El índice de inflación de enero fue incluso algo menor de lo que vaticinaban los analistas y el mercado en general. Algo ya se intuyó cuando la ciudad de Buenos Aires midió 1,6%. El IPC nacional que mide el INDEC arrojó finalmente un 1,8%, levemente por debajo del consenso que había calculado un valor más cercano al 2%. Sin embargo, hay poco para alegrarse, porque dentro de la medición aparecieron datos preocupantes que complican la batalla para los próximos meses.
Esta lectura un poco más en profundidad es la que seguramente también hará el titular del BCRA, Federico Sturzenegger, cuando en dos semanas tenga que decidir qué hace con las tasas. Si retoma la baja que empezó a principios de año o espera un poco más hasta que haya señales más concretas de una desaceleración de precios. Por los datos divulgados ayer, parecería más lógico lo segundo.
Las señales de alerta
Concretamente, ¿cuáles son los datos más preocupantes de los índices divulgados ayer? Estos serían los principales aspectos para analizar:
–La inflación mayorista tuvo una significativa aceleración. Los precios subieron un promedio de 4,6% y el ajuste se notó en particular en los productos importados, que aumentaron un 7%. De esta forma, el aumento interanual saltó a más del 21%. Según Gabriel Zelpo, economista de la consultora Elypsis, el comportamiento de los precios a nivel mayorista en enero reflejó el impacto del aumento de combustibles y del tipo de cambio (en diciembre el dólar pasó de $17,5 a 19,5). Es razonable pensar que semejante incremento se terminará derramando también en los precios al consumidor, o minoristas, en los próximos meses. Además, la inflación mayorista también es un indicador muy observado por el BCRA para proyectar lo que puede suceder en los próximos meses.
El aumento de los combustibles y del dólar se reflejó con intensidad en la evolución de precios mayoristas. El derrame al público luce inevitable.
–La inflación "núcleo", es decir la que mide la evolución de precios sin tener en cuenta el comportamiento de los regulados (tarifas) o aspectos estacionales, cayó en enero en relación a diciembre. Pero el 1,5% se ubicó por debajo del promedio que venía mostrando a lo largo de 2017. Se trata de un indicador claro de la persistencia inflacionaria. También evidencia que los ajustes de tarifas y del dólar tienen un impacto directo sobre el resto de los precios. En la medida que este indicador no muestre una clara tendencia bajista resulta más complicado justificar bajas adicionales de las tasas de interés.
–Las proyecciones de inflación para febrero no son alentadoras. Tanto las consultoras Elypsis como ACM coinciden en que el piso de febrero estará en el orden del 2,5%, es decir que incluso podría ser más alta. Los ajustes de transporte, combustible, celular y prepagas ya tienen una incidencia importante, además de las demarcaciones por el aumento del dólar y lo que derrame de la suba de precios mayoristas en los precios al consumidor. Sin embargo tampoco habría descanso hasta abril. Esto implica que solo en los primeros cuatro meses del año la inflación acumularía alrededor de 7,5%, la mitad de la meta anual.
–El último factor a considerar y que tampoco arroja buenas perspectivas en la batalla del BCRA es el aumento de la inflación esperada de casi 2 puntos anuales que surgieron del último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM). Así se vuelve mucho más complicado contener los reclamos salariales en las negociaciones que se avecinan. En otras palabras, tanto empresarios como trabajadores insisten con ajustes no menores al 20%.
Con este escenario, se diluye la posibilidad de una reducción adicional de tasas en la próxima reunión de política monetaria. Es cierto que el Central ya avisó que irá hacia un modelo menos contractivo (es decir que las tasas no superen por tantos puntos a la inflación). Pero al mismo tiempo, los indicadores objetivos no estarían dando demasiado margen para nuevos ajustes a la baja, más allá de las presiones del ala política.