajar el déficit fiscal.
En el Gobierno consideran que las medidas popularmente antipáticas que tomaron eran imprescindibles para bajar el déficit fiscal
"Nos gastamos una parte del capital político que ganamos con las elecciones para realizar algunas correcciones impostergables para seguir creciendo de manera sustentable", dijo a Infobae un ministro con despacho en Casa Rosada.
Aunque con pronósticos bastante más acotados que el de por si poco ambicioso 3,5% que vaticina el Gobierno, entre los economistas hay unanimidad acerca de que este año la economía volverá a crecer.
Lo mismo que con el dólar, en esto también hay una grieta que separa a los economistas, oficialistas y opositores, del pesimismo que tiene el público en general.
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