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En pocos meses la ex cárcel de Caseros dejará de ser esa mole descascarada y de hierros oxidados, que enfrentada al Parque Florentino Ameghino, todavía corta la respiración. En febrero comenzarán las obras que la convertirán en la nueva sede del Ministerio de Economía y Finanzas porteño y la AGIP. Con 4.700 empleados, será el edificio gubernamental más grande de la ciudad.
Para los más jóvenes un castillo de otra época, con muros altísimos, con torretas románicas en las esquinas. Para los más viejos el recuerdo de ver por TV o en los periódicos de la época, las noticias de las fugas, las imágenes de los motines, como el de los sanguinarios “12 Apostoles” tomando el penal en mayo de 1996 y amenazando con matar a todos los que estaban dentro.
Se conservarán pocas cosas de la ex cárcel: la fachada, el anillo exterior, el patio -que será remodelado- y la vieja chimenea de ladrillo que ocupaba un lugar central en el taller de carpintería, alguna vez también la lavandería. Todavía se conservan en lo alto de esa torre color naranja, los nombres de los guardias que en las décadas del ’20, del ’30 y hasta del ’90, los tallaron durante alguna guardia. Todo sigue ahí.
"Yo mismo grabé mi nombre alguna noche mientras me encontraba apostado en esos techos, acompañado sólo por los perros guardianes, un cigarrillo y mi escopeta”, le relató a Infobae C.O. que entró a trabajar en Caseros en 1995. La cárcel cerró definitivamente sus puertas en 2001 y prácticamente sólo volvió a abrirse para la televisión: Tumberos (2002), Pabellón 86 (un corto de 2007) y El Marginal (2016-2019).
Con lo inminente de la desaparición, Infobae recorrió una última vez esos pabellones, esas galerías y tomó registro de cada rincón, de cada detalle, en un intento de rescatar -al menos virtualmente- toda esa historia que está a punto de desaparecer. La posibilidad de girar por los restos de la antigua Unidad 16, conocer el patio del penal, recorrerlo, la ex sala de visitas, los “buzones”.
En el registro la arquitectura revela una pelea sin tregua contra el paso del tiempo. El verdín, la flora avanzando en las paredes, los barrotes todavía firmes, la luz que se filtra por las aberturas y tiñe de una melancolía especial al edificio. Todo y más quedó guardado en las imágenes, quizás las últimas postales de un tiempo que no vuelve.
Registro 360º y edición: Damián Rodríguez
Voz: Matías Tercic
Texto: Alejo Santander
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