Día a día se van afianzando los indicadores económicos y sociales que muestran una clara reactivación respecto de los muy malos índices del año anterior.
Sin embargo, no son pocos los economistas, como parte del electorado, que consideran que esos avances no sólo no llegan a todos, sino que carecen de sustentabilidad porque aún no se advierte la maduración de los grandes anuncios de inversión que centenares de empresas les prometieron al Gobierno casi desde el primer día que asumió.
Frente a esa aparente dicotomía, Infobae entrevistó a Juan José Llach, destacado sociólogo y economista, profesor de Economía y director del Centro de Estudios de Gobierno, Empresa, Sociedad y Economía del IAE Business School, escritor de varios libros, ex ministro de Educación, para analizar la situación actual y conocer sus previsiones de corto y largo plazo.
No fue una tarea sencilla, sino de mucha insistencia, porque tener a un hijo al frente de la vicepresidencia del Banco Central, Lucas Llach, decidió autoexcluirse de los medios, y en la actividad académica, en la Escuela de Negocios de la Universidad Austral, resolvió apartarse de la columna editorial con su fino análisis de la coyuntura económica de la Argentina y concentrarse en la economía mundial.
– Esta semana se conocieron datos oficiales de junio que mostraron la consolidación de un proceso de recuperación de la actividad que se inició tres o cuatro meses atrás, ¿se trata de una mera reactivación desde niveles muy bajos y para pasar a la etapa de crecimiento aún falta esperar un tiempo más?
– La recesión, y también la reactivación, se caracterizan por tener efectos inerciales, por tanto una vez que se verifican tienden a seguir, excepto que ocurra un shock externo que los revierta. En este momento diría que la economía está creciendo a un ritmo de 4,5% al año, el dato del Indec de Estimador Mensual de Actividad Económica correspondiente a junio dio 4%, con 14 de los 15 grandes sectores creciendo, salvo Minería. Incluso Comercio creció 4,4% interanual, que fue uno de los que estaba más rezagado. Y ahora, a fines de agosto, creo que la actividad está aumentando al 4,5%, por eso me parece increíble que el Fondo Monetario Internacional siga insistiendo que la actividad va a crecer este año 2,2%. Mi estimación es que el año cerrará con un crecimiento del 3%. Supongo que en octubre, cuando el FMI publique las nuevas estimaciones para todos los países miembros, la va a cambiar. Me gusta el hecho de que lo que más está creciendo es la inversión en máquinas y equipo. El informe del Indec del comercio exterior a julio mostró esta semana que el dato de bienes de capital importado creció en volumen físico más de 35%; y la construcción, todos sabemos como está creciendo; 11,6% en junio. Y creo que se subvaluó la influencia positiva que tuvo la economía en las elecciones, porque me parece que una parte del resultado de las PASO está explicado porque la gente comenzó a ver mejoras. Hubo aumento del empleo, aunque todavía insuficiente pero dejó de caer. Por tanto estimo que este proceso, si no hay un shock externo, va a continuar.
Juan Llach: “Una parte del resultado de las PASO está explicado porque la gente comenzó a ver mejoras, la construcción creció 11,6% en junio”
– Por como está el mundo, ¿es esperable un shock externo?
– El shock podría ser también interno, pero es más probable que, si ocurre, sea externo. En ese sentido, veo al mundo jugando a favor de la Argentina. Primero porque hay un factor estructural que es el crecimiento de los países emergentes que demandan mucho de los alimentos que produce la Argentina; segundo porque hay un crecimiento sincronizado de la economía global; y tercero porque Brasil también se está empezando a dar vuelta. En ese caso, el riesgo de un shock político todavía está latente, pero si es por la economía va a ayudar. De todas maneras, esos tres factores positivos aún no se nota en las exportaciones locales. O sea que el crecimiento ideal, que sería un liderazgo de inversión y la exportación, por ahora sólo cuenta con una de las dos patas.
– ¿Por qué la exportación se demora en reaccionar, pese a la eliminación de gran parte de las retenciones, de los ROE (Registros de Operación de Exportación) y de la liberación del mercado de cambios?
– En las ventas externas se observa, por un lado, que han habido cinco cosechas récord en el mundo casi sucesivamente. La producción de soja acumula un aumento de más 20%; por suerte está la demanda, pero los precios bajaron a USD 340 la tonelada, no está a 500 o 450 dólares, por tanto viento de cola no hay, si hay una brisa a favor para la Argentina. Y Brasil hasta ahora ha jugado en contra en el balance comercial. Por tanto la Argentina seguirá dependiendo del clima, en cuanto a las cosechas y el precio de los granos; y el país vecino creo que va a comenzar a darse vuelta, pero de modo lento. Pero no veo un riesgo de shock.
“Viento de cola no hay, si hay una brisa a favor para la Argentina”
– ¿Cómo cree que influye en el resultado de la balanza comercial con el exterior que ahora exista un régimen de flotación cambiaria virtualmente limpio, esto es con mínima intervención y exigencias del Banco Central, como no existió en tiempo inmemorial en el país, sobre todo porque el agro pampeano o el gran exportador ha mostrado espaldas financieras para no tener que liquidar rápido lo que fue una cosecha récord de más de 135 millones de toneladas?
– En la medida en que la inversión esté liderando el aumento de las importaciones no es negativo. Lo que es malo es que las exportaciones estén creciendo menos del 2% en los primeros siete meses del año, porque revela una falta de energía exportadora. En lo que hace a los granos creo que año a año va a ir mejorando; en industria y en parte a los servicios, va a demorar más porque en parte la Argentina tiene un gran problema de falta de productividad. En ese sentido, creo que es un buen enfoque la idea de los acuerdos sectoriales como el que se hizo con Vaca Muerta, y con la industria automotriz; pero eso va a llevar más tiempo. No depende del tipo de cambio, sino de que se invierta, de que haya innovación, que mejore la organización interna de las empresas, y de que haya acuerdo con los sindicatos para ir incluyendo a la productividad dentro de los convenios colectivos de trabajo.
– Usted hizo referencia a los planes sectoriales, que en los 90 se lo denominaba programas de competitividad. ¿Cree es un buen mecanismo? Porque el que no está en la lista es inducido a demorar su plan de inversión a la espera de que le llegue el beneficio. ¿El Gobierno adoptó esa estrategia porque la restricción fiscal le impide avanzar más rápido?
– Desde ya que la restricción fiscal está. Pero destaco los acuerdos por el hecho de empezar a lograr que eso va a ayudar, si la inflación sigue bajando. Si la inflación es del 30% o 40%, cómo se puede poner la productividad en un convenio colectivo, es imposible, porque apenas puede aumentar 1% o 2%, no mucho más por año. Por tanto, ese efecto va a ser más importante en la medida que siga desacelerándose la suba de los precios al consumidor. Eso es lo central. En cuanto a los beneficios de los planes sectoriales soy más bien partidario de los acuerdos horizontales, para todos. Por tanto, no se si estará incluido en el proyecto de reforma tributaria, pero creo que un punto esencial sería explorar el establecimiento de incentivos fiscales para todos los que inviertan. Ahora, con los sectores que tienen más protección, insisto con una idea que la propuse sin éxito cuando estuve en el gobierno en 1991, que consistía en acuerdos sectoriales donde fuera gradualmente abriéndose la economía, menos que ahora, pero a cambio de un proceso de inversiones. No es lógico darle al consumidor argentino un precio interno muy superior al que rige en el resto del mundo si a cambio no se asiste a un proceso de reconversión empresarial para que se convierta en más productiva y competitiva, con innovación. Este enfoque puede ser considerado heterodoxo, pero algo así sería importante que se hiciera, y, para mi gusto, en un contexto de igualdad para todos los inversores.
“No es lógico darle al consumidor argentino un precio interno muy superior al que rige en el resto del mundo si a cambio no se asiste a un proceso de reconversión empresarial para que se convierta en más productiva y competitiva, con innovación”
– ¿Cree que se apresuró el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, en decir que "ya se inició un ciclo de crecimiento sostenido para los próximos 20 años"?
– Comprendo que lo haya dicho. Si se persevera en estas políticas, evidentemente la Argentina tiene esa posibilidad. Ahora, ahí aparece el condicionante fiscal, porque casi todos los planes en el país han fracasado por el desequilibrio de las finanzas públicas, algunos de forma explosiva, otras no tanto; como el Rodrigazo a mediados de los 70; la hiperinflación de fines de los 80; y también el colapso de la Convertibilidad a fines de 2001. Si se logra crecer tres o cuatro años a una tasa del 4% a 4,5% anual acumulativo, al cabo de ese período, si simultáneamente se cumple con las metas fiscales que el Gobierno se ha propuesto, se logrará poner bajo control la economía, y de ese modo se apalanca la posibilidad de un crecimiento sostenido y sustentable, que luego se transforme en desarrollo. No es la única, pero la condición central es que se observe claramente la meta de la baja del déficit fiscal y de la reducción de la relevancia del gasto público en términos del PBI; y deje de crecer el endeudamiento.
– ¿Si se mantienen las alícuotas de los impuestos, o si se bajaran gradualmente, no aumentará la presión tributaria, que ya está entre las más altas del mundo? Porque si la economía pasa a crecer sostenidamente al 4%, y aumentan el consumo y las ganancias de las empresas, el cobro de impuestos también se elevará en términos reales…
– Si se cumpliera con lo que ha trascendido del proyecto de responsabilidad fiscal con las provincias, donde el gasto pública no crezca en términos reales y la economía crece al 4% por año, la relación gasto público/PBI baja 4% a 4,5%, o sea que de 43% del PBI en el primer año se reducirá a poco más de 40% del PBI. La presión tributaria, creo que para cumplir con la meta de déficit, obviamente no se podrá reducir 4,5%, porque sino el rojo no baja; por tanto estoy de acuerdo en que hay que conseguir que la presión tributaria vaya decreciendo un poco menos que el gasto público. Ese creo que es un camino virtuoso, posible; y me sorprendió cómo el Fondo Monetario Internacional ahora elogie el gradualismo del Gobierno, pareciera que están tratando de purgar los pecados del pasado. Creo que gradualismo era el único paso posible, pero exige constancia y mucha perseverancia.
– ¿Tiene otra debilidad el flanco fiscal, porque pareciera que no se ve una apreciable eficiencia en el manejo de la cosa pública, o sí?
– No en la medida necesaria. Al concepto del gradualismo lo acompaño con la idea que llamo productividad inclusiva. La Argentina, por su situación social y política no puede basar el aumento de la productividad en elevar la tasa de desempleo, o sea despedir gente; pero eso no implica que no existan otros caminos. Y en el sector público me parece que falta una agenda de aumento de la productividad.
La Argentina, por su situación social y política no puede basar el aumento de la productividad en elevar la tasa de desempleo, o sea despedir gente; pero eso no implica que no existan otros caminos
– ¿Qué debiera incluir esa agenda, es decir, qué pautas debiera ver la sociedad para poder decir que ahora sí estamos en presencia de un sendero que conduce a la mayor eficiencia en el manejo de la cosa pública?
– Por ejemplo ver más policías en la calle que en tareas burocráticas; menor ausentismo en la educación, es muy elevado. Esos son dos casos donde se podría ver una sustancial mejora de la calidad de servicio del empleado público al resto de la sociedad, y que no implican bajar la cantidad de personal. Y ahí me parece que la agenda falla un poco, porque me parece que una superestructura, como el aumento de la cantidad de secretarías de Estado se debería moderar, porque si bien no va ahorrar mucha plata contribuirá a mostrar un camino de recorte de arriba hacia abajo. Por eso me gustaría ver después de las elecciones de octubre, si se cumple, o aún mejora para el Gobierno el anticipo de las PASO, esos puntos deberían estar en la agenda. Es decir, no sólo la reforma impositiva es importante, como ir bajando gradualmente el déficit fiscal y la presión tributaria, también es muy importante ir aumentando la productividad del gasto público, en Nación, en provincias y en municipios. Por estamos hablando de educación que salvo las universidades, está todo en manos de las provincias; la seguridad, salvo la policía federal, también.
– ¿Qué evaluación hace en estos casi primeros 20 meses de Gobierno sobre la respuesta que dio el sector privado, en particular de los empresarios?
– Debo reconocer que me equivoqué fiero a ese respecto, porque pensé que el cambio de régimen político iba a inducir a un comportamiento más proactivo de los empresarios. De hecho, ese clima existió en los primeros meses cuando se vio que los grandes CEO del mundo hacían cola para ver al presidente Mauricio Macri en el Foro Mundial de Davos, representantes de empresas con miles y miles de millones de dólares con anuncios de inversiones de los cuales se concretaron muy pocos. Creo que ahí, como promedio, porque siempre hay excepciones, el empresariado no estuvo a la altura de las circunstancias.
¿A qué atribuye el freno en la ejecución de las inversiones anunciadas?
– Sinceramente, me cuesta entenderlo, porque la productividad hace que pueda cambiar el curso de los acontecimientos. Evidentemente, cuando se ve la carga tributaria, sobre todo la cantidad de impuestos muy malos que tiene la Argentina y que no tiene ningún país del mundo en la misma proporción y comparable con nuestro país: Ingresos Brutos recauda 4,1% del PBI, eso no lo tiene ningún país de ese modo alevoso, es un impuesto del siglo XIX, el IVA se inventó para evitar ese efecto cascada, y estuvimos de nuevo descubriéndolo. Claro, es más fácil cobrarlo que un Impuesto a las Ventas, que sí se ve, pero no ayuda a plasmar un horizonte de nuevas inversiones productivas.
– En las provincias se escudan en que desde 1994 hay un mandato constitucional de reforma de la Ley de Coparticipación que nunca se honró, porque es imposible lograr un acuerdo marco entre las 24 gobernaciones en las que todos piden y exigen que el Estado sea el único que ceda; y por eso debieron acudir al Impuesto a los Ingresos Brutos para financiarse…
– Sí, pero bien podrían haber impulsado un Impuesto a las Ventas. Pero ahí aparece una cuestión política, porque se trata de un gravamen que se ve, los votantes lo ven. Por el contrario, Ingresos Brutos es un impuesto oculto. El impacto en los precios, según sea la alícuota es igual, pero la gente no lo sabe. También está el Impuesto Rural, aunque se recauda muy poco. De todas formas, no es un problema sólo de las provincias, la Nación también tiene el Impuesto a los Créditos y Débitos Bancarios que, por ejemplo, recauda 1,6% del PBI, y en esa proporción tampoco existe en ningún lado. Por tanto hay que trabajar mucho en no hacer cosas raras, porque muchas veces en la Argentina se han buscado caminos ideosincrásicos que han sido muy negativo, hacer cosas que nadie hizo en el mundo. De los países que funcionan nadie tiene estas rarezas de tasas de inflación de dos dígitos porcentuales al año, todavía se mantiene entre las más altas del planeta; semejante estructura de impuestos. Todo eso ha sido heredado por este Gobierno, por ese creo que ha sido un error no haber explicado de entrada qué es lo que recibió de la gestión anterior; y que también recibió un país que apenas invertía el 15% del PBI, ahora es un poco más. De 155 países en la estadística del Banco Mundial 133 invierten más que en la Argentina. Siempre buscando hacer la propia, pero el resultado siempre ha sido pésimo.
“Las provincias impulsaron el aumento del Impuesto a los Ingresos Brutos porque los votantes no lo ven, como si hubieran fijado un Impuesto a las Ventas”
Políticas inclusivas
– Justificaba el gradualismo de la política fiscal por la realidad social que recibió el Gobierno, con un 30% de pobres. A partir de ahí se empezó a hablar de excluidos. Como profesional de la educación, ¿cree en el diagnóstico que sostiene que gran parte de los que están en situación de pobreza permanecerán en ese estado porque durante décadas no tuvieron acceso a una instrucción básica, o se los puede reinsertar con políticas asociativas entre el sector público y privado?
– Creo que hay una proporción, que no sabemos realmente cuánto es, porque son números que están un poco en el aire sobre la cantidad de personas que realmente está marginalizada, y que por tanto no va a ser fácil sacarla de esa situación. Me parece que debería estar más zonificado el país y haber áreas, como parte del Gran Buenos Aires, en el Norte y en Sur, porque hay realidades sociales bien diferentes, para que estén claras cuáles son las zonas que son socialmente prioritarias, para ahí converger los esfuerzos de la Nación, de las provincias y municipios, en educación, en tratar de generar fuentes de trabajo. A corto plazo, la gran fuerza para poder ayudar a la gente a salir de esa situación tremenda es conseguir empleos formales y educación y capacitación, en particular en oficios sería muy importante. En este momento en que la construcción va a crecer, a partir del desarrollo del crédito hipotecario que se abre incluso para familias con ingresos medio bajo o aún bajos, va a demandar enormemente empleos para trabajar en oficios.
– Eso no se ve por ahora…
– Falta. Claramente falta una acción coordinada y más contundente. Por ejemplo, en educación vengo insistiendo en que cualquier política educativa lleva 4, 8, 12, 16 años, hasta que llega realmente a verse algún resultado; eso da una enorme oportunidad para empezar por la zona que están más necesitadas. Si se dan cursos de formación profesional mejores, más cerca de la gente, se por dónde empezar, pero no veo un plan orgánico, eso falta. Aunque hay muchos lugares en los que se está trabajando bien, como lo demostraron las pruebas Aprender, donde los resultados de la educación estatal ha sido buenos en muchas zonas vulnerables. Por eso no hay que empezar con base cero, sino darle un carácter más orgánico, ir por más y mejorar.
El nuevo escenario político
– Muchos analistas y sectores de la oposición consideran que ahora sí, dado el resultado esperable en las elecciones legislativas del 22 de octubre, el Gobierno va tener que ir a buscar políticas de consenso. ¿Es necesario que el Gobierno busque esos consensos y, en ese caso, debieran ser con el sector político o sectoriales?
– Creo que con los dos, pero los principales son los políticos, porque algunas leyes hay que votar, dentro de las cuales la Reforma Impositiva es extraordinariamente importante; la Coparticipación también, esto es la distribución de los recursos entre Nación y provincias; como el Fondo del Conurbano, que es otras de las herencias que recibió el Gobierno que es una antipolítica regional porque la provincia de Jujuy está recibiendo $1.800 millones; la provincia de Santa Fe y Buenos Aires apenas $600 millones, es una cosa de una irracionalidad tremenda. Pero creo que el 23 de octubre se comenzará a pensar políticamente en 2019, y ahí hay algunos incentivos para que ciertos dirigentes políticos que entiendan, a partir del resultado de estas elecciones, que jugar el rol de oposición constructiva, como se decía antiguamente, es decir que permita gobernabilidad y que el país prosiga progresando, opten por un apoyo a las iniciativas del Gobierno. Y en la parte empresaria y sindicatos, creo que a nivel sectorial, habría que seguir una estrategia de acordar. Toda la vida he sostenido que el mercado es muy importante, pero que hay que ayudarlo, socializándolo, no sólo a través de la política pública, sino también de una conversación social. Eso se ve en el modelo europeo, por ejemplo en Alemania y muchos otros.