Del Adolfo a Duhalde, la historia secreta de la salida de la gran crisis en la voz de los protagonistas

En apenas doce días hubo cinco presidentes, hasta que el bonaerense Eduardo Duhalde llegó a la Casa de Gobierno y terminó con el 1 a 1 entre el peso y el dólar. La polémica renuncia de Adolfo Rodríguez Saá. El rol crucial de Alfonsín, líder del radicalismo

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2001, La gran crisis que sacudió a la Argentina, episodio 2: "La Salida"

“Seiscientos empleados de 8 mil pesos por mes tiene Canal 7 y no pueden hacer una conexión”, se queja el presidente Adolfo Rodríguez Saá, incómodo en su sillón, detrás del majestuoso escritorio de la Residencia de Gobernadores, en la capital de su provincia, San Luis.

Ya hace dos horas que espera que llegue la señal del canal estatal desde Buenos Aires para leer a todo el país que “los lobos y los lobbies” no le han dejado otra salida que renunciar al cargo que alcanzó a desempeñar apenas siete días y una noche.

Es el domingo 30 de diciembre, al final de un día de locos, uno más de la peor crisis de la Argentina en toda su historia, que comenzó en la residencia presidencial de Chapadmalal, frente al mar, donde el Adolfo sintió que los gobernadores peronistas lo habían dejado solo.

La crisis era tan grande que la autoridad presidencial se había desvanecido y dependía de la voluntad de los catorce gobernadores peronistas. El caudillo modernizador de San Luis desde 1983 había sido ungido por los mismos que ahora le retiraban su apoyo.

Para el Adolfo, “un golpe de Estado moderno, no tradicional”, propiciado por el senador Eduardo Duhalde, con la ayuda de los gobernadores de las provincias grandes, pero al servicio de los empresarios que querían salir del 1 a 1, es decir devaluar y pesificar la economía “para licuar sus enormes deudas”.

El 23 de diciembre de
El 23 de diciembre de 2001, Ramón Puerta la coloca la banda presidencial a Adolfo Rodríguez Saá FOTO:MARCELO CAPECE

Las dos horas de espera también incomodan a los pocos que acompañaron a Rodríguez Saá en el Tango 03 desde Chapadmalal: los gobernadores de La Rioja y Formosa, Alberto Maza y Gildo Insfrán; el ministro del Interior, Rodolfo Gabrielli, y el secretario de Turismo, Daniel Scioli.

Todos ellos junto con grupo de colaboradores del todavía Presidente permanecen sentaditos en sus sillas, detrás del escritorio de Rodríguez Saá, como una coreografía muda, a la espera de la señal de Canal 7 desde Buenos Aires.

Frente al Presidente, su hermana Zulema —directora del diario local— y el poderoso hermano presidencial, el Alberto, toman mate sentados en sus sillones.

Finalmente, a las once de la noche, Rodríguez Saá logra emitir en vivo y en directo su mensaje de nueve minutos.

Raúl Alfonsín escucha el discurso
Raúl Alfonsín escucha el discurso inaugural del flamante presidente Adolfo Rodríguez Saá FOTO:MARCELO CAPECE

La tecnología está a tono con la Argentina del corralito bancario, el mayor default del mundo, el 18,6 por ciento de desempleados y los 14 millones de pobres. Muchos televidentes no alcanzan a ver la primera parte del discurso; el resto del mensaje está plagado de interferencias, como si fuera una transmisión del pasado.

Fuera de la residencia, unos doscientos puntanos piden que no renuncie e insultan a “los porteños” y a “los periodistas”.

Pero Rodríguez Saá ya está leyendo su último mensaje como Presidente. Primero, enfatiza que la Argentina “se encuentra en la más grande bancarrota de la historia”, y enumera los puntos centrales del plan económico que había preparado para anunciar “hoy, a esta misma hora” si “los lobos y los lobbies que andan sueltos” y “pretenden mantener los privilegios de la vieja Argentina” no lo estuvieran empujando a la renuncia.

Ese plan económico incluía —asegura— la apertura del corralito bancario y un presupuesto equilibrado para el 2002 “con la eliminación de todos los gastos de la corruptela del Estado”.

El 30 de diciembre de
El 30 de diciembre de 2001, desde San Luis, Adolfo Rodríguez Saá renuncia a la presidencia de la Nación con un discurso televisado. (Photo by Getty Images)

Rodríguez Saá endurece los gestos cuando acusa a los ocho gobernadores peronistas que le quitado su apoyo, “especialmente el gobernador de Córdoba (José Manuel de la Sota), que priorizó la interna partidaria a los intereses de la Patria”.

Y agrega: “Esta actitud de mezquindad y retaceo no me deja otro camino que presentar mi renuncia indeclinable”.

“¡Viva la Argentina!”, grita el Adolfo antes de levantarse y entregar su renuncia al edecán naval, Horacio Nadale, para que la lleve a Buenos Aires junto con el ministro Gabrielli en el viaje de vuelta del Tango 03.

El tercer Presidente en apenas diez días recibe los abrazos de sus leales, y con ellos sale al quincho de la residencia a comer un asado.

A esa altura de la noche, a poco más de ochocientos kilómetros, Duhalde se prepara para asumir en su reemplazo; consagrar la salida del 1 a 1 y de la Convertibilidad “en beneficio de la Argentina productiva”, e iniciar una nueva etapa política, económica y social.

Carlos Ruckauf, por entonces gobernador
Carlos Ruckauf, por entonces gobernador de Buenos Aires, fue el primero en darle la noticia de la renuncia de Rodríguez Saá a Eduardo Duhalde, que se encontraba jugando a las cartas con amigos Foto: NA/JUAN VARGAS****

Duhalde se enteró de la renuncia por el llamado del gobernador de Buenos Aires, Carlos Ruckauf, que lo encuentra jugando a las cartas en la casa de sus amigos Oscar Rodríguez, intendente del partido de Presidente Perón, en el sur del Gran Buenos Aires, y Mabel Müller, senadora nacional por la provincia de Buenos Aires.

—Dejáte de embromar que estoy jugando a las cartas. ¡Qué va a renunciar! —le contesta, según su versión.

—Se va, Eduardo, se va.

Desde Villa Gesell, donde planea pasar el Fin de Año con su familia, Ruckauf llama también al misionero Ramón Puerta, presidente provisional del Senador y principal referente de las provincias chicas gobernadas por el peronismo.

Ruckauf quiere saber qué harán ahora las once provincias del llamado Frente Federal.

—Todavía no charlamos entre nosotros, pero yo pienso que ahora le toca a un candidato de las provincias grandes… Podes ser vos, Carlos.

—Bueno, yo no tengo problema. Si me eligen, agarro.

—Mirá, habla primero con Duhalde.

Puerta evalúa que la vertiginosa semana de gobierno de Rodríguez Saá ha desgastado al Frente Federal y que es el turno de las provincias peronistas de mayor volumen: Córdoba, Santa Fe y, especialmente, Buenos Aires. ¿Su candidato? Eduardo Duhalde, más que Ruckauf, y se dispone a marcar su número de teléfono.

La versión de Puerta indica que Duhalde le sugirió que fuera el sucesor de Rodríguez Saá.

—No, yo no puedo ser. Ustedes, las provincias grandes del peronismo, están en mejor posición.

—Tenés que ser vos, Ramón.

—Mirá, el Frente Federal está quebrado; nosotros éramos el grupo que más fuerza tenía, pero a Néstor Kirchner, por ejemplo, ya lo perdimos; ahí tenes que descontar siete votos en la Asamblea Parlamentaria y el Adolfo había ganado por solo cuatro votos. No nos dan los números.

—Pero, ¿quién?

—Yo creo que tenés que ser vos, Eduardo. Te asiste una cosa que no la tiene ningún otro argentino: sacaste el 40 por ciento de los votos hace dos años en las elecciones presidenciales; el que sacó más que vos, De la Rúa, renunció. Y, además, vos podes conseguir el apoyo de Alfonsín, que te puede dar cien votos entre radicales, socialistas y aliados. Con eso, tenes la elección asegurada, no dependes de nadie.

—No, no, no… Bueno, puede ser… Dame media hora que hablo con Alfonsín.

Carlos Ruckauf habló con Raúl
Carlos Ruckauf habló con Raúl Alfonsín sobre quién debería reemplazar a Rodríguez Saá en la presidencia: el radical se inclinó por Duhalde y fue decisivo FOTO:DAMIAN DOPACIO-JLP

La versión de Ruckauf sobre el desenlace de este episodio de la crisis también enfatiza la importancia del ex presidente radical Raúl Alfonsín en la designación de Duhalde como sucesor de Rodríguez Saá. En otras palabras, en la resolución de la interna bonaerense entre Duhalde y él mismo, Ruckauf, y, a nivel macro, en la salida de la crisis.

No bien confirma la renuncia del caudillo puntano, Ruckauf llama a Alfonsín y le pregunta a qué candidato del peronismo está dispuesto a respaldar.

—Mire Carlos, haga lo que a usted le parezca, yo lo voy a apoyar. Hay que salvar la Argentina, y si usted quiere ser, lo voy a apoyar. Creo que, si es Duhalde, mejor para nosotros porque fue el candidato de peronismo en las últimas elecciones —responde el ex Presidente.

—¿Y qué hacemos con el radicalismo?

—Pensemos ahora en la República que del radicalismo ya me ocuparé yo.

Luego, se comunica con Aníbal Ibarra, el jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, uno de los pocos referentes del Frepaso que ha quedado en pie, y obtiene una respuesta similar. Así que lo llama a Duhalde y le cuenta.

“Duhalde aceptó hacerse cargo del gobierno y me preguntó quién lo iba a acompañar; me pidió que no lo dejáramos solo”, afirma Ruckauf.

Por su lado, Duhalde recuerda que, luego del llamado de Ruckauf, “comenzaron a llamarme de todos lados. Hablé con Puerta. Así que saludé a mis amigos Oscar (Rodríguez) y Mabel (Müller), y volví a mi casa. Yo no quería ser Presidente, pero me iba dando cuenta de que era una cobardía no aceptar. Una vez en casa, hablé por teléfono con Alfonsín”.

Con una larga y empinada carrera política, en la que fue diputado, ministro y vicepresidente de la Nación, entre otros cargos, el gobernador Ruckauf era en diciembre de 2001 uno de los dirigentes con mejor imagen del país y uno de los candidatos presidenciales favoritos del peronismo, junto al cordobés De la Sota y el santafesino Carlos Reutemann. Duhalde no figuraba en esa grilla: tenía una imagen negativa superior al 50 por ciento y una reducida intención de voto.

Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde
Raúl Alfonsín y Eduardo Duhalde fueron actores principales de la crisis del 2001, tanto en la caída de De la Rúa como en la decisión de terminar con la convertibilidad

Sin embargo, Duhalde era el dueño indiscutido del peronismo bonaerense, un entramado de punteros, concejales e intendentes del Gran Buenos Aires y del interior de la provincia que le permitía el control de ese territorio clave. Y desde ese lugar, desde el vértice del aparato peronista de Buenos Aires, había enhebrado un sólido acuerdo con Alfonsín y el radicalismo bonaerense que se remontaba a —por lo menos— las negociaciones de 1994 para reformar la constitución provincial, que permitió su reelección como gobernador.

En realidad, Duhalde siempre había buscado el acuerdo con Alfonsín y el radicalismo bonaerense. Por ejemplo, en 1991, cuando saltó de la vicepresidencia de la Nación a la gobernación de Buenos Aires, nombró a dirigentes radicales en los organismos de control y en los directorios del Banco Provincia, el Mercado Central y otros entes estatales. Incluso, les ofreció dos ministerios, que no fueron aceptados.

Es probable que esa apertura haya estado vinculada al decidido respaldo de los legisladores alfonsinistas a la creación del Fondo de Reparación Histórica al Conurbano Bonaerense, que fue una de las condiciones impuestas por Duhalde al presidente Menem para dejar la Vicepresidencia y postularse como candidato a gobernador en los comicios de 1991. Ese Fondo surgió de una ley del Congreso. ¿Su presupuesto? 650 millones de pesos/dólares por año —el 10 por ciento de la recaudación por el Impuesto a las Ganancias— con el argumento de que en los ochenta Buenos Aires había resignado varios puntos porcentuales en el reparto federal de los ingresos por el pago de impuestos nacionales.

“Era un dinero que, además, podía usarse con mucha libertad de acción, lo que lo hacía más atractivo”, afirma un ex funcionario de Duhalde que pidió permanecer en el anonimato.

Según Rafael Pascual, ladero de Fernando de la Rúa en la Capital Federal, varias veces legislador y ex presidente de la Cámara de Diputados, “el acuerdo entre Duhalde y Alfonsín viene desde muy lejos, desde la época en la que Duhalde negoció con el radicalismo todos los temas de la provincia de Buenos Aires. Me acuerdo verlo a (el diputado alfonsinista Leopoldo) Moreau defender el Fondo de Reparación Histórica más que los propios peronistas. Ese acuerdo lo viví en la Cámara. Eran casi socios”.

Eduardo Caamaño le coloca la
Eduardo Caamaño le coloca la banda presidencial a Eduardo Duhalde (NA)

Duhalde tiene una opinión distinta: sostiene que él es el más radical de los peronistas ya que “mi abuelo era de don Hipólito Yrigoyen. Yo creo en la república”, y en un sistema “menos presidencialista, más parlamentario, basado en el diálogo y en el consenso” entre el peronismo y el radicalismo. Y agrega que también coincidía con Alfonsín en el enfoque económico, favorable —afirma— a la producción nacional y al empleo, menos enfocado en la estabilidad, la lucha contra la inflación y la apertura económica; tanto era así que ambos sostenían desde antes del gobierno de De la Rúa que la Convertibilidad ya estaba agotada.

“Yo —agrega Duhalde— nunca comulgué con la orientación neoliberal de Carlos Menem. Cuando fui gobernador, resistí todas las presiones para privatizar las empresas provinciales, como el banco, por ejemplo. Soy desarrollista en lo económico. Y eso también me acercaba mucho a don Raúl”.

En cambio, Ruckauf era un candidato más mediático: astuto, seductor, bien articulado, muy atento a la lógica de la prensa, siempre focalizado en sus objetivos políticos y en los medios para lograrlos. Nunca le interesó competir con Duhalde por el control del peronismo bonaerense ya que veía a la provincia como un trampolín para llegar a la Casa Rosada.

Las fuentes consultadas están convencidas de que Duhalde lo ungió como candidato a gobernador para los comicios de 1999 precisamente por esa última característica. Es lo que piensa, por ejemplo, Teresa González Fernández, que era, en aquel momento, la esposa del candidato a vicegobernador, Felipe Solá.

“Duhalde —sostiene— es vivísimo. Él sabía que a Ruckauf la provincia no le interesaba desde el punto de vista territorial y que, por lo tanto, iba a poder conservar toda la estructura del Partido Justicialista que había armado desde que llegó a la gobernación, ocho años antes. Felipe (Solá) era mucho más bonaerense que Ruckauf, que venía de hacer política en la Capital”.

En la crisis de fines de 2001, cuando la Argentina estuvo con sus tripas al aire, al borde de la anarquía y muy cerca de que se prolongara la lucha en las calles, los atributos de Duhalde pesaron más que los de Ruckauf; el candidato mediático se desinfló frente al candidato territorial.

El saludo de Eduardo Duhalde
El saludo de Eduardo Duhalde en el Congreso de la Nación, ya ungido primer mandatario (NA)

“A mi proyecto presidencial —explica Ruckauf— estoy renunciando cuando se produce la llegada de Duhalde al gobierno porque estoy habilitando que otro conduzca la realidad. Para mí, fueron muy importantes en aquel momento las palabras que me dijo Alfonsín”.

También Duhalde considera que fue decisivo el respaldo de Alfonsín, con quien conversó al menos un par de veces en aquellas horas donde se definía nada menos que el futuro del país.

—¿Y, Duhalde? Ya no hay escapatoria… —afirma que le dijo el líder radical por teléfono aquella noche crucial del domingo 30 de diciembre de 2001.

—Sí, don Raúl, pero solo no puedo… Voy a tener minoría en Diputados; a la Corte Suprema de Justicia totalmente en contra; al poder financiero no le conviene lo que vengo planteando, ellos quieren seguir con lo rentístico y lo usurero…

—Cuente conmigo.

—Voy a necesitar por lo menos el quórum y en lo posible los votos del radicalismo en el Senado y en la Cámara de Diputados con los que usted me pueda ayudar. Pero, además, necesito que usted me apoye y me envíe dos ministros suyos, que se sepa que están al lado suyo y que tengan buen consenso en el Parlamento.

—Delo por descontado. De hecho, yo ya había pensado en quiénes lo pueden ayudar.

Así fue que Horacio Jaunarena asumió como ministro de Defensa y Jorge Vanossi, de Justicia. Y Duhalde fue elegido presidente con un masivo respaldo: 262 votos; 21 legisladores votaron en contra y hubo 18 abstenciones.

Alfonsín definió la situación a favor de Duhalde no solo contra las aspiraciones de Ruckauf sino también de otros candidatos del nuevo oficialismo, como De la Sota, que era la alternativa de los gobernadores que resistían el avance del peronismo bonaerense.

El arbitraje de Alfonsín liberó a Duhalde de ciertos compromisos con los gobernadores de su propio partido; por ejemplo, no tuvo que aceptar —como sí lo había hecho Rodríguez Saá— un mandato corto, de sesenta días, sino que pudo completar el periodo de De la Rúa, a quien todavía le faltaban casi dos años en la Casa Rosada.

Fernando De la Rúa, Ramon
Fernando De la Rúa, Ramon Puerta, Adolfo Rodriguez Saá, Eduardo Caamaño y Eduardo Duhalde, los 5 presidentes de la crisis de diciembre del 2001

En las situaciones extremas, el contexto político suele determinar el perfil del líder que conduce al conjunto. Si hay elecciones, es probable que triunfe el candidato con mejor intención de voto, pero si se produce una crisis política, económica y social, las posibilidades migran hacia el dirigente que asegure un acuerdo entre las principales fuerzas políticas, el empresariado y los sindicatos, y garantice el control de la calle y el orden social.

Es lo que también sostiene Alberto Iribarne, un dirigente porteño amigo de Duhalde, de quien fue jefe de campaña en las elecciones de 1999 y secretario de Seguridad durante el último tramo de su Presidencia: “Creo que el que entendía mejor cómo era la crisis y cómo se salía de la crisis era Duhalde. Me parece que Duhalde es un tipo más para las crisis”.

Duhalde asegura: “Yo siempre sufrí el poder”, y reitera que ya no quería ser Presidente. Pero, los políticos son personalidades complejas. Por ejemplo, por más que sufriera el poder, siempre resguardó la fuente de ese poder, que era el control de aparato del peronismo bonaerense, y su capacidad de diálogo no solo con Alfonsín sino también con la Iglesia Católica, el sindicalismo, el campo y sectores de la industria.

Al final, ¿qué es lo que más importa en un político? ¿Lo que dice o lo que efectivamente hace?

Más allá de todo, lo cierto es que Duhalde, empoderado también por Alfonsín, se hizo cargo de aquella Argentina en crisis y salió de la Convertibilidad económica por un camino que dejó ganadores y perdedores.

Veinte años después la Argentina está nuevamente en crisis y en ese marco surge una pregunta cantada: hoy, ¿estamos mejor o peor que en el 2001? Visto desde otro ángulo: ¿qué aprendimos de aquella crisis, que conmovió al país? ¿O no aprendimos nada?

*Periodista y escritor, autor del libro Doce Noches, publicado en 2015 y reeditado ahora por Sudamericana.

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