No son sólo las herederas. No se trata nada más de continuar un legado. Entre un inmigrante de origen ruso que llegó a la Argentina desde Rumania en 1948, su hija y su nieta hay una línea que une a tres generaciones en una misma pasión: el chocolate.
Y es un chocolate que no pasa desapercibido, ni en el siglo pasado ni en éste. Dadi Marinucci fundó junto a su hija Federica la chocolatería Vasalissa en 2006, y se abrieron paso con la producción artesanal de trufas. Pero la historia había comenzado una generación antes. Dadi es la hija de Abrascha Benski, quien tras descubrir la pasión de los argentinos por el dulce de leche fue el creador detrás del popular y aún vigente bocadito "Cabsha".
Desde ese bombón de chocolate, dulce de leche y rhum hasta las trufas de la actual empresa boutique la pasión no fue una línea continua. "Mi padre falleció en 1985. El mismo día se concretó la venta de la fábrica, y el chocolate quedó allí, congelado en esa etapa", recuerda Dadi en diálogo con Infobae desde su casa en Los Polvorines.
Al lado, con su bebé en brazos, Federica asiente. El chocolate estaba presente en las reuniones familiares, en los encuentros, en la cocina. Ya no era un negocio, no era una empresa. Sería ella quien activaría el gran paso adelante. Mientras preparaba bombones para su novio hace poco más de una década, le dijo a su mamá: "¿Y si nos ponemos a vender nuestros chocolates?".
Dadi Marinucci: “A veces la vida te va llevando y las raíces tienen su peso”.
Dadi no lo pensó dos veces. "Fue realmente emocionante. Y con el tiempo, empezamos a recorrer el camino que había recorrido mi papá". Empezaron a vender trufas en un local en Martínez. Siguieron los bombones, las tabletas y el helado. El origen europeo, como lo había hecho Abrascha, se mantiene: el chocolate que usan es belga para asegurarse que sea 100% derivado del cacao.
La empresa comenzó con una inversión inicial de USD 70.000 y hoy posee seis locales, 25 empleados y una fábrica cerca de la casa de Dadi, donde el olor a chocolate día a día la transporta a la infancia. "Si hubiera seguido con la fábrica de mi papá tal vez no hubiera sentido la falta de ese olor. Por más de 20 años no tuve contacto con una fábrica. El chocolate tiene que ver con los recuerdos. Para mí, es amor puro".
-¿Por qué su padre vendió la fábrica?
-Dadi: Fue por una devaluación muy grande en la época de Martínez de Hoz. Vivíamos en Belgrano R y la fábrica estaba al lado. En ese momento se daban muchas facilidades si llevabas la fábrica al interior en términos impositivos. Teníamos un terreno en la Panamericana pero cuando vienen estos planes de irse al interior, mi papá construye una fábrica en Tucumán. Pero se endeuda muchísimo en dólares, una cifra que no podía pagar. El hacía su chocolate en base a la semilla de cacao, e importaba chocolate belga, todo era en dólares. Fue un momento que varias fábricas de golosinas se vendieron, también Bonafide.
-El Cabsha sobrevivió a varias ventas y sigue vigente. ¿Ustedes lo siguen comiendo?
Federica: ¡Sí! Mi abuelo hacía muchos productos, pero ése fue el que sobrevivió. Ahora es de Arcor. Cuando tomamos la decisión de abrir la chocolatería fuimos a la feria de dulces y chocolates ISM en Alemania. Y nos impresionó que el Cabsha se vende en todas partes del mundo. Sentimos que el abuelo nos acompañaba.
-Dadi: Nunca pensé que íbamos a recorrer el mismo camino, ver las mismas ferias. A veces la vida te va llevando y las raíces tienen su peso.
-¿Tuvieron contacto con los mismos proveedores?
-Federica: algunos sí. Mucha gente en la feria me decía que lo conocía a mi abuelo, que lo habían ayudado a desarrollar una máquina.
-Dadi: Estábamos comprando unos caramelos, y yo uso mi apellido de casada, así que el vendedor me pregunta por qué empezamos con el chocolate. Cuando le cuento me dice: "Yo conocí a tu papá". Y la gente te abre las puertas.
-Su padre tuvo que cerrar la empresa por problemas económicos. ¿Cómo es hoy emprender en la Argentina?
-Dadi: mi papá nació en Rusia y se escapó con su familia de la primera guerra mundial. El siempre decía que la Argentina es un paraíso. Es verdad que es complicado conseguir máquinas importadas, probamos un chocolate nuevo que queremos traer, y es un poco complicado, porque hay un prooducto que no llega. Pero desde los proveedores hasta los empleados son buena gente, todos con ganas de trabajar. Eso es importante.
-¿Sigue siendo complicado importar maquinaria?
-Federica: Hoy mucho menos, pero el tema es la continuidad. Si incorporás un producto, si después de golpe no lo podés tener más, es tiempo perdido. La gente está conociendo más y exige más, hay que tener paciencia y las cosas se van a ir acomodando. Se tiene que ir flexibilizando.
Sin embargo, hay mucha oportunidad. En otros países está todo hecho.
-¿Pensaron en llevar la marca a otros países y comenzar a exportar?
-Dadi. Proyectos siempre tenemos. Vamos a ver cuándo se concretan. Siempre vienen ofertas, gente que viene de afuera y prueba el chocolate en los locales y nos dice que lo quieren vender.
-¿Les gustaría que el negocio siga en el legado familiar?
Federica: sí, me encantaría que mis hijos compartan conmigo este proyecto. Queremos que continúe con la cuarta generación.