Las cuentas del intercambio comercial argentino volvieron a traer en agosto malas noticias para el gobierno nacional, porque las exportaciones se derrumbaron 9,2%, a USD 5.228 millones y las importaciones, por el contrario, se expandieron 24,9%, a USD 6.311 millones, en ambos casos en comparación con un año antes.
En el primer caso, las estadísticas del Indec dieron cuenta de sendas caídas del 4,7% y 4,8% en los precios internacionales y cantidades de productos despachados al resto del mundo; en contraste con las compras que se encarecieron en 4,4% y se incrementaron 19,7% en volumen.
Esos movimientos, que en parte tienen que ver con la comparación de un año de transición como fue el 2016 en el que se liberaron exportaciones luego del levantamiento del cepo, la unificación del mercado de cambios y la eliminación de la mayor parte de las retenciones; y en parte, con la gradual liberación de las importaciones y la caída que provocó la recesión de entonces, determinaron que en el acumulado de los ocho meses se intensificara severamente el saldo negativo en términos de divisas.
En los primeros nueve meses del año, el déficit del intercambio comercial ascendió a USD 4.498 millones, en contraste con un superávit de USD 1.728 millones en similar período de 2016. Significó un deterioro de más de USD 6.200 millones, y se constituyó, en valores nominales, en el más elevado de la serie histórica.
En un año el resultado de la balanza comercial se deterioró en más de USD 6.200 millones
Santiago Mosquera, economista de la consultora Estudio Bein & Asociados, aclaró a Chequeado que "el poder de compra de las exportaciones e importaciones ahora es mucho menor que en 1994 porque hubo inflación del dólar". Y agregó: "Si se analiza el déficit comercial en dólares constantes que tienen en cuenta la inflación de la divisa extranjera (o sea, que tienen el mismo poder de compra) se ve que el comercio exterior de 2017 no es el más deficitario de la historia, sino que en 1980, 1993, 1994, 1997 y 1998 fue peor".
Del mismo modo, se podría argumentar que los altos niveles de desequilibrio en divisas de esos años fueron también más elevados en términos de PBI de la economía nacional.
Pese a ese fenómeno, persiste una tendencia a la apreciación cambiaria, porque la mayor demanda de divisas por parte de los importadores, como también la de los residentes que viajan al exterior, es superior a la oferta que generan los exportadores, pero muy inferior al ingreso que proviene de la colocación de deuda pública, nacional y provincial, para financiar obras de infraestructura.
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